La vuelta al nido.

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El reloj en la sala de la clìnica, marcò las 6:30 pm, cuando Manuel, en pleno horario laboral, ejercía sus labores mèdicas en sala de urgencias. Junto a una paciente, hacia leve tacto en la zona del tobillo, diagnosticando un posible esguince de segundo grado.

¿Duele? —preguntò, sosteniendo la planta del pie, y hundiendo con su otra mano libre, su dedo pulgar en la zona del tobillo, por debajo del hueso.

—Un poco... —se quejò la paciente, recostada en la camilla.

—No hay rotura de ligamento —dijo Manuel, y asintió despacio. Deslizò su dedo un par de centímetros, y volvió a presionar. La paciente lanzó un grito. Manuel asintió, y retirò su mano—. Es un esguince de segundo grado. Por fortuna, no hay rotura en el ligamento. La recuperación deberìa ser màs o menos ràpida.

La paciente, entre quejidos, asintió. Manuel se alzò de la silla, y se posicionó los anteojos por sobre el puente de su nariz. Tomò una pequeña libreta, y comenzó a escribir una receta.

—Reposo absoluto por siete dìas. Aplicar hielo en la zona, por veinte minutos, de dos a tres veces al dìa. Procure mantener el pie elevado, para evitar mayor hinchazón —decía, mientras escribía rápidamente la receta—. Voy a recetar analgésicos para el dolor también.

La paciente, que con ayuda de su madre volvía a incorporarse en la camilla, asintió.

—La fractura no requiere yeso. —Extendiò la receta a la paciente, y esta la tomò—. La enfermera de turno le pondrá el vendaje en la zona; yo debo retirarme a...

—Doctor Manuel.

De pronto, una enfermera le irrumpió, llegando de improviso al box. Manuel observó, y alzò una ceja.

—Hay una emergencia.

—Claro —respondió Manuel—. Dèjeme terminar de dar las indicaciones a la paciente, y atender a otro que tengo esperando en el box del lado, y...

—Nos acaba de llegar un paciente, al parecer, con una patología que requiere intervenciòn inmediata.

Manuel asintió.

—¿Es un caso crítico? —La enfermera dudò por unos instantes—. De no ser un caso crítico, podría esperar cinco minutos. Necesito dar el alta al paciente del box de al lado. Està esperando desde hace mucho tiempo, y...

—¡Manuel!

De pronto, al box llegó de improviso, otra persona.

Era Julio.

Manuel quedó descolocado.

—¿Julio? Pensè que... tu turno habìa terminado en la tarde, y...

—E-es Miguel... —dijo en un jadeo, sudando frìo—. S-se golpeò la cabeza, y...

Manuel quedó de pronto, tan gèlido como un tèmpano.

—¿Què?

—Mi-Miguel...

—El paciente es Miguel Prado —dijo la enfermera, extendiendo el informe a Manuel—. Ingresò recién a urgencias, y...

—¡¿Miguel?! —gritò Manuel, sintiendo su corazón latir con fuerza—. ¡¿Q-què pasó con èl?! Y-yo, debo irme rápido... per-permiso, y lo... lo siento, por favor...

Se disculpò rápido con la paciente, y sin esperar por màs tiempo, caminò a zancadas, saliendo del box. Por los pasillos de urgencias, entonces comenzó a correr. Julio le siguió por detrás.

La enfermera, se quedó con la paciente entonces, y comenzó a vendarle el pie.

Tras varios minutos de angustia, entonces Manuel llegó al box de Miguel.

Entre el Callao y Miraflores | PECHI2PWhere stories live. Discover now