Alcanzando el cielo

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Cuando Manuel resoplò la última palabra, en el final de su relato, entonces ambos guardaron profundo silencio en la oscuridad de la habitaciòn.

Manuel, con la mirada opaca, y una expresión hundida en tristeza, respiraba con lentitud, un tanto màs aliviado, por al fin confiar el mayor miedo de su vida. Lanzò un leve suspiro, y una làgrima le rodò por la mejilla; Manuel alzò el dorso de su mano, y la limpiò. Y, tras el paso de varios minutos, cuando entonces ninguno mediò palabra, Manuel alzò la mirada hacia Miguel.

Y el corazón se le apretujò, cuando vio la expresión en su amado; Miguel yacìa con la mirada gèlida hacia la pared, perplejo, y sin dirigirle la atención en absoluto a Manuel.

Aquello dolió.

Y tuvieron que pasar otros minutos, para que entonces Miguel, pudiese hablar.

—T-tu hijo... murió en ese accidente... —musitò, aùn con la mirada hacia la pared, y sin hacer contacto corporal con Manuel.

—Sì... —susurrò Manuel, sin decir màs.

—Y... y —Miguel, a duras penas, digería toda la cantidad de información que su cabeza había recibido—. Tù... fuiste condenado por homicidio, por causa de... de ello.

Manuel volvió a asentir, en silencio, aùn cabizbajo.

Miguel dio un suspiro entrecortado.

—Entonces... fuiste padre, Manuel —dijo, rebobinando todo—. Fuiste padre alguna vez, y... y no me lo dijiste.

Manuel torció los labios, y dijo:

—Miguel, si no te lo dije antes, fue porque...

—No, Manuel —irrumpió Miguel, nervioso—. Y-yo... no sè, me siento muy extraño ahora. Me está costando mucho digerir esto. De pronto, sè que fuiste... fuiste padre, de que tuviste una familia. Tuviste una mujer, y un hijo. Conviviste con ella, y...

A Miguel se le llenaron los ojos de làgrimas, y se alzò de la cama. Se removió nervioso en su lugar, y Manuel le observó melancòlico.

—Antes que yo, hubo otras personas. Y personas màs importantes que... que yo —susurrò, sin ser capaz aùn, de dirigirle la mirada a Manuel—. Y de pronto... me dices que fuiste también un delincuente. Que robabas, que eras parte de una banda, que incluso trabajaste para un narcotraficante, que usabas armas, y...

—Miguel... —volvió Manuel a decir— pero eso fue hace mucho, yo ya no...

—¿Y cómo sè que ya no, Manuel? —Miguel estaba siendo jodidamente impulsivo, y el primer pensamiento que a su cabeza venìa, lo decía sin reflexionar antes—. Digo... yo, no sè si tù aùn...

Manuel se alzò de la cama, y exhalò con pesar.

Ambos guardaron silencio.

Miguel aùn estaba en shock.

—Tù... no puedo, lo siento... —las palabras de Miguel llegaron a ser entrecortadas—. Esto es mucho para mì. De pronto, sè que tuviste tu propia familia antes que yo, y... —lo que màs dolía a Miguel, era el pensar que Manuel, pudo tener su propia familia, mientras que èl, añoraba por tener una. Miguel, dudaba en aquellos instantes, si realmente era tan importante para Manuel, como èl creìa. Seguramente, Manuel le estaba usando para llenar aquella carencia del pasado. Las inseguridades de Miguel, entonces incrementaron—. Tuviste un hijo, Manuel... y... en Chile figuras como un asesino, yo... no creì que fuera asì. Digo, esperaba otra cosa, pero... pero esto...

Hubo otro largo silencio, y solo se oyò la leve respiración de ambos.

Manuel, que yacìa en su sitio con la cabeza agachada, entonces se sintió nuevamente humillado.

Entre el Callao y Miraflores | PECHI2PWhere stories live. Discover now