Capitulo XXXVIII: Contra todo.

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–Eren... Tienes que irte del país. Si no quieres que te encierren vete. –aquel rubio parecía asustado con la presencia de su hermano.

–Me iré en una semana, después del baile... Me llevaré a Mikasa conmigo. –no le importo mucho el cuerpo de su padre inerte en el suelo.

–Iras a dónde?

–Mamá quería conocer París, así que lo conoceré por ella. Qué harás con él? –señalo a su padre en el suelo sin dejar de ver a su hermano.

–le daré el entierro que merece. Te diré dónde estará si algún día decides perdonarlo. –en un intento fallido de ocultar su enojo hizo exaltar al castaño.

–Te molesta? De ser así dilo. Pero ambos sabemos que lo merecía, por tu madre y por la mía.

–Con golpearlo no te bastaba que tenías que matarlo?! –dejo salir la inmensurable irá dentro de si.

–Decidí que le arrebataría su libertad a todo aquel que tratase de robar la mía, y este hombre se robó la de nuestras madres, así que no. No me bastaba golpearlo. –enfurecido salió del lugar tratando de asimilar sus actos.

Su teléfono sonaba de una manera muy insistente, y de seguir así no dudaría en aventarlo a la calle. Pero sería suficiente para calmarse?

–Mikasa...

–Eren!! Al fin contestas! Me tienes preocupada en dónde estás? Estás bien? Te paso algo? –ella quería llorar por el solo hecho de no saber de él.

–Quiero que vengas al bosque de siempre. –ignorando toda pregunta antes objetada colgó el teléfono y se dispuso a seguir su camino hacia el lugar solicitado.

Aquel bosque tan repleto de vida que le hacía olvidar todo la mayor parte de las veces, hoy era una de esas pocas veces en las que no era de ayuda, se veía todo más turbio que cualquier día ajeno a ese, como si ese bosque sintiera lo mismo que él, el viento parecía entenderlo mejor que nadie y se lo comentaba a las hojas de los árboles, y así se pasaba el rumor de rama en rama, haciendo que el bosque se sintiera triste e invaluablemente enojado.
Había sincronizado su corazón con el canto del viento que hacía danzar la copa de los altos árboles, mas a cada momento recaía más la soledad sobre sus hombros, cada segundo en ese bosque pasaba a transformarse en una hora completamente solo con animales incapaces de comunicarse como él lo hacía.
Cada momento de eternidad momentánea le mataba una y otra vez, viendose resignado a dejar de pelear por el calor que buscaba y no llegaba, le agobiaba más a cada instante, sintiendo su corazón hacerse a cada instante más pequeño y dejando de sentir lo que el bosque sentía por él.

Amaba la paz y la libertad que sentía estando allí, amaba ese bosque tanto como a la mujer que una semana atrás termino por morir a manos de quién no había conocido hasta ese día; la injusticia más grande que había visto era la que su padre había cometido. Sintió que arremetian en si contra cada que se hablaba de su difunta madre, era como la noche del solsticio, duraba tanto que era agobiante aquella inconmensurable irá que yacía en sus adentros.

Cada pequeño instante en ese paraje le hacía sentir cada vez más miserable viendo la grandeza de los árboles en comparación de si mismo, esos gigantes árboles que parecían poder arrasar con todo y él en comparación tan pequeño que no podría matar ni a la mitad de un estado.

Por qué no llega aún aquella chica? Qué la hace tardar tanto? Es que ha estado corriendo desde su casa hasta haya?

–¡¡¡EREN!!! –le hizo salir de los sórdidos problemas de su mente inestable, para pararse e ir hacia ella como un cachorro cuando ve a su dueño después de horas.

Aunque seas un presoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora