Capitulo XXXIX: Misericordia

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Francia es sin lugar a dudas un lugar fascinante, más allá de la torre Eiffel o cualquier otro lugar, era sin duda un gran lugar para vivir con ella.
Pero que gran sorpresa  que en Europa la mafia estuviese aún más desarrollada que en otros países.

–Bonjour Mesier... –dijo alegre la chica.

–Hola... –se volteo a verla con los ojos cerrados.

–Quieres comer? –le rodeo con su brazo, él miro la mano que caía sobre la cama y entrelazó sus dedos.

–Dame unos minutos así. –ella miro a su persona reposando con calma sobre la misma cama que ella.

Pensando en todo momento: "Lo merezco?" Dudas diarias cada que le miraba a su lado.
Las barcas pasaban por debajo del puente perturbado la paz del agua, pero más dañaba la paz el hombre que quería llevarse a una chica por la fuerza.

–Eren... Ellos... –Mikasa apunto a los maleantes que aún tras escuchar las súplicas de aquella chica no reparaban en soltarla.

–Ah... Me esperaría aquí? –la miro sin querer abandonarla, y menos por su estado, pero quería salvar a la chica.

–Hazlo... Te esperaré. –le sonrió alegremente para demostrarle que estaría bien.

(Cambio de narrador: equicsiente)

No pude llegar antes de que se marcharán con ella en esa fea ban negra, pero me hice valer del parkour para seguirles y no perderlos de vista, fue algo cansado si soy sincero, pero lo tome como un reto. Habiendo llegado al recinto bien estructurado y evidentemente demasiado bien cuidado, entre por la puerta trasera evitando los "guardias" que tenían, quería eludir todas las batallas posibles. Entre así escabullendome entre las sombras a aquel burdel.

Había hombres de muchas edades, la media matemática de las edades era de treinta, por mayoreo se podría decir que dominaban aquellos hombres que estaban o pasaban la edad mencionada, siendo yo el más joven.
Se desalojo el lugar en cuanto la chica entro, parecían querer tratar el asunto entre las mujeres que ahí vendían su cuerpo y los dueños de tan modesto lugar.

–Quiero que vean lo que pasa con aquellas que se atreven a traicionar tan hermoso arte... –con un arma apunto en la sien a la chica, que para mí mala suerte se parecía a mí.– Escucha preciosa... Tu cara bonita no te salva de nada. –sujetando fuertemente el cabello de la joven la levanto del lugar al que había sido arrojada con antelación, sin apartar el arma.– No importa que tan bellas sean, la traición se paga con la muerte.

–Y arrebatarle la libertad a otro, merece la peor. –salí del escondrijo oscuro en el que me encontraba, apuntandole a la cabeza a aquel cerdo que tenía frente a mi.

–Ay... Mira Frieda... Es tu hermano? –la cara golpeada de la mencionada me pedía a gritos que la sacará de ahí, igual que las horrorizadas chicas que se pusieron detrás de mi.– Contesta! –la aventó al suelo pateandola en el torso.
Un grave error suyo estando en mi presencia.

–No!! –tratando de cubrirse el rostro entre llantos respondió.

–No debiste hacerlo...

Comencé con la labor de siempre, utilizando las habilidades que mi maestro me había enseñado con anterioridad, gracias ello recibí pocos golpes; ellos por su parte terminaron en una escena que parecía una masacre hecha por varios hombres. Mire al robusto hombre asustado delante de mi que trataba de dispararme sin tener una puntería realmente buena.

Aunque seas un presoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora