Capitulo XLI: Blasfemia.

65 5 0
                                    

Hace años que decidí que lo mejor para el mundo en el que nací, era erradicar todo el mal que el tiempo me permitiese.
Durante años he peleado contra el mundo que se me había dado, sentí entonces que debía rendirme.

Estuve fuera de casa durante horas hasta que me llamo Mikasa.

{•••}

—Eren... Te ves desanimado, está todo bien con Mikasa?

—Sí, gracias... Annie, cualquier cosa que me suceda, por favor... Sigue ayudando a Mikasa como hasta ahora. —su mirada perdida e inestable me basto para darme cuenta que ella no estaba preparada para que me fuera de nuevo.

Yo tampoco, si me permiten ser sincero, todo lo que había pasado en esos meses, e incluso el hecho de que Mikasa ha estado haciéndose la loca estos últimos dos meses fingiendo que no sabe dónde estoy... Me he sentido mucho más vivo que antes, y aunque no he dejado de lado mi hobbie esto ha sido muy bueno; el enojarme cada que salgo con Ymir y alguien se le queda viendo o apoyar a Adrián cada que quiere proteger a alguien, tenerlos y verlos felices es impresionante, ver a la familia unida, e incluso cenar todos junto con Annie y Derek... Son mi familia.

—Te vas a entregar... Eren?

—No tengo más opción, si esto se alarga, Mikasa sufrirá las  consecuencias cuando se descubra la verdad. —sostuvo mi mano viéndome con determinación dispuesta a hacer lo que sea para ayudarme.— Annie... No hagas nada por mi, nunca.

—Qué?... Pero Eren —solto mi mano desconcertada e intentado suprimir sus emociones, pero fueron más que evidentes.

Así, encarnando la furia, partí con el rumbo puesto a mi hogar; estuve indispuesto a escuchar algún sermón de Annie pidiendome que cambie de parecer y siga huyendo.

{•••}

—Dame eso Adrián! —antes de entrar escuché la voz de mi hija gritarle a su hermano, y después que alguien corrió.

—No!

El alivio que esa tranquilidad me había generado fue suficiente, para entrar.

Ví a Mikasa leyendo un libro apaciblemente en el sillón de la sala, y a Adrián ser perseguido por Ymir; de algún modo aquello me lleno de tanta pero tanta paz que me fue casi imposible creer que era verdad.

—Estoy en casa... —todos detuvieron sus actividades con tan solo escucharme, y los niños corrieron a abrazarme como si hubiesen pasado muchos años.

—Papi! —ambos gritaron al unísono, abrazándome con cierto afán.

—Bienvenido a cada, Eren. —la sonrisa tierna de mi mujer me hizo olvidar tantas malas experiencias, tan tranquilo.

Durante las siguientes horas todo había sido tan tranquilo, hasta que escuchamos el timbre de la puerta durante la cena, cena que estuvo llena de relatos, unos románticos, otros agresivos e igualmente divertidos, de no ser por el asqueroso timbre.

—Yo abro... —Mikasa se levantó de la mesa con una sonrisa tranquila, demasiado tranquila.

No supe que pasó en realidad, solo la ví subir las escaleras algo anonadada.

Todo parecía hecharme la culpa encima, no carece de sentido obviamente, pues hay tantas cosas de las que ya la culpe y no me detuve a pensar nunca en lo que yo hice, que fueron tantas cosas de hecho.

Usando de reflejo mi teléfono mire la luz del foco encima mío, me encontraba ya solo en la cocina, recordando a toda la gente que de mi se había apartado, todos aquellos a los que perdí: Sasha, Armin, Ymir, mamá, papá, Zeke, Gabi, Connie, Falco, Colt, Jean, Reiner, Berthold y más personas que perdí en el camino, personas que hoy me odian o están muertas, a quienes quizá no habría perdido de no haber empezado con esto, pero lo hice a fin de cuentas.

Aunque seas un presoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora