Casi hundido en mi propia sangre me encontraba mirando el cielo, escuchando ambulancias y patrullas pasar en un mismo són... Cuán perdido estaba para no notar las heridas de mi cuerpo, sino hasta levantarme y sentir el líquido fluir sobre mi piel...
No tenía un rumbo fijo, solo quería salir de la zona antes de que alguien pudiese verme.
Tenía en mi mente y manos toda la sangre escurriendo, era mía y de algunos otro hombres sin futuro, pero tenían familia y gente que les apreciaba, sin embargo, gente como ellos merece vivir?
Entre tantas cavilaciones llegué junto al gentío que murmuraba cosas sobre mi, utilizando el ya sonado sobrenombre.
—Cómo le llaman a ese hombre? El demonio del qué?
—“El demonio del paraíso” Es algo estúpido que lo llamen así, solo matando gente, debería ser la muerte.
—Pero por qué? Él solo mata delincuentes no? Nos ha traído un paraíso de paz... Tiene merecido ese apodo.
Esa discusión la escuché mil veces cada que pasaba herido o sano al lado de alguien, tan repetitivo era que ya sabía que dirían.
En mi trayecto de antelación a la muerte deje un pequeño rastro de sangre que no me preocupe en ocultar o evitar, solo deje que cayera la sangre.
A medida que avanzaba me sentía mucho más débil, todo mi energía de a poco se iba drenando, hasta llegar a casa.—He vuelto... —acostumbrado a qué en ocasiones no hubiese nadie que contestará entre, y me deje caer en el sillón de la sala, plenamente dispuesto a esperar mi muerte.
—Eren? —alguien me llamaba a los lejos según escuché, y a duras penas respondí emitiendo un sonido.
Y después nada.
Al abrir los ojos de nuevo seguía en casa, esta vez en mi cuarto y con las heridas vendadas. Mi mano se sintió algo pesada y en un momento la sentí caliente, no sabiendo por qué pasaba esto, me mire el brazo, solo viéndola dormida al lado mío sosteniendo mi mano.
—Oye... —estaba cansada en realidad, pues a duras penas abrió los ojos.
Al hacerlo por completo me miró reaccionando al instante y queriendo abrazarme, más se mantuvo quieta en su lugar.—Estas bien...
—Bien... Es mucho, estoy vivo y no muerto, eso ya es algo. —un poco sarcástico la mire, notando que no le había causado alguna gracia el comentario.
—Tenía miedo... Solo pensar que podría perderte...
El abrumador silencio que había provocado con sus palabras reino por un momento, ella intentaba contener sus lágrimas solo apretando mi mano, pero no podía simplemente.
—Oh... Perderme no es exagerado? —ya con los ojos aguados dirigió su mirada hacia a mi.— Me perderás solo si dejas que me hunda solo.
—Hundirte? En qué?
—En el charco de sangre de mi estómago! —me levanté un poco rápido y la heche sobre la cama para hacerle cosquillas a las costados del dorso.
Entre risas me pedía que parara de hacerlo, hasta que se le fue el aire totalmente y se levantó para sentarse a la orilla de la cama.
—Ni herido pierdes energía... —seco las lágrimas que se le habían salido de los ojos por tanto reír.
Suavemente se dejó caer hacia atrás quedando sobre mis tobillos, con la cabeza entre mis piernas mirando el techo.
La mire de una manera indiscreta, pensando en las veces en las que solo miraba sus ojos tristes y hundidos en la nada, y sin poder ayudar por su falta de comunicación. Que tanta desventaja tenía yo en ese terreno?
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Aunque seas un preso
FanficNovela inspirada en la película ¡Milagros inesperados! personajes pertenecientes a Hajime Isayama. Corría por un bosque oscuro, solamente iluminado con la luz de la luciérnagas, en donde solo se escuchaban perros ladrando y el aullido de los lobos...