Aunque el útero seguía doliendo como el infierno, esta mañana desperté muy bien.
Me levanté de la cama, abrí la puerta y choqué de nariz contra la espalda del señor Hiddleston que acomodaba las toallas y sandalias desechables.—Buenos días.— Se dio la vuelta, mirando anticipadamente sobre la mirilla del ojo.
—¡Buenos!
—Veo que se siente mejor y... con más ánimos, señorita.
Lo cierto es que tenía tan presente la charla pendiente, que verlo sin avisar me puso de nervios.
—Aoh, sí. El primer día es lo peor, pero nada que 24 horas no deje atrás. Ammm... ¿té o café?, ¿aún hay café?
—Sí, justo ayer compré. El té me vendría de maravilla, por favor.
—De acuerdo.Cuando él bajó, extendí la tetera hasta su taza y serví el agua caliente. Mientras esperamos a que estuvieran listos, ambos armamos el desayuno, tostando pan y cociendo los huevos.
Nos sentamos a la mesa, cosa que casi no habíamos hecho, y suspiramos.
No sabía si era buen momento para hablar, estaba disfrutando tanto sentirme mejor que no quise perturbar el ambiente.
Fue como beber la compresa. Todo ese calor me relajó los músculos desde dentro, calmando el dolor y la inflamación.Esta vez me moví menos al bailar y elegí canciones no tan dinámicas. Es terrible pensar siempre en las pequeñas (pero muy reales) posibilidades de tener un "accidente" en estos días, en público.
Tomaba una pausa de cuando en cuando para tomar aire y concentrarme en reposar las piernas que aún me pesaban.
Por fortuna él ya había aprendido algunas coreografías y podía dejarlo bailando solo. Y se divertía, definitivamente; parece el tipo de persona que no necesita una pareja para bailar en la cima del placer.
Me senté en el suelo y bebí agua; no me sentía muy bien además de que el corazón me palpitaba con rigidez.
Él me miraba por el espejo, algo preocupado pero más
bien curioso.—Necesito retirarme, señor Tom. Lo libero de seguir bailando.
Me levanté con precaución, tomé mi botella de agua y salí del gimnasio. La puerta cerrada duró medio segundo porque tras de mí salió el señor Hiddleston. Sudaba casi como yo, pero él estaba tan acostumbrado a hacerlo que moverse no le era incómodo.
—La-a-acompaño. Cuidado.
Me apoyé en uno de sus brazos y la pared, hasta llegar a la cama y caer rendida. Mi pecho subía y bajaba dramáticamente con mi respiración.
—Muchas gracias. Será mejor que vuelva antes de que se enfríe.
—Estaré bien. ¿Qué necesita?
—Descansar, me duele todo. Y tal vez se me bajó el azúcar o la presión. No se alarme. Comeré uno de los caramelos que compró y todo se arreglará.
—Me daré un baño y volveré lo más rápido que pueda, ¿oquei?Se quedó junto a mí y leyó su cuaderno a la hora del arte.
Me gusta mucho eso de él: es tan puntual que no te deja respirar. Le apasiona tanto lo que hace que el tiempo se vuelve insignificante, entra en un estado de flujo tan profundo, que no hay nada más en el mundo.
Los capítulos siguientes revelaron la razón del sufrimiento de los niños y es que, el espantapájaros tenía tantas ganas de vivir y compartir su alegría, que no se decidía por cuál de todos los niños llevar a sus aventuras y los terminaba fastidiando."¡Qué lindo escribe!" No paraba de pensarlo.
Al anochecer intenté bajar las escaleras pero me puse de pie tan rápido que un mareo me flexionó las rodillas en el pasillo, justo cuando el señor Hiddleston subía con nuestros platos.
Confirmo: puntual AF.
Volvimos a la habitación y yo ya comenzaba a enfadarme de tanta oscuridad; comodísima y acogedora, pero excesiva. Me urgía que el periodo se acabara para seguir con mi vida y salir de la cama... para vivir en el sofá.
AGH.
Subió además, una película romántica sobre compañeros de habitación. Y aunque la disfrutamos, compartimos los chocolates restantes y nos reímos de lo extremista que era la película, creo que pudo haber escogido otro género.
Al final pudimos hablar, un poco adormilados por el vino rosado que acompañó la carne de hoy. Dije, dejando mi plato en el tocador y haciéndole espacio al señor Hiddleston en la cama:—Suba, suba—Él también dejó su plato en el tocador, por encima del mío y se sentó donde le indiqué—. Señor Tom: perdón por el día de ayer. Bueno, no el día, más bien por a-anoche. Le juro que nada fue intencional.
—Entiendo... ¿qué era eso de la responsabilidad que mencionó antes?
—Ah, sí. Pues resulta que: somos seres sociales que crean vínculos a partir de interacciones y decisiones, ¿oquei? Oquei. Y aunque esos vínculos no tengan nombre, algo pasa con las personas. Uno es responsable de hablar con el otro para dejar en claro porqué hace lo que hace, para no lastimarse.
— ¿Y cree que me lastimó anoche?
—Noup... pero sí creo que las acciones no desaparecen sin dejar marcas, por muy pequeñas que sean. Dígame sin pena, señor Tom: ¿sintió algo anoche?—Los colores se le subieron a la cara y pensé que tal vez fui muy confrontativa—. ¡Está bien, no se presione! Mi punto es que: no tiene nada qué temer. De mi parte jamás habrá interés por algo más. No puedo permitirnos una transferencia ni una contratransferencia romántica.
— ¿Una qué?
—"Transferencia" es la proyección de sentimientos de un paciente hacia el terapeuta. La "contratransferencia" es lo mismo pero del terapeuta al paciente.
—En pocas palabras: no podemos tener sentimientos el uno hacia el otro.
—Sí y no. Es inevitable que los haya. Yo los tengo por usted: agradecimiento, admiración, amistad; con la letra A. Lo que no podemos es enamorarnos. Por eso me disculpo en nombre de mis hormonas: lamento si fui muy sugerente y pareció que quería algo... más.
Y listo. Lo escucho.
No soy la mejor manejando estas situaciones porque no suelen ocurrirme.
Respiró, se acomodó la pijama y mirándome, dijo:—Gracias por ser tan considerada y hablar de esto. Anoche... creo que ambos nos confundimos entre tanta tensión y oscuridad, vaya. Yo también siento una gran admiración y aprecio por usted, pero eso debe quedarse allí. Concuerdo en mantenernos en esa línea y no resbalar por el incidente de anoche, eh... creo que esto se complicó mucho.— Acarició su nuca con una de sus manos, lanzando su mirada hacia una de las paredes del cuarto.
—Es el proceso para arreglar las cosas, créame. ¿Algo más que necesite saber? ¿Todo está bien?
—No, nada. Todo en orden.Extendí la mano y nos dimos un apretón, al inicio fue tan incómodo como un chiste malo, pero sonreír fue la clave para resolver esto totalmente.
Recogió los platos y el DVD, abrió la puerta con el pie, salió y desde el pasillo pude escuchar:— ¡Buenas noches, señorita Teresa!
Lo dijo con tal entusiasmo que no pude evitar contagiarme.
— ¡Buenas noches, señor Tom. Que tenga dulces sueños!
— ¡Gracias!Por fin todo estaba en donde debía estar. Me sentía satisfecha y ligera por el alcohol. No podía dejar de sonreír y soltar risillas.
En el fondo siento que fui muy torpe, sí; pero qué lindo es vivir aquí.
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[Puertas Cerradas] |Tom Hiddleston|
FanfictionMarzo, 2020. La pandemia que se ha desatado obliga al mundo entero a cerrar sus puertas. A todos. Incluyéndome en la casa de un extraño a quien he debido entrevistar para una evaluación psicológica previa a un papel teatral. Bien... no tan extraño...