Día 25

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Hoy recibí una llamada.
Concretamente la llamada que temía.

— ¿Y debo notificarle al cliente?
—"Así es. Mantenerlo al tanto de la situación es importante para que no pierda la concentración y evitemos la resistencia. A la empresa no le conviene el retiro voluntario del cliente; estamos y perderemos mucho tiempo sin remedio."
—Entiendo. Gracias, jefa. Lo... llamaré en cuanto tenga oportunidad. Que tenga buen día.

Las ganas de desayunar se esfumaron antes de siquiera bajar. Me quedé un rato en la orilla de la cama, sentada, pensando qué hacer y cómo decirle.
Claro que estaba emocionada por trabajar en esto pero ahora... ¿qué se supone que haría?

Él dijo que soy muy transparente, así que hice mi mejor esfuerzo por olvidar la llamada.
La ventaja de hoy es que fue su turno para ejercitarnos y cenar, por lo que no me detuve en hacer comentarios halagándolo para distraerme.

Cenamos pizza de nuevo, pero esta vez casera. No sé cómo lo hizo pero a juzgar por las pequeñas manchas de harina en los mangos de las espátulas y el horno, podría apostar a un tutorial de internet.
No hubo película pero sí música italiana (espera: esas flores no estaban antes), y luz.

Esta noche el silencio me lastimaba.

— ¿Quiere compartirlo o es algo muy personal?— Interrumpió mis pensamientos con el sonido de la rebanada despegándose.
—... debo decirle.
Rayos.
— ¿Debe?
Levantó una de sus cejas y ya no pude continuar comiendo. Me separé un poco de la mesa y lo miré.

—En la mañana mi jefa llamó para discutir el tema de la evaluación y de cuándo debo verlo.
— ¿Le dijo lo que pasó, que estamos juntos?
Estamos juntos.
—Oh, Dios, no. No.
— ¿Y qué le dijeron? Porque hasta donde recuerdo, le habían pedido no hacerse cargo de la evaluación.
Sonaba tenso y hasta un poco molesto, podría decir. Sentí algo de miedo.
—Después de pensarlo, decidieron dejarme como evaluadora y pidieron que le notificara que esto sigue en pie. Debo preguntarle también: ¿Desea continuar con la evaluación? Cuando esto termine, por supuesto.
—Pues... sí, supongo. Va a ser más sencillo porque ahora somos amigos.— Sonrió como el niño pequeño que sigue siendo a ratos.

SOMOS AMIGOS.
Cuánta ternura en una frase y qué poderoso es el dolor de la cercanía.

—Bien. Eso era lo que me tenía la mente ocupada. Buenas noches, señor italiano, esta noche se lució.
— ¿Buenas... noches?

Dejé mi plato, viéndome incapaz de seguir comiendo por culpa de los pensamientos sin tregua.
Obviamente no era todo.

Tengo dos problemas:
1. ¿Cómo le digo a mi jefa que me quedé atrapada en casa de mi cliente y que llevamos toda la cuarentena conviviendo sin pensar en ser profesionales?
Y 2. ¿Cómo le digo al señor Hiddleston que no puedo seguir con la evaluación porque ahora somos amigos y yo... tal vez esté haciendo las cosas mal?

Pienso que la comunicación lo resuelve todo, pero por ahora debo elegir con cuidado mis palabras porque esto no se sostendrá para siempre.

[Puertas Cerradas] |Tom Hiddleston|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora