Hablar y amar

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No tengo palabras para describir lo que sentí al verlo frente a la puerta.
Y al parecer él tampoco.

Vi a Nick pasar en la acera de enfrente, tuve un pequeño impulso por gritarle pero los ojos del señor Hiddleston resplandecían en tristeza y deseo, y sólo por respeto a esto fue que no le di su merecido.
Aunque pensándolo bien, parecía haber sido lo correcto.

Él retrocedió por los escalones de entrada, el sol le iluminó la silueta, mostró las palmas de sus manos y corrí tras dejar caer mi bolso.

Sentí su abrazo como algo que hubiera perdido y recuperado. Como si exactamente esa sensación me perteneciera.
El concreto se calentaba bajo nuestros pies mientras el aire soplaba y se llevaba algunas hojas verdes, susurrando a nuestro al rededor. Pero por mucho, la calidez que se guardaba entre nuestros pechos tenía mucha más fuerza para derretir cualquier cosa.
Sus brazos me rodeaban en la totalidad, sus manos seguían en la temperatura que las recuerdo, la fuerza del abrazo hizo que se curvara hacia adelante y yo arqueara la espalda hacia atrás, dejándome sentir algo de sudor cerca de su cintura.
Su perfume se volvió el aire que respiraba, me devolvió la tranquilidad escuchar sus latidos agitados y sentir su cabello corto.
Alcé la nariz al separarme un poco, para poder ver su rostro a la luz.

Santos Cielos, lo extrañaba con la solidez con que lo veía.
Y tenerlo entre mis brazos me hacía sentir con claridad, recordarlo todo y disfrutar la vida un poquito más.

— ¿Quiere... pasar y tomar algo?
—Me encantaría.
Entramos y subimos las escaleras hasta mi departamento.
— ¿Vino hasta aquí en coche? Traté de llamarlo pero no respondió. Aunque la pregunta sería: ¿quién le dio mi dirección?
—No, eh, he venido con ayuda del mapa en el teléfono y el tren. La batería se agotó en el camino y responderé con otra pregunta: ¿quién le dio mi número?
Oh, no.
Me atrapé.
—No sé cómo decirlo sin que suene ilegal.
— ¡Tampoco yo!
Y allí estábamos de nuevo: riendo apenados por nuestras acciones.
—Puede que contactara a alguien en la agencia.— Dije, limpiando mis lágrimas de risa.
— ¡Sí! Oh, esto en increíble.

Abrí la puerta y dejé que él entrara primero. Caminó con cuidado, guardando silencio como si se tratara de un museo o una iglesia.
Soltó un murmuro de asombro y sonrió. La luz que reflejaban mis paredes rosas y crema, le suavizaban las arrugas.

—Bienvenido a mi hogar.
—Es... muy hermoso. ¡Puedo verla en todos los detalles!, se nota que es suyo.
—Es por esto que tanto deseaba volver. ¿Quiere algo en especial?
—Agua, por favor.
—Bien. Ammm, puede tomar asiento donde guste y también quitarse los zapatos. Ya vuelvo.

Sólo avancé un par de metros y llegué a la cocina. Serví un vaso de plástico, con agua y algo de hielo, y volví a la sala.
Se veía acalorado.
Aún no podía creer que lo hiciera.
Lucía tan extraño allí, pero no descuadraba.

—Lamento el desorden. Salí tarde después de que mi vecino me pidiera un libro para su sesión de... lo que sea. Igual se fue sin él.
—Tiene vecinos muy peculiares, parece.
—Sí. Pero en general son buenos. Nos apoyamos y cuidamos entre nosotros... excepto con Mike del número ocho, él jamás está y no habla con nadie que no sea Sally del número nuev--- perdón, es una indiscreción.
—Lleva una vida muy interesante.
—No lo crea—me senté a su lado en el pequeño sofá junto a la ventana—, es fácil notar los detalles emocionantes en la cotidianeidad. Debería escribir todo lo que aprendí y vi de sus vecinos el día que me fui.

Ups.
Nos lastimé visiblemente cuando dejé de hablar y él posó el vaso en la mesita junto al televisor.

—Pero dígame, ¿cómo ha estado?— Sonreí y jugué con la cinta de mis tenis.
—Muy bien, en realidad. Gracias. Al fin he visto a mi familia, paseado, ¡oh!, y me pusieron en contacto con mi nueva evaluadora; la veré la siguiente semana—Escuchar eso me puso algo celosa, no por el trabajo, sino porque aún quería descubrir qué guarda dentro de él. Qué suerte de Annia—. ¿Cómo ha estado usted? ¿Qué, ah, qué ha hecho desde...
—No mucho, para ser sincera—Sostuve la mirada, pidiendo al Cielo por no llorar—. El cambio fue espantoso de vivir porque sí, los vecinos son amigables y los colegas existen, pero la realidad es que a veces estoy tan sola como usted... y estos días han sido así. En el fondo no la he pasado bien.
—En el fondo me encuentro igual.
—Apesta.
—Sí.
—Pero hoy he hablado con mi jefa, ¿puede adivinar?
— ¿Tiene un caso nuevo?
—Sí y no. Tengo trabajo pero esta vez deberé investigar para una ONG.
— ¡Qué buena noticia! Las ONG abren muchas puertas a conocimientos nuevos y experiencias gratificantes. Mis mejores deseos.
— ¡Se lo agradezco!

[Puertas Cerradas] |Tom Hiddleston|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora