Día 2

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La mañana siguiente fue todavía mejor que la anterior pues dormí más profunda y cómodamente. Aún pensaba en no rendirme y negociar con el señor Hiddleston el que durmiera en su recámara o... y mi corazón dio un vuelco cuando imaginé tenerlo junto a mí, descansando y respirando a centímetros de mi... cuerpo.
Baaaaaah.
Son pensamientos que te asaltan cuando tienes mucho tiempo para pensar, ¿no? No significan nada. En lo absoluto. No. No.
¿No?

Bajé las escaleras y encontré al señor Hiddleston preparando dos tazas de café. Esta vez sacó de la alacena un tarro de cristal con algo mantequilloso color miel, y lo dejó entre las tazas.

— ¡Buenos días! El café está listo y tengo algo especial para compartir.— Su energía me llegó de golpe y me contagió la sonrisa con la que me recibió.
— ¡Buenos sean, señor Tom! ¿Durmió bien? Me alegra encontrarlo tan animado.
—Tuve un excelente sueño. Ah, pero no---
—No se preocupe, no lo psicoanalizaré. ¿Qué es lo que quiere compartir?— Bromeé con él y recargué los codos en la isla de la cocina, altamente interesada por el tarro misterioso.
Rió.
—Está bien. Es un recuerdo de Indonesia: crema para café. O eso creo porque no lo parece. Esperé mucho tiempo para beberla.
— ¿Por qué no lo hizo antes?
—Jamás había tenido una experiencia extraordinaria bebiendo café solo o acompañado, hasta ayer conti--- con usted, y creí que sería buena idea compartir esto.
—Se lo agradezco mucho. Me alegra compartir experiencias nuevas y tan positivas.

Untar la crema en la taza y ver cómo se derretía y fundía con el agua caliente fue hermoso: el fondo se coloreó de un tono quemado de chocolate pero la superficie parecía ser de oro líquido. ¡Y qué sabor! Jamás había probado algo tan delicioso.
La cocina se llenó de los ecos de alegría. Un montón de endorfinas nos bañaron el cerebro, haciendo que todo brillara y se magnificara en un cálido oleaje de luz y dulzor. Fue casi orgásmico.
Ay, Dios bendiga a Indonesia.

—Señor~— Casi susurré.
— ¿Hm?— Casi susurró.
—Me daré un baño, si no le molesta.
Se incorporó y se deshizo del hechizo del café.
—Adelante, por supuesto. Pero permítame aprovechar el momento y ducharme también, así cuidaremos la privacidad del otro.
—Ah, qué buena idea.
—Tomaré ropa del armario antes, si no le importa esperar unos minutos, y buscaré algo para usted.
—No debe molestarse por eso---
—Señorita, por favor, déjeme velar por usted, como anfitrión.

Ambos subimos hacia su recámara pero justo antes de que entrara, una gama de rojos vivos estalló en sus mejilla, dio una media vuelta apresurada y casi sin control. Se puso de pie frente a la pared del pasillo y cerró los ojos.

— ¿Qué ocurre?— Pregunté en un intento de descifrarlo.
—Eh... perdone la indiscreción pero parece que algo suyo, muy íntimo, ha caído al suelo.
Con cuidado atravesé el umbral, ¡y encontré mi sostén tirado a la mitad del suelo entre la cama y el armario! ¡Dios!
Me di cuenta entonces:
Fck número uno: olvidé ponerme el sostén antes de bajar.
Fck número dos: olvidé que la pijama del señor Hiddleston es fresca debido a su transparencia.
Fck número tres: Eso explica que volteara constantemente al techo. Creí que era un efecto de la crema para café.
Fck número cuatro: ¿CÓMO PUEDE ESTAR PASANDO ESTO? ¿QUÉ TAN MALA MEMORIA DEBO TENER PARA QUE---- uuuugh.

Normalmente estos temas no me escandalizan, pero en esta situación y con un hombre de tal educación... No sé a quién le ardía más el rostro.

Salí y cuando hablé, noté un escalofrío recorrerle la espalda de abajo hacia arriba.
—Disculpe el descuido, no volverá a suceder.
—No se preocupe.— Abrió los ojos, mirando a la pared en distintos y rápidos puntos.
Hice un intento por aligerar la tensión:
—Bueno, yo conozco sus pijamas y usted ahora conoce---
— ¡Santos Cielos!— ¡Volvió a cerrar los ojos y ruborizarse intensamente!
— ¡Ah, ya me callo! E-e-estaré en el baño.
—S-sí. Eh... le dejaré una muda de ropa frente a la puerta.
— ¡Gracias!
— ¡Es un placer!

Olvidé mi teléfono en la cocina, así que no pude desviar la atención con música. Estuve en silencio por largos y agonizantes minutos hasta que escuché cómo el señor Hiddleston dejó las cosas en el suelo, bajó y cerró la puerta del sanitario.
Cuando oí el agua correr, me armé de valor y tomé la ropa y la toalla.
Para olvidarme de la vergüenza comencé a cantar en un tono bajo para no molestar. No sé en qué momento terminé cantando notas largas y altas, pero cuando lo noté, me detuve en seco y ya no encontré fuerzas para seguir cantando.
Y otra cosa:
Me estaba duchando donde Tom Hiddleston se ducha. ¡Increíble!
Es impresionante la cantidad de distintos aromas que hay dentro de ese pequeño baño. La ducha fue una genuina aventura.
La muda de ropa era de lo más casual: unos pantalones deportivos ajustados, que me quedaron considerablemente bien, y una camiseta azul grisáceo. Casi todo en la vida del señor Hiddleston era monocromático.

La tarde transcurrió con "normalidad", pues después de comer, él se fue a un cuarto que toma por estudio y yo me resguardé en la sala de estar de la parte trasera, donde repasaba la entrevista inicial y me preguntaba qué hacer con su caso—incluso cuando la agencia me había dado la orden de detenerme—.

La cena fue tan sencilla que por un segundo olvidé el asunto con mi escote y el sostén.
Esta vez me decidí a romper el hielo.

— ¿Está todo en orden?— Claramente la pregunta lo tomó por sorpresa porque casi se atraganta con el pobre cereal.
—Sí, claro.
—Me disculpo de nuevo, señor Tom. Repentinamente me he sentido como en casa y lo he olvidado. Pero pasemos la página y dígame, ¿tiene alguna idea en mente para pasar esta cuarentena?
—Me complace saber eso, señorita. Hum... no lo creo. Tal vez enfocarme en el papel que quiero conseguir, trabajar en él y otros asuntos de oficiales.
—Excelente, pero me refiero a usted como individuo, no como profesional.
—Vaya. Lectura, escritura, ejercicio y meditación. A este punto extraño salir cada noche a cenar.
— ¿Jamás cenaba en casa o algo así?
—Más o menos. Era un proyecto más bien personal, el de descubrir nuevos lugares locales y apoyarlos. Me llenaba el estómago y el espíritu.
—Suena fantástico.
Ambos sonreímos y continuamos destruyendo el plato de cereal. En algún punto sólo revolvíamos la pasta que se creó al dejarlo tanto tiempo en leche.
— ¿Usted piensa en algo para estar cuarentena?
—Meditar, tal vez. Ejercitarme en medida de lo posible y... me hubiera gustado hacer algo de arte pero estoy muy limitada sobre eso ahora.
— ¿Es también una artista?
—Más en la superficie que en el fondo. Mi talento es muy salvaje y primitivo, necesito un guía. Pero eso será al terminar todo esto... tal vez aprenda a cantar bien y hacer otras cosas.
—Ah, sí, el concierto fue estupendo. Tiene una voz hermosa—. Tosí un poco y me subió la temperatura a la cara—. No la he espiado, descuide. Todo es culpa del eco, ¿recuerda?— Asentí—. Y tengo una idea: ¿qué tal si... yo le enseño un poco de lo que sé y usted se vuelve mi cena personal?
— ¿DISCULPE?
— ¡Sí! Me refiero a que yo le transmito mis conocimientos y usted y yo fingimos salir a cenar cada noche a distintos lugares. Un día usted puede ser la chef y otra noche será mi turno.

La inocencia de este hombre es oro puro.
Lo pensé un momento y cuando miré mi triste plato, dije:

— ¿Y si quemo el cereal?
Una sonrisa amplia y de dientes completos se dibujó en su rostro. Los ojos le brillaban de entusiasmo y rió un poco.
— ¡Será genial! Incluso podríamos pedir comida a domicilio y fingir que lo hemos hecho nosotros.— Parecía un niño pequeño.
Y me gustaba inmensamente sentir su energía vibrar.

Esa noche el corazón no me dejaba de latir con prisa y los pensamientos se me acumulaban por montón. ¡Estaba a punto de comenzar a estudiar de la experiencia del mismísimo Tom Hiddleston! Y la idea de las cenas no me tenía menos nerviosa.
Casi que me gustaba esto, de verdad.
Pero... la idea de encontrar una solución para volver a mi hogar seguía en mi mente.
Rodé un rato por la cama tratando de calmar mis emociones y pensamientos para poder dormir.
Al final logré tranquilizarme y pensar con claridad:

Estará bien si lo hacemos por un tiempo para sobrellevarlo.

[Puertas Cerradas] |Tom Hiddleston|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora