— ¿Se dio cuenta o también lo dejó pasar?
— ¿Qué cosa?
Tremenda buena pregunta para ponerme nerviosa tan de mañana. Apoyé mi taza de café en la mesa y lo miré, desconcertada.
—Acabamos de pasar la mitad de la cuarentena. ¡Hurra por nosotros!
— ¡Es cierto! ¡Hurra!
Brindamos con nuestras tazas y hablamos de lo que haríamos en cuanto terminara la cuarentena.—Lo primero que quiero hacer es ir al andador del centro de la ciudad. Allí hay una heladería que siempre pospuse visitar y a la que esperaba ir cuando tuviera tiempo de relajarme, como algo especial, ¿sabe?
—Guardando las cosas para ocasiones especiales justo como la crema de Indonesia.
—... Sí. Supongo que uno no se da cuenta de lo que significa vivir hasta que se le restringe. Ahora tiempo para relajarme es lo que me sobra y lo cambiaría todo por ir unos minutos a caminar—Jugué con mi tenedor, vacilando con la comida y dije—. ¿Usted qué hará?
—Eh... no lo sé. Seguramente tendremos una junta presencial para saber qué pasará con la obra de teatro. Pero por mi parte lo que quiero hacer es ir a caminar, a correr lejos de aquí, en medio de los árboles.
—Suena bien. Ya llegará el día en que todo regrese a su lugar.Hoy dejé que bailáramos libremente. Aunque seguíamos las coreografías en su mayoría, yo cambiaba los pasos y me movía como quería. Él comprendió y también bailó como se le antojó hacerlo: daba patadas al aire, movía la cintura en círculos, caras graciosas y saltos por doquier.
En algún momento perdimos el control y terminamos bailando bachata tomados de las manos pero sin pegar el cuerpo; muertos de risa porque él resulta ser un gran bailarín y yo una entusiasta de mi propia rutina de ejercicio que no coordina cadera y pies.
Prácticamente dominábamos la canción a base de repetición, lo que nos llevó a dar algunas vueltas gracias a la memoria muscular y justo en el final, nos tomamos de las manos nuevamente y terminamos pegando el cuerpo.— ¡Nada mal! Hoy tenemos bastante energía, ¿eh?— Dije sin despegar mis ojos de los suyos.
Jadeando.
—Culpa de la espontaneidad. Woh!
—Bien, bien. Vamos por una ducha rápida y lo veo en el estudio, ¿está bien?
—Sí, ah... pero antes debo hacer algo. ¿Podré verla veinte minutos después?
—Seguro.Para ser cuarenta minutos de práctica realmente valió la pena esperarle. Esta vez cantamos en tonos muy bajos para darle la mayor oportunidad posible a nuestras gargantas de que se recuperaran totalmente. Se trató de baladas pop noventeras y el principio del año 2000; no había notado que su estilo es muy parecido y tranquilo.
Hoy nos hemos tomado la rutina con menos seriedad. Y este es el dilema: nos apegamos tanto a la rutina que se vuelve poco saludable, o damos pie a relajarnos tanto al grado de perder los avances.
Ambas ideas cansan pero ya sabremos qué hacer.Durante la cena y la película nadie habló. El silencio de esta noche fue tan placentero que podría cruzar a ser divertido.
Cenamos sentados en el mismo sofá, con la cobija cubriendo nuestras piernas y recargando los platos sobre las rodillas. Sentí como si... fuéramos de la misma edad y que podría ser abiertamente yo.
Sonreí sin darme cuenta, en una escena sobre asesinato y él se percató de eso, hilando mal la situación.— ¡Señorita!
— ¿Qué?
Me borró la sonrisa.
—Bueno, es que... ¡acaban de matar al dueño de la fábrica! ¿Por qué sonríe?
— ¿Qué?—Entendí todo de golpe. QUÉ MAL SE HABÍA VISTO— ¡No es lo que parece! ¡Ah! ¡Estaba pensando en otra cosa y sonreí deliberadamente!
— ¿En qué puede pensar en estos momentos?
Aunque subió el tono de su voz, se notaba la risa escondida y el humor que le causaba.
— ¡Pues en usted! Ah—Sentí un vacío en el estómago—. NO ES COMO SE ESCUCHA, AAAAAAAAH. Es que-que-es que...No pudo contenerlo y soltó una amplia carcajada, sosteniendo su plato con una mano y su pecho con la otra. Apretó los ojos y se inclinó para seguir riendo.
La película claro que pasó a segundo plano; no estaba segura si el foco de atención era él con su risa o yo con mi nerviosismo.—Debería de haber visto su cara. Jamás había visto una transición de tantas emociones en menos de un minuto. Ah, fiu~
Limpió una pequeña lágrima de su ojo y entre risillas me miró.
Yo no sabía qué hacer, todo lo que hacía se malinterpretaba y ya no resistiría sin reír o... llorar, tal vez. Ambas sonaban a buena opción.
—Me alegra que literalmente le cause gracia, señor Tom.— Sonreí y continuamos.Qué horror de película.
Detesto el suspenso.
Pero la cena estuvo tan deliciosa como siempre y nos reímos mucho otra vez.—Buenas noches con usted, señor Tom.— Dije, despidiéndome desde las escaleras y con la luz azul de la televisión como guía.
—Que duerma bien, señorita.
—Adiós.
—Hasta mañana.Vacilamos un poco, él con el control remoto en la mano pero sin apagar el televisor, y yo con cada pie en un distinto escalón.
Estáticos, sonriendo sin saber porqué.—Bien, creo... agh: "El que mucho se despide..."
— ¿Qué?Subí y cerré la puerta para dormir.
Probablemente sueñe con su cara confundida porque no conoce los dichos mexicanos.
Estará bien, lo valió.
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[Puertas Cerradas] |Tom Hiddleston|
FanficMarzo, 2020. La pandemia que se ha desatado obliga al mundo entero a cerrar sus puertas. A todos. Incluyéndome en la casa de un extraño a quien he debido entrevistar para una evaluación psicológica previa a un papel teatral. Bien... no tan extraño...