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El ruido del agua de la fuente fluyendo libremente junto con el sonido de la hierba y hojas moverse por el viento relajaban de sobre manera al esqueleto de bufanda roja. Le habían contado decenas de historias sobre el origen de este jardín, de cómo la diosa de la vida Toriel lo cuidó y mimó con esmero y cariño, como lo hacía con todos los que conocía. A Geno le hubiera deseado conocerla, aún sabiendo de la historia que tenía esta con Reaper y la relación que tuvieron, seguro que hubiera sido una persona amable y dulce.

Cerró su única cuenca mientras suspiraba tranquilo, aprovechando ese momento de tranquilidad y silencio para descansar. Era la primera vez en meses que se sentía tan relajado y seguro.

Qué pena que fue justo esa sensación que no le hizo notar cierta presencia en el jardín.

Abrió rápidamente su cuenta al escuchar el agudo silbido de una hoz bajando rápidamente hacia su cabeza, dando un salto hacia atrás justo a escasos milímetros del arma, viendo como si estuviera a cámara lenta el trozo de bufanda que consiguió romper bajando como una hoja recién caida de un árbol hacia la fuente a su lado.

-Bastante rápido, espero que seas más entretenido que el idiota azul y el imbécil de blanco y negro.

-¿Qué?

Aquella humana de vestido y ojos negros sonrió con diversión, corriendo hacia el ajeno mientras alzaba su enorme hoz. Geno, confuso, levantó su mano, listo para atacar, pero esos meses de relajación jugaron en su contra.

Dos portales se abrieron a la vez, el de la muerte y el de los hermanos del de bufanda, justo en el momento en que aquella hoz atravesara su pecho, partiendo su alma en dos. Duró menos de dos segundos, pero la presión de agonía y terror duró bastante tiempo.

Fueron testigos del polvo que empezó a amontonarse en el suelo, de aquella larga bufanda siendo llevada por el viento mientras se alejaba. La sonora risa de la humana inundó el lugar, alejándose del polvo al ver cómo Reaper se acercaba a paso lento hacia él. Se arrodilló en el suelo, agarrando con sus manos el reciente polvo para solo sentir cómo este se caía de sus manos como si fuera arena. No lo podía aceptar, negando con la cabeza mientras lágrimas salían de sus cuencas oscurecidas.

-¿G e n o . . .?

































































































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Otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora