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A pesar de que la diosa de la vida hacía tiempo que se fue, aquel hermoso jardín seguía perfecto e intacto, lleno de vida y color como si aún siguiera presente. Geno adoraba estar ahí, sentándose en medio del jardín para simplemente escuchar el ruido del viento mecer las hojas de los árboles o el ruido de algunas aves cantando. Eso le daba paz y tranquilidad.

Como siempre, se sentó en medio del jardín, cerrando su cuenca para concentrarse en esos sonidos que le relajaban. Sujetó con suavidad su bufanda, sintiendo cómo su cuerpo se relajaba y su mente empezaba a vaciarse. Tanta tranquilidad, tanta serenidad...

Pero todo se detuvo cuando escuchó el ruido de una hoja seca ser pisada por alguien. Geno abrió su ojo, poniéndose de pie con rapidez para darse la vuelta para ver quién estaba ahí, y lo que vio le dejó confuso.

Delante del de bufanda, se encontraba una humana castaña mirándole sonriente, llevando sus manos hacia la espalda mientras ladeaba levemente la cabeza. Lo que más le sorprendio fue ese vestido negro algo descosido por los bordes, y esos ojos del mismo color que su vestido.

Sus pies descalzos tocaban el pasto, el cuál, como sucedía con Reaper, empezó a marchitarse y morir a su alrededor.

-¿Quién... eres?- preguntó Geno mientras su ojo brillaba de un color azul y rojo, sentía esa aura en el aire de peligro.

-Vaya Geno, ¿así saludas a una vieja amiga? Pensé que eras más educado, después del esfuerzo que tuve que hacer para que esos idiotas a los que tienes como amigo y hermano estén ocupados y que mi buen amigo Reaper esté entretenido, me esperaba una bienvenida más... viva. Y no hagas como que no me conoces, lo sabes perfectamente. Me llamo Chara.

Otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora