Paciencia, posiblemente la mejor virtud que un ser humano o monstruo podía tener. Si tenías paciencia, tenías control sobre el tiempo, control sobre tus acciones y pensamientos, tenías todo a tu favor. Por eso la Chara de ReaperTale practicaba su paciencia, un rasgo que gue adquiriendo con el tiempo, como ahora.
¿Cuánto tiempo llevaba "encerrada" en ese sitio? Ni ella lo sabia, pero eso le daba igual, ya que todo valía la pena si era para conseguir su venganza. El imbécil de Sans la había encerrado en ese sitio sin tener la más leve sospecha de que ya estaba libre, y que podía escapar en cualquier momento gracias a su nuevo "amigo", pero sabía que eso no le beneficiaría.
Debía hacer que Sans bajara la guardia, que empezara a olvidarse de ella y así encontrar su lado débil, el lado al cuál atacaria para poder vencerle de una vez por todas, y lo consiguió.
Recordó las primeras 'visitas' de Reaper, teniendo un semblante triste, muerto y sin ánimos debido a la pérdida que tuvo, cosa que Chara disfruto, pero esa actitud fue cambiando, empezando poco a poco a tener un semblante más tranquilo, relajado, y hasta... feliz.
Algo o alguien le hacía feliz, tanto que dejó de ir a comprobar si seguía o no en esa cárcel oscura e infinita. Debía destruir esa fuente de su felicidad.
Lo descubrió más tarde al decidir por fin salir, y lo vio. La imagen de un contento Reaper, sentado en un AU igual de negro de donde ella estaba, pero acompañado de otro esqueleto, agarrándose ambos las manos mientras sonreían con dulzura y afecto. Qué asco, desde lejos se notaba el ambiente meloso.
-Con que esa es ru debilidad, ¿eh, Sans? ¿Qué tal sería perderlo, como en los viejos tiempos?
Ahí empezó su plan, su plan de venganza. Pasó semanas y meses espiandolos, averiguando más información, como que ese esqueleto de nombre Geno tenía dos hermanos, y que estos, seres bastante conocidos en el multiverso, tenían sus propios amigos. Un estúpido pintor con pésima memoria, un ser negro provocante de los sentimientos positivos, un antiguo guardia real, por lo que averiguo, que simplemente buscaba paz y una vida tranquila junto al antes mencionado, además de un curioso esqueleto de tiara amarilla y otro de pañoleta celeste muy amigos del pintor, que a su vez era amigo de todos.
Observó bien las cartas que tenía, y jugó bien con ellas, y lo seguirá haciendo, da igual las veces que necesite repetirlo todo, porque, para su suerte, la paciencia es la mejor de las virtudes.