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Reaper y Geno se encontraban recogiendo los hilos azules que el destructor había dejado en el jardín de ambos. Ninguno de los dos habló, pero por suerte estaban en un silencio cómodo en vez de uno tenso, como esperaba el de bufanda. Cuando limpiaron todo, Reaper se acercó flotando hasta el menor, abrazándole de la cadera mientras le besaba el rostro.

-Geno mío, gracias por venir a rescatarme.- dijo el dios con un acento melodramático hecho a posta, sonriendo al ver la cara del menor intentando aguantar la risa.

-Solamente le lancé una chancla a la cara, aunque reconozco que fue divertido, sobre todo cuando te colgó boca abajo. Parecías una merluza recién sacada del agua.

-¡Oh, Geno, qué cruel eres! ¿Qué hice para merecerme tanto desprecio?- ambos soltaron una risa por esa actuación exagerada, para luego separarse. El dios sabía que ahora le tocaba trabajar-. Prometo volver en menos de tres días.

-No te preocupes Reaper, aquí te esperaré.

Ambos compartieron un abrazo, para que luego el de túnica se fuera a trabajar cruzando un portal. Geno suspiró, dirigiéndose hacia el jardín de la vida para ver un rato las flores que crecían ahí.

Unos pies descalzos empezaron a seguirle, pisando con despreocupación la hierba y florecillas del suelo ya marchitas.

Otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora