Cap 8. Banquete

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En el palacio estaban invitados varios nobles, desde duques hasta barones.

El rey Edward XI estaba sentado en su trono, mientras sus dos hijos lo acompañaban en ambos lados.
Todos en cuanto llegaban rendían sus respetos y lealtad al rey y felicitaban al príncipe heredero, para después entregar un regalo.

No traer un regalo a un festejo de la realeza significaba que tu cabeza estaba en juego y el tamaño o valor de lo que trajera era lo que significaba tu linaje.

Claro que cada noble no daba de que hablar.

Pero pronto fue turno de la familia Phoenix.

Con el alfa de la familia al frente, Roland Paul Phoenix, la madre de la manada a su lado, Paulette Renaud Rolande Phoenix y el cachorro detrás de estos, Valery Carlisle Rolande Phoenix.

Quedando a unos metros del trono con reverencia, el almirante caminó diez pasos más y se inco sobre una rodilla, elevó con ambos brazos una caja de madera hacia el rey.

-saludamos al rey de Victoire, el sol de nuestra tierra. Felicitamos con nuestra profunda lealtad y devoción al primer príncipe, la estrella dorada, espero y este regalo sea de su agrado.

Dijo con voz clara y precisa.

El rey hizo una señal al chambelán y este tomó la caja, la cual era algo pesada; se acercó al rey y se arrodilló entregándoselo.

El rey tomó la caja y lo abrió.

Pero al ver lo que había dentro, carcajadas se podían escuchar por todo el palacio, el rey no podía dejar de reír.

-¡cómo lo esperaba del almirante! ¡No me equivoqué contigo! ¡Es realmente un regalo asombroso! Al príncipe también le agradará

-me complace que le agrade su majestad.

Con esto dicho se levantó, camino de reversa y una vez más reverenciaron y tomaron sus lugares.

Los príncipes estaban curiosos de lo que había dentro, al igual que los invitados, pero el rey sólo lo dio a su guardia personal a que se lo llevaran.

-¿que es majestad?- preguntó en voz baja curioso el primer príncipe.

-es algo muy importante, tanto que a ti también te agradará- contesto sobándose su barba canosa

Aunque esto solo dejaba más curiosidad dentro de sí, pero ya lo descubriría más tarde, pero ahora no podía dejar de ver al hijo del marqués, mejor dicho, a la bufanda que llevaba puesta.
Aunque el no era el único preguntándose ¿porque traer una bufanda aquí?

Siguieron pasando los nobles hasta que llegó el último.

Un niño de trece años de cabello negro y mirada agachada llegó, aunque el sirviente detrás de él pareciera como si lo estuviera empujando para que siguiera al frente.

Aunque desde que el niño entró, una fuerte ola de frío se sintió en todo el palacio, todos los sirvientes tras de el estaba bien abrigados.

-¿no es ese príncipe desafortunado del norte?

-¿quién hecha a un príncipe de su propio país?

-escuche que esta maldito

-¡hace demasiado frío desde que entró!

Aunque al verlo, los ojos de Valery brillaban, y acariciaba la bufanda en añoranza.

"es extraño... Su cabello ¿no era blanco? Y sus ojos son de otro color también, aunque su rostro es igual... Dicen que hace demasiado frío, al ver como sus cuerpos tiemblan es verdad, pero papá ni mamá tiemblan"

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