CAPITULO 8

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¿Acaso dije algo malo?

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— Hola

— Hola—respondí mirándola brevemente.

— No eres de por aquí, ¿Verdad?

— ¿Cómo sabes eso?

— Simplemente lo deduje.

— ¿Enserio? Estamos en una fiesta, debajo de luces sicodélicas—regresé a mirarla sonriendo—, y ¿Aun así te has dado cuenta que no soy de por aquí? — desvié mi mirada a Mario, me estaba haciendo señas, al parecer él la había enviado—, hum ya veo, ¿Mario te envió verdad?

— Pues sí —dijo acomodando su cabello detrás de su oreja—, me dijo que estabas solo.

— Ok...—respondí fingiendo una sonrisa

— ¿Y de dónde eres?

— Apenas te conozco, no sé nada de ti, no te responderé esa pregunta.

— Ok tienes razón, entonces ¿Desde cuándo conoces a Mario?

— Desde hace mucho tiempo, ¿Y tú?

— Hace un año, le conocí en una fiesta, la chica con la que está bailando, es mi hermana, desde entonces le conozco, gracias a ella.

— Ya veo...

— Se me hace que no eres del todo feliz, ¿Te sientes bien? ¿Te estoy incomodando?

— Solo un idiota podría ser totalmente feliz.

— Vaya solo intentaba ser amable, no hay necesidad de ser grosero, adiós —se levantó y se fue.

— ¿Acaso, dije algo malo? —me pregunté mientras la veía alejarse

Regresé a beber mi trago, el barman estaba limpiando los vasos.

— Oye, ¿Tú crees que dije algo malo para que se fuera?

— Depende, si llamar a las personas "idiota" es algo bueno para usted. Debería agradecer que no le tiró su trago encima.

— Interesante... escuchando conversaciones ajenas.

— Usted me preguntó.

— Lo sé, esperaba otra respuesta, no que me confirmaras que habías escuchado la conversación. Y solo para aclarar, no le llamé "idiota", si vas a escuchar al menos hazlo bien.

— Lo siento...

Regresé a mirar y la chica del vestido rojo venía hacia mí, o al menos eso pensé. Se sentó al lado mío, por sus facciones parecía que algo le causase dolor, cruzó las piernas y desabrocho sus tacos para quitárselos, dio un respiro de satisfacción, pude notar una herida en el tendón de Aquiles ocasionado por el borde posterior del zapato, eso explicaba su dolor y desesperación por quitárselos.

Rápidamente saqué dos curitas de mi bolsillo izquierdo del terno y se las di

— Toma, se te puede infectar.

— Gracias— respondió perpleja, y sonriendo preguntó— ¿Por qué traería un fotógrafo curitas?

— Nunca sabes cuándo te puedes lastimar.

— ¿Tomando fotografías? — preguntó mientras pegaba la curita en su herida.

— Pues sí, ya sabes lo que dicen, más vale prevenir que lamentar.

Un Susurro En El SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora