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¿Acaso dije algo malo?
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— Hola
— Hola—respondí mirándola brevemente.
— No eres de por aquí, ¿Verdad?
— ¿Cómo sabes eso?
— Simplemente lo deduje.
— ¿Enserio? Estamos en una fiesta, debajo de luces sicodélicas—regresé a mirarla sonriendo—, y ¿Aun así te has dado cuenta que no soy de por aquí? — desvié mi mirada a Mario, me estaba haciendo señas, al parecer él la había enviado—, hum ya veo, ¿Mario te envió verdad?
— Pues sí —dijo acomodando su cabello detrás de su oreja—, me dijo que estabas solo.
— Ok...—respondí fingiendo una sonrisa
— ¿Y de dónde eres?
— Apenas te conozco, no sé nada de ti, no te responderé esa pregunta.
— Ok tienes razón, entonces ¿Desde cuándo conoces a Mario?
— Desde hace mucho tiempo, ¿Y tú?
— Hace un año, le conocí en una fiesta, la chica con la que está bailando, es mi hermana, desde entonces le conozco, gracias a ella.
— Ya veo...
— Se me hace que no eres del todo feliz, ¿Te sientes bien? ¿Te estoy incomodando?
— Solo un idiota podría ser totalmente feliz.
— Vaya solo intentaba ser amable, no hay necesidad de ser grosero, adiós —se levantó y se fue.
— ¿Acaso, dije algo malo? —me pregunté mientras la veía alejarse
Regresé a beber mi trago, el barman estaba limpiando los vasos.
— Oye, ¿Tú crees que dije algo malo para que se fuera?
— Depende, si llamar a las personas "idiota" es algo bueno para usted. Debería agradecer que no le tiró su trago encima.
— Interesante... escuchando conversaciones ajenas.
— Usted me preguntó.
— Lo sé, esperaba otra respuesta, no que me confirmaras que habías escuchado la conversación. Y solo para aclarar, no le llamé "idiota", si vas a escuchar al menos hazlo bien.
— Lo siento...
Regresé a mirar y la chica del vestido rojo venía hacia mí, o al menos eso pensé. Se sentó al lado mío, por sus facciones parecía que algo le causase dolor, cruzó las piernas y desabrocho sus tacos para quitárselos, dio un respiro de satisfacción, pude notar una herida en el tendón de Aquiles ocasionado por el borde posterior del zapato, eso explicaba su dolor y desesperación por quitárselos.
Rápidamente saqué dos curitas de mi bolsillo izquierdo del terno y se las di
— Toma, se te puede infectar.
— Gracias— respondió perpleja, y sonriendo preguntó— ¿Por qué traería un fotógrafo curitas?
— Nunca sabes cuándo te puedes lastimar.
— ¿Tomando fotografías? — preguntó mientras pegaba la curita en su herida.
— Pues sí, ya sabes lo que dicen, más vale prevenir que lamentar.
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Un Susurro En El Silencio
Romance¿Estás listo para sumergirte en un mundo donde la búsqueda del amor desafía los límites del dolor y la traición? A través de las páginas de esta envolvente historia, descubrirás la fuerza de la perseverancia y el amor propio en medio de los obstácul...