CAPITULO 12

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¿Se puede amar sin entregar el corazón?

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La vida te pone persones increíbles, depende de ti si las cuidas o no; pero recuerda que una vez que se van, ya no regresan, perdiste, quizá lo más bonito que tenías, y era tuyo.

Escuché el sonido de un auto estacionándose, mientras tocaba el claxon; me asomé por la ventana y vi a Alyssa salir de su casa a toda prisa, mientras el chico desde adentro le decía que se apurara; entró al auto y este avanzó.

Era un auto caro, al parecer Mario tenía razón, aquel chico era el novio de Alyssa. Debe ser muy afortunado, no todos los días encuentras a alguien tan increíble como ella.

Y la verdad es, que nunca entendemos el significado de la puntualidad, hasta que llegamos tarde a la vida de alguien.

Volví a sentarme y seguí editando las fotografías, había muchas; pero de todas ellas solo las mejores quedarían. Mientras editaba, aproveché a llamar a mis padres.

Miré el reloj, ya llevaba más de dos horas editando, me levanté de la silla para estirarme. Fui a la cocina por un vaso de agua y un mensaje llegó a mi teléfono; era de Alyssa.

— ­ Hola, Andrés.

— Hola.

— ¿Ocupado?

— ­ Emm, no, y ¿A qué se debe que me escribas? —no podía dejar de sonreír.

— Pues en estos momentos, no tengo con quien hablar.

— ­ No sé si alegrarme u ofenderme.

— Alégrate.

— Vale, ¿Qué haces?

— Sentada mirando a la gente pasar.

Me asomé a la ventana, buscándola por todos lados, pero no la encontraba, bebí el agua y respondí el mensaje.

— ­ ¿Segura?... no te veo por ningún lado.

— ¿Te asomaste a ver?

— Pues sí, ¿Dónde estás?

— Hum, adivina.

— Jajá, es prácticamente imposible, puedes estar en cualquier lugar de esta ciudad que ni siquiera conozco.

— Inténtalo.

— ¿Pistas?

— Ya te dije, veo a mucha gente pasar.

Cogí la casaca y salí de casa, miré el reloj, ya eran las 5:23pm, ¿Dónde podría estar a esta hora?

— Esa no es una pista, las posibilidades son muchísimas.

— Pues veo muchas parejas.

— ¿Sabes?, tus pistas no me agradan para nada.

— Jajá, ¿No te lo pondré fácil?

Caminé por los pocos lugares que conocía. Llegué al mercado, los comerciantes estaban guardando sus cosas, miré por todos lados, pero, no había rastros de ella.

— ¿Adivinaste?

— Estoy pensando.

Regresé y busqué en la plaza, miré por todos lados tratando de encontrarla entre tantas personas.

— ¿Estás?, ya me estoy aburriendo de que no adivines.

Levanté la vista y allí estaba ella sentada en una banca, cerca de una fuente, por aquel lado pasaban muchas personas; me acerqué a ella por atrás sin que se diera cuenta mientras respondía el mensaje.

Un Susurro En El SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora