La vida está llena de primeras veces. Algunas maravillosas, otras buenas, y unas quizá no tanto. Capri lo sabe muy bien, y a pesar de ello se mantiene firme en su decisión. Son catorce cosas que debe hacer en seis meses, y aunque no lo contemplaba...
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•Simples ratos• Alek
Recibía indebidos regaños por parte de la malagradecida Tara Robledo, a quien ayudaba a levantarse de la cama; su torpe argumento era que «ella podía hacerlo sola», pero no era más que una caricaturesca habladora.
Por fin regresaría a su vida cotidiana, aunque claro, mi segundo nombre era sobreprotector, y no le permitiría esforzarse de más, a excepción de cualquier cosa que tuviera que ver con las clases de Capri, pues al estar de vuelta, significaba que la deliciosa comida también, y con ello no me metería.
—Alek, sí necesito tu ayuda con las latas —dijo, señalando la gaveta más alta en la cocina.
—¿Ahora sí la ocupas? —bufé, levantando una de mis cejas y con los brazos cruzados frente a ella.
—Ayuda a tu madre y deja de ser un grosero —la voz de mi novia recién entró a la cocina—. Buenos días, Tara. Me alegra mucho verte aquí de nuevo.
—Buenos días, cariño. Créeme, me alegra mucho más.
Subí mi muñeca y vi la hora en el reloj mientras alcanzaba las latas; daban las nueve.
—Supongo que esta es mi señal de salida. —Me acerqué a Capri, la tomé por la cintura y besé sus labios, en un corto pero real gesto—. Nos vemos en la casa del árbol cuando termines. —Miré a Tara—. Y usted, señora cascarrabias, cuídese.
—Alek, largo de mi cocina.
Una sonrisa ladina se formó en mi rostro y después de dedicarle un guiño a Capri, salí.
Por suerte, el tiempo desfiló vertiginoso. Mantenerme ocupado con los deberes en la casa Montalbán hacía que todo fluyera pronto. Me dirigía hacia la casa del árbol experimentando los agradables sentimientos de emoción y desespero, gracias a que lo único que quería, era llegar con mi novia. Carajo, se sentía tan bien decirlo. Ella era mi novia, y ni siquiera quinientos kilómetros nos separarían. Lucharía por ella como el señor perfecto luchaba por Perla la quisquillosa en el libro de amor por siempre. Y hablando de, solo nos restaba leer un capítulo. Sin embargo, las letras se encontraron pausadas al decidir leerlo después de la carrera, esperando que fuese celebración y no un maldito escape de la depresión.
—Estoy emocionada por ti, ya quiero que llegue ese día — dijo ella mientras me ayudaba a comer algunas frituras.
—Más tarde iré con los idiotas que se hacen llamar mis amigos, ¿irás?
—¿Estás seguro de querer que vaya?
—Me queda poco tiempo contigo, no desperdiciaré un solo segundo, niña —aclaré, masticando algunas frituras.