•Advertencia•
AlekLas cosas marchaban mejor que nunca y no estaba arrepentido de nada por lo que hubiese pasado en las últimas semanas. A pesar de que llegué a sentirme miserable por un momento, hubo siempre un rayo de luz que me sostuvo firme, que me mantuvo centrado, que no me permitió caer ante el abismo de emociones que solo una persona a la que has querido por tanto, te permite caer.
Y su nombre era Caprichos.
O al menos lo era para mí.
Cada instante a su lado era divertido, quizá estúpido, y eso lo volvía mejor. Por más simples o extraños que fuesen, así solo cruzáramos un hola, la viera comer caracoles, claváramos maderas o nos besáramos; los momentos a su lado tenían una chispa, eran preciosos, tanto como lo era ella.
¿Cuánto tiempo basta para poder enamorarse de alguien? Necesitaba googlearlo, porque me sentía enamorado. Y era realmente una locura. ¿Cómo era posible sentir tanto por alguien a quien conocía de tan solo dos meses? No tenía una respuesta a esa pregunta, pero sí que estaba agradecido, y si un Dios existía: ¡Aleluya! Porque me había entregado un preciado regalo en paquete estelar, a ese ser humano tan inocente, feliz, lleno de vida y... torpe. El simple hecho de verla a lo lejos me hacía sentir paz. Era como si no necesitara más, y tampoco quería más. Ella era suficiente para mí.
Capri Balí era suficiente, carajo.
—Caprichos —pronuncié mientras escondía detrás de mí una rosa.
—Aleksanteri.
—Tengo una flor, que es para ti, con mucho amor —imité el canto de Boo en Monster Inc. mientras ponía frente a ella la rosa roja—. Canto para ti esta canción, esta canción.
Su mirada se ensanchó, reprimía una de sus hermosas y tímidas sonrisas mientras sus mejillas cobraban color. Tomó la rosa con cuidado y la olió antes de postrar sus bellos ojos cafés sobre los míos.
—Me encantan las flores —dijo, y su perfecta sonrisa lo confirmó—. ¡Gracias!
Sus brazos me envolvieron y no tuve más por hacer que sostenerla entre los míos. Acaricié su cabello y deposité un beso sobre su coronilla, sin embargo, a lo lejos pude ver cómo mi madre nos observaba. No me hubiese importado, a no ser por aquel desencajado semblante que mostraba. Me separé de Capri y le sonreí.
—Debo ir con Tara, ¿nos vemos en la casa del árbol a las cinco?
—Por supuesto —soltó con calidez y continuó su camino, oliendo la flor y dando pequeños saltos alegres.
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LA PRIMERA VEZ
Teen FictionLa vida está llena de primeras veces. Algunas maravillosas, otras buenas, y unas quizá no tanto. Capri lo sabe muy bien, y a pesar de ello se mantiene firme en su decisión. Son catorce cosas que debe hacer en seis meses, y aunque no lo contemplaba...