"Desastre"

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Flavio pensó en llamar a la puerta de la pareja con la que vivía, pero llegó a la conclusión que lo mejor sería dejar dormir a Eva, ya que esta no trabajaría hasta pasadas las once de la mañana.

-Hugo, despierta.- Dijo Flavio sacudiendo al mencionado, quién hasta hacía unos instantes había estado durmiendo profundamente.

Hugo hizo un sonido inentendible como respuesta.

Flavio suspiró y lo cogió del brazo en un intento de sacarlo de la cama.

-¿Qué hora es?- Murmuró el rubio.

-Las siete y cuarto.-

Hugo se soltó del agarre y puso la almohada encima de su cabeza, tapando sus orejas, con la intención de volver a dormir.

Flavio intentaba cogerlo para sacarlo de la cama, pero parecía imposible, y más aún cuando Hugo se agarraba a las sábanas.

-Déjame.-

-Hoy tenemos que ir a trabajar. Es tu primer día.- Le recordó Flavio quitándole la almohada de un tirón. Hugo lo ignoró.

-Quiero dormir.- Se quejó el rubio.

Flavio soltó un suspiro.- Te doy cinco minutos. Si en cinco minutos no estás en el comedor volveré, pero con agua.-

Después salió por la puerta, con el cojín de Hugo en su mano.

Hugo gruñó. Él quería dormir. Sin embargo, se incorporó y se levantó de la cama. Tampoco le apetecía que su compañero de piso le tirara agua helada a las siete de la mañana.

-Eres un cabrón.- Se quejó cuando vio a Flavio en la cocina.

-No hables tan alto, las chicas aún duermen. Mejor come lo que he preparado. Saldremos dentro de veinte minutos.-

-Pues claro que están durmiendo, si es que es demasiado pronto.- Murmuró Hugo para si mismo.- Además, ¿Por qué saldremos tan pronto? Está aquí al lado.-

-Tengo que enseñarte como funciona todo antes de que lleguen los clientes.-

Hugo puso los ojos en blanco, pero aún así comenzó a comer el desayuno que Flavio le había dejado. Qué por cierto, tenía una pinta deliciosa a los ojos del rubio.

-Me tienes que enseñar a preparar esto. Está delicioso.- Comentó Hugo.

Flavio lo miró confundido.- ¿Por qué? Son solo tortitas.-

-Aún así.-

-Algún día, supongo.-

-¡Eva! El plato de la mesa once, ¡Tráelo ya!- Gritó una voz bastante aguda.- ¡Los clientes se empiezan a inpacientar!- Insistió la de rizos.

-Un momento, Anne. ¡Primero tengo que llevar este plato a la mesa tres!- Gritó en respuesta a su amiga y compañera de trabajo.

-Vale, ¡Pero date prisa!-

-Eh... Nosotros habíamos pedido paella.- Dijo la mujer que había sentada en la mesa tres.

-Mierda...- Murmuró Eva.- Lo lamento. ¿Cuánto llevan esperando?-

-Unos veinte minutos.- Respondió el hombre. Por su rostro podía identificar que se estaba cansado de esperar.

-En poco les traerán la comida.-

Luego de eso intentó recordar la mesa para la que era el plato que llevaba en la mano.

-Que estrés.- Murmuró para si misma.

-¡Eva!¡Ven ya!- La volvió a llamar Anne.

-¡Un momento!- Antes de su amiga pudiera volver a reclamarle recordó la mesa.- ¡Ah!¡Pues claro!¡Mesa ocho!- Fue casi corriendo a ella, tropezando con la pata de una silla. Por poco no se cae ni ella ni la comida.

-Pero, ¡yo quiero esos zapatos!-

Samantha suspiró y rodó los ojos.- Le estoy diciendo que esos zapatos no están en su talla. Pero no pasa nada. Puede comprarse otros, ¿Qué tal estos?- Ofreció entregándole a la mujer un par de zapatos blancos.

-Yo quiero esos.- Repitió señalando lo zapatos negros que estaban en el suelo.

-Mira, podemos mirar otros que tengan un estilo parecido.-

-No quiero otros, ¡quiero estos!-

-¡Te estoy diciendo que no hay!- Explotó Samantha.

La mujer la miró indignada. Parecía que por fin había captado el mensaje, cosa que alegró a Samantha.

-¡Eres una maleducada!¡Y sois la peor tienda que he visto en mi vida!- La mujer se marchó de allí a pasó rápido y completamente enfadada.

-Pues no has visto muchas tiendas...- Murmuró Samantha tocándose la frente. Después de una hora trabajando le empezaba a doler la cabeza. La mitad de esa hora la había pasado peleando con la mujer.

Samantha amaba la ropa y su trabajo, pero no le gustaba nada tener que soportar a clientes cabezotas y, normalmente, idiotas. Habitualmente, habían tres de esos por día. Suspiró, aún le quedaba otra hora de trabajo.

-Entonces, ¿Qué tal vuestro día?- Preguntó Flavio.

-Estresante.-

-Cansado.-

-Eh... ¿Por qué?-

-Lo de siempre.- Respondieron ambas chicas a la vez.

-¿Qué tal vosotros dos? Contadme algo bueno. ¿La has liado mucho?- Lo último lo preguntó mirando a su novio.

-Nah... ¿Cómo crees?-

-¿Qué ha hecho?- Preguntó Eva, esta vez dirigiéndose a Flavio.

-Para empezar, casi le vende una guitarra a un señor, gratis.- Eva miró mal a Hugo.- Luego perdió el lápiz favorito de un cliente, o algo así.- Eva iba a hablar pero Flavio siguió.- Ah, y lo mejor. Se le han caído todos los instrumentos encima. ¡Ha acabado con un tambor en la cabeza!- Dijo para estallar en una carcajada después de recordar el momento.

Las mejillas del rubio se tornaron rosadas.

-¡Hugo!-

-Fue sin querer...-

-Ya, si claro.-

-En realidad, nada de eso fue culpa suya. Aunque voy a tener que suplicarle a Capde para que deje que te quedes.- Volvió a reír.

-Flavio, no es gracioso.- Le regañó Samantha.

-Lo sería si hubieras estado allí para verlo.- Y volvió a estallar en risas.

-¡¿De qué te ríes?!- Le amenazó Hugo. Aunque todos supieron que no iba enserio.

Aún así, Eva le dio una colleja.

"Pareja perfecta"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora