La recuperación de Elle se retrasó por su constante movimiento y su necedad de querer ponerse de pie, por esta razón ella y su nuevo compañero Akephalos, "El elfo verde", tuvieron que pasar otro día en ese peligroso bosque lleno de criaturas malignas.
Al caer la noche, el estado de Elle ya había mejorado, ya podía ponerse de pie y caminar, pero aun estaba gravemente herida por aquellas batallas y seguía sin poder sostener su espada.
Estaba acostada en pasto rodeada de altos árboles; unos viejos y otros jóvenes, sus hojas emitían un brillo celeste que iluminaba todo el bosque de noche, ese mismo brillo hacia que toda la atmosfera cobrara un celeste divino; el suelo en el que estaba parecía estar siempre húmedo y fresco, pero no lo suficiente para que se formase fango. Ella podía distinguir el inconfundible aroma de pino, pero ninguno de esos árboles luminosos eran pinos no eran pinos.
Akephalos estaba de rodillas dándole la espalda a la guerrera, él estaba tomando un brebaje hecho con algunas plantas mágicas que él había recogido en ese bosque. Elle comenzó a levantarse poco a poco, el dolor era insoportable para ella, le recordaba cuando su ex maestro le encomendó a soportar una serie de golpes en todo el cuerpo sin parar, para aumentar su resistencia física. El elfo giró su cabeza y la vio directamente a los ojos.
-Parece que ya tienes la suficiente fuerza para ponerte de pie, y eso nos basta, por ahora- sonrió.
-¿Para qué?- preguntó mientras se apoyaba en un árbol.
-Tenemos que salir de aquí, la media noche se acerca y con ella oscuras criaturas- el elfo levantó del lugar, sujetó el vaso donde estaba tomando el brebaje y lo desapareció en su mano dejando detrás solo humo verde en la palma de su mano.
El elfo tomó una pequeña bolsa de tela que tenía sujeta en su cinturón de cuero y la abrió, reunió sus cosas incluyendo las armas de Elle. Estiró ambos brazos hacia el equipaje y unos rayos de luz verdes salieron disparados de sus manos cubriendo completamente todos los objetos, sus brazos comenzaron a temblar un poco, el equipo empezó a levitar y comenzó a convertirse en una esfera de luz verde del tamaño de una manzana, con sus manos, atrajo la esfera, la metió en la bolsa y la volvió a sujetar en su cinturón.
-Ya está todo listo para irnos- dijo con una gran sonrisa en su rostro. Elle le devolvió la sonrisa, pero un abrupto dolor en su costado le impidió completarla.
Akephalos fue a su lado rápidamente e intentó ayudar a ponerla de pie por completo, pero ella lo apartó.
- No te molestes, yo puedo sola.
-Está bien, pero no te quedes muy atrás.
Caminaron evitando cualquier tipo de peligro, hasta que Elle ya no pudo caminar más a causa del dolor. Se recargó junto a un árbol y comenzó a caer lentamente en suelo. Akephalos la asistió inmediatamente, invocó un poco de agua y se la dio de beber en sus manos. Descansaron unos minutos en un pequeño espacio rodeado de árboles y arbustos. Akephalos comenzó a contar historias de héroes y seres que sólo existían en la imaginación de un viajero en busca de aventuras; hablaron de dragones, grupos de guerreros que vencieron a criaturas más altas que las montañas, guerras entre varios bandos por un pedazo de tierra en Utemn; Akephalos estaba fascinado contando cada una de esas historias.
Cuando decidieron seguir su camino, escucharon el gruñir de una manada de lobos acercándose a ellos. Eran al menos seis lobos, todos eran de pelaje carmín y a todos les escurría sangre de sus colmillos, pero no porque antes habían encontrado una presa y la hubiesen matado a mordidas, la sangre les brotaba desde sus encías sin parar. Rodearon al elfo y a la paladín sin que estos se dieran cuenta.
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Secreto de Nigromante
FantasyLas cosas en este mundo como las conocemos cambiaron radicalmente. La ciudades se convirtieron en bosques, las fábricas en castillos, los parques en valles, los lagos en mares, las colinas en montañas, las aves en dragones, los peces en leviatanes...