Capitulo 8

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Los días fueron pasando, uno mas rápido que el anterior y cuando vine a caer en cuenta, estaba haciendo un pequeño equipaje para Damian y para mi. Mañana saldríamos a primera hora al aeropuerto. 

En el nos esperarían Artemis y Dalha, mientras que en Chicago nos esperaría el sr. Uzcategui y como no puede faltar, la piernitas de Graciela. 

Habia pasado todos estos ultimos dias rondando por la empresa, luego de que les hubiera dado la bienvenida a los nuevos chicos pasantes, procure estar lo mas cerca de Damian que fuera posible, no me agradaba aquella mujer y eso no era secreto para absolutamente nadie, no me esforzaba por darle una buena contesta o una sonrisa, simplemente la trataba como me salia de los ovarios.

Damian seguia en el despacho, reunido por videollamada con algunos del personal que tendriamos en Chicago si la firma del contrato salia bien, por otro lado, yo habia terminado de por fin cerrar la maleta. 

La baje hasta la sala y la deje justo a un lado de la puerta principal, me diriji hacia la cocina y encontre a Laia como siempre en ella, la salude con una sonrisa y me dispuse a ayudarla con la cena.

Como casi todas las noches, Damian, Laia, Hank y yo cenamos juntos en la mesa, se habia vuelto una costumbre el que ellos se sentaran con nosotros, no iba a permitir que se fueran a comer a otro lado solos cuando podiamos tener una agradable compañia y una calida charla.

Para cuando terminamos, Laia se encargo de lavar los platos mientras que Damian y yo recogiamos la mesa, poniamos las cosas en su lugar.

- Esta casa necesita ser remodelada - dije. Damian me miro con el ceño fruncido.

- ¿Que hay de malo? - pregunto.

- Necesita mi toque personal - sonrei.

- Si tu toque personal son horribles colores chillones, entonces me niego - me miro por unos segundos para luego volver su atencion a la mesa y comenzar a ordenar las sillas.

- No - dije, poniendo los ojos en blanco - pero tanto negro, marron, blanco y gris me van a volver loca.

- ¿Que propones? - pregunto, acercandose a mi.

- Cuando regresemos de Chicago, Laia y yo iremos de comprar - sonrei, Damian me rodeo por la cintura y dejo un calido beso en mis labios. 

- Solo te ruego que no compres nada chillon, no tolero esos colores - sonrei y asenti, estando de acuerdo con el.

La verdad es que estaba comoda con la decoracion de la casa, pero no mentia cuando decia que esos cuatro colores neutros me estaban volviendo loca, tal vez cambiara los muebles de la primera sala por unos beige, y dejaria los cojines blancos y grises para combinarlos. 

Compraria algunos recuadros para llenarlos con nuestras fotos, algun adorno para la habitacion, algo se me ocurriria en su momento, pero definitivamente cambiara esta casa, aunque fuera minimo. 

Nos despedimos de Hank y de Laia, jugamos en la ducha como dos niños pequeños, nos dimos un poco de amor y cuando caimos los dos en la cama, casi nos sumergimos en el sueño de inmediato.

Lo siguiente que escuche fue la alarma, el insistente sonido me estaba taladrando los oidos y si no hubiera sido por Damian la apago, juro que hubiera lanzado la alarma contra la pared. 

Media hora despues milagrosamente estabamos listos, por suerte el viaje hasta Chicago serian relativamente rapido, tendria dos horas para descansar ya que a la una de la tarde tendriamos la primera reunion.

Me vesti con un pantalon de oficina oscuro de tiro alto ajustandose perfectamente a mi cinturo a mis tobillos, los acompañe con unos tacones beige y una blusa blanca, un jersey descansaba sobre mis hombros. Damian, por otro lado iba con pantalones de vestir, la camisa blanca que siempre usaba de fondo con sus trajes, estaba remangada hasta la mitad de sus antebrazos justo como la mis, los botones de su cuello estaban desabrochado dando una ligera vista de su pecho, el saco y la corbata iban guindados de su brazo, mordi mi labios para evitar decir alguna profanidad sobre lo que estaban viendo mis ojos.

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