De tu luz, la robada.

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8. - De tu luz, la robada.



Los días eran más animosos cuando Hyun Joong estaba cerca. Llevaba comida puntualmente y hablaba de cosas que hacían sonreír a Saeng. La casita, por dentro, estuvo más arreglada, aunque por fuera siguiera manteniendo su fachada habitual.


Tal como sucedía con él.


Por primera vez en su vida, Young Saeng se dio el permiso de ser un chico como cualquier otro. Permitió a su corazón volar, aunque su semblante aún fuera de tristeza.


Y eso no lo podía tolerar Hyun Joong.


Lo molestaba varias veces el tiempo que estaba con él. Le hacía cosquillas y lo amenazaba, diciendo que si seguía triste no regresaría nunca más. Saeng negaba aterrado, suplicando con los ojos muy abiertos que no hiciera tal cosa. Hyun Joong acariciaba su mejilla con cariño de hermano, diciendo. - Eres muy raro. Y claro que jamás te dejaré... Pero odio, más que al estofado de coles, que siempre tengas esa mirada de querer echarte a llorar.


Las sonrisas en Saeng entonces florecían. A Hyun le alegraba verlo sonreír. Y celebraba llevándolo a nadar al río donde luchaban contra la corriente, sin echar de ver, sin sospechar, que eso harían a partir de entonces.


- ¡Vamos, Saeng! ¡Salta! - Desde una roca, Saeng se negaba con rotundidad a seguir el ejemplo de Hyun, quién era más temerario y no tenía miedo de saltar desde las rocas. Con los brazos cubriendo su pecho, tiritando de frío, observaba a Hyun adueñarse del agua. A grandes brazadas libraba un buen tramo de distancia y el río lo cubría haciendo brillar su piel. Saeng se sentía cohibido, incómodo con su propio cuerpo. Tan simple, tan paliducho, ya no era un costal de huesos, cómo siempre le decía Hyun, pero carecía de músculos definidos y una ligera curva adornaba su estómago. En conclusión, su cuerpo se negaba a abandonar del todo esa apariencia infantil, mientras que en Hyun la plenitud de la adolescencia ya comenzaba a asomarse.


- ¡Saeng, no seas niña y salta!


- ¡No me importa lo que pienses! ¡No saltaré! - Y por supuesto que importaba, pero el choque con el agua siempre dolía.


- ¡Anda! ¡Yo te cuido! ¡Si te hundes, te abrazaré para ponerte de nuevo a flote!


Esa era una buena promesa. Y Hyun siempre cumplía lo que decía. Saeng evaluó la distancia de la roca al agua. Valía la pena intentar cualquier cosa estúpida si Hyun lo protegía con sus brazos. Aspiró aire, se tapó la nariz y saltó con cierta renuencia al río. El agua lo recibió con sus frías manos. Se hundió pero sintió unos brazos rodearlo para sacarlo y que pudiera respirar. El aire entró en sus pulmones mientras la húmeda piel de Hyun Joong lo envolvía. Saeng se sostuvo de sus hombros, acercó el rostro, el aroma de Hyun llenó de golpe sus fosas nasales. Un instinto primigenio despertó. Saeng apenas si pudo controlarlo. Se quedó ahí, oliendo, cómo si intentara aspirar aire.


- Saeng ¿estás bien?


Lo estaba. Ahí, congelándose por lo helado del río, oyendo la tintineante risa de Hyun uniéndose al sonido de los árboles, de animales agazapados en alguna parte de ese sitio, vaya si lo estaba.

Bajo esta blanca luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora