Capítulo 20

3.1K 184 5
                                    

—¡Nunca me vencerás! —exclamó Esteban lanzando a un lado de la cama a mi soldado.

—¡No, me has vencido! Pero me vengaré —exclamé yo haciéndole cosquillas.

George había traído a Esteban al hospital porque el pequeño estaba empeñado en jugar una partida. Ese día me darían el alta.

Mis amigos me visitaron el mismo día que me desperté.

—No te muevas tanto —me ordenó mi cuñado que intentaba crear un diseño en la escayola.

—Que aburrido es tu papá —dije dejando de hacerle cosquillas a mi sobrino.

Alguien tocó la puerta y entró. Era Eikko, llevaba una bata blanca y un estetoscopio en el cuello.

—Han llegado los resultados de las pruebas, tu corazón no ha sufrido daños, y menos mal.

—¿Desde cuando eres mi médico de cabecera?

—No soy tu médico de cabecera, soy tu cardiólogo. Así que me tienes que hacer caso en las restricciones que te ponga como no comer tanto chocolate.

Le miré con indignación, no estaba dispuesta a perder a mis amados bombones de chocolate blanco.

—¿Y que pasa si no las cumplo?

—Las vas a tener que cumplir, ¿o se te olvida que te vas a quedar durante tu baja en casa de Helena y George? Que suerte tienes, vas a convivir con tu médico para que así cumplas con los regímenes.

Suspiré ante la idea de convivir con mi hermano, era un buen doctor y siempre que nos enfermábamos nos cuidaba pero solía ser demasiado estricto con la salud.

—Y vas a tener una dieta balanceada y equilibrada. Nada de dulces. —dijo mirando a George.

Mi cuñado al igual que yo era un goloso, siempre era el que más comía en las fiestas. Creo que era más fan de las chucherías que yo, y eso que era difícil.

El esposo de mi hermana no dijo nada y siguió dibujando. Después de que mi hermano saliese de la estancia George también lo hizo para dirigirse a la cafetería.

De nuevo se oyó un ruido en la puerta. Cuando le mandé pasar me sorprendió ver a mi hermana acompañada de la única persona que no me esperaba ver.

—¿Ulises?

—Comandante "me río de los nombres de la gente" —dijo en tono burlón.

¿Qué rayos hacía él ahí? ¿Qué quería?

—¿No se suponía que me habías perdonado?

—Espera, ¿os conocéis? Creía que querías dejarle un mensaje por parte del príncipe —dijo Erika mirando a Ulises.

—Yo no entiendo nada, ¿os conocéis? —pregunté.

—Sí, es un amigo del instituto, pero claro como tú en esa época ya no vivías conmigo... —me reclamó Erika.

—Oye, ahora no vamos a entrar en ese tema.

No quería entrar en ese tema, mi hermana siempre que podía me recordaba que en los últimos años de instituto no había estado al igual que los demás. Pero no era nuestra culpa; Helena ya tenia su vida en Madrid, si hasta se había casado y yo había empezado en el ejército por lo que el único que se quedó en Málaga fue Eikko, y digamos que lo que una adolescente necesita es a sus hermanas mayores, no a su hermano universitario.

—Da igual —nos cortó Ulises cuando íbamos a empezar la pelea  —traigo... —salió de la habitación y volvió con un gran ramo de flores que dejó en la mesa —esto. Es de parte del rey Abelino Bailey.

—Así que te han rebajado a recadero del rey —dije para molestarle.

—En realidad solo te lo he traído porque sabía que Erika estaría aquí, descubrí que era tu hermana y...

—No veo que os llevéis muy bien que digamos —le interrumpió mi hermana menor.

—Digamos que se rió en mi cara cuando le dije que me llamaba Prometeo.

Erika no dijo nada, solo comenzó a reírse como si no hubiese un mañana haciendo que el chico se fuese indignado de la estancia y contagiándome la risa.

Una militar de la realezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora