Capítulo 31

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Llegué a los establos esperando encontrar a Abelino, y en efecto, allí estaba acariciando a Manchas. La verdad era una escena que merecía ser retratada en un cuadro y colgada en el vestíbulo del palacio junto a los cuadros de la familia real para que todo el mundo lo viera.

Me quedé allí parada un par de minutos hasta que se percató de mi presencia. Al darse cuenta de que estaba ahí me dirigió una sonrisa triste.

Me acerqué a el tranquilamente y le puse una mano en su hombro.

—¿Estás bien? —pregunté yo.

Él negó con la cabeza.

—Deberías volver a la cena, no te preocupes, no ha sido para tanto —le aseguré.

—Sí que lo ha sido —dijo girándose bruscamente hacia mí —mis hermanas son siempre iguales, con sus peleas lo arruinan todo. No ha estado bien que Aurora te preguntase esas cosas tan absurdas.

—No pasa nada, yo también tengo hermanos y sé lo que es que te fastidien un momento importante. Es normal que se comporte así tu hermana, al fin y al cabo soy una desconocida que tiene loco a su hermano, solo quiere protegerte.

—¿Loco? Comandante Castillo esas son especulaciones muy graves.

—¿Seguro? Yo creo que son afirmaciones acertadas más bien.

—Sí, supongo que he de reconocer que puede que esté un poco colado por la única chica que en una cena importante con la realeza no se arregla —reconoció en tono de burla.

—¡Eh! ¡No he tenido tiempo para cambiarme porque alguien no me ha avisado de nada! —exclamé dándole un suave golpe en el hombro.

—Lo sé, y lo siento ¿Me perdonas?

—Ya te he perdonado, si no, ¿qué haría aquí? —pregunté señalando a mi alrededor —Pero ahora en serio, deberías volver ¿No querrás dar una mala impresión enfrente de mi familia, verdad?

—Vayámonos a comer entonces —dijo riendo.

*****

Me desperté en mi habitación de la base por una notificación en mi teléfono. Lo desbloqueé. Allí estaba, la noticia que daba a conocer al mundo mi relación sentimental con el rey de España. Se me hizo extraño al principio pero pronto agradecí que Abelino no me hubiese pedido que fuese a una reunión ridícula con un vestido extremadamente apretado para anunciar lo nuestro.

Miré el reloj, todavía quedaban diez minutos para que sonase mi alarma así que me dirigí la ducha.

Bajé al comedor y bajé a desayunar, estaba cansada así que procuré evitar las miradas curiosas que me perseguían.

Me senté en una de las mesas que ya estaba ocupada por mi amigo Matías y mi amiga Chantal.

—Buenos días Comandante Castillo. No tiene buena cara —me saludó Chantal.

—Sí, lo sé —dije sentándome en una de las sillas —no he dormido demasiado a pesar de estar muerta de cansancio. Ayer fue un día difícil.

—Lo sé, ¿te has fijado en que todos te miran cierto? —preguntó el Comandante García sentándose a mi lado. Era un compañero que habían trasladado de otra base hacía un par de días. La verdad es que me caía bastante bien y por eso me tuteaba pero a veces su boca era muy grande y la cabeza muy pequeña.

—¿Gilbert García puedes ser más directo? —le reclamó Matías en tono sarcástico.

—Perdona pero es la verdad, la gente se acaba de enterar de que es la futura reina. Y...

—No te equivoques Gilbert —le interrumpí yo —que mantenga una relación sentimental con el rey no implica que me vaya a casar con él o que me vaya a volver la reina de España.

—Lo que tú digas ¿Los superiores lo saben? —preguntó él cambiando de tema repentinamente.

—Por supuesto, tengo suerte de conservar mi trabajo. No es que este tipo de cosas sean buenas para el ejército.

Los demás se quedaron callados, Chantal y Matías sabían de sobra lo que había ocurrido aquella vez que me había besado con Abelino, la prensa rosa era algo que acechaba a los famosos.

Famosos. Esa palabra reverberó en mi cabeza, yo no lo era ni quería serlo, demasiadas personas pendientes de ti, demasiada polémica... prefería la estabilidad y el secretismo que me proporcionaba el ejército y mi trabajo.

Aunque ya no sería más una persona al azar que pudieses encontrarte por la calle caminando, ni una Comandante experta en estrategias del ejército.

A partir de ese momento sería para bien o para mal algo más que eso, y todo lo haría por amor, por amor a la bella persona que se escondía detrás de la corona.

Una militar de la realezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora