Capítulo 32

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Ya había pasado un tiempo (más de un año de hecho), estábamos a 3 de octubre, pronto sería mi cumpleaños y he de decir que me estaba asustando debido a los rumores que habían sobre la posible pedida de mano. Al fin y al cabo eran rumores que se habían inventado los periodistas pero eso no evitaba que hubiese una mínima posibilidad de que ocurriera.

Bajé a desayunar y me encontré en una de las mesas a mis amigos sentados charlando plácidamente.

—Buenos días —dije sentándome junto a Matías.

—Buenos días Es - respondió él —Deberías apurarte, dentro de unos minutos tienes que cubrir mi turno con Jonathan, los nuevos reclutas seguro que están deseando conocerte.

Fingí una sonrisa; realmente me molestaba tener que darle clases a los reclutas porque Matías era el nuevo encargado de ir con el General Sorní y el Teniente Herrera a las reuniones con el rey ya que si fuese yo sería poco ético.

La verdad no me molestaba que Matías hiciese el trabajo, de hecho me alegraba por él, si no que me fastidiaba que se me hubiese quitado el privilegio de ir a las reuniones para las estrategias si al fin y al cabo era mi trabajo.

*****

Estaba caminando por el pasillo justo después del entrenamiento, buscaba a Jonathan para revisar un poco el rendimiento de los reclutas y evaluarlos.

De repente escuché a unos reclutas que hablaban al otro lado de la esquina que estaba a punto de cruzar por lo que la curiosidad me pudo y por puro morbo quise saber que opinaban de la clase.

Escuché atentamente la conversación al otro lado de la esquina, sin peligro de que me descubriesen.

—Hoy el entrenamiento ha sido duro —escuché decir a una muchacha —la Comandante  y el Teniente Coronel a veces son muy estrictos.

Sonreí ante la ocurrencia, a pesar de lo que pudiese parecer o de lo que pudiesen pensar los reclutas, a comparación de algunos de los superiores que nos habían tocado a Jonathan y a mí nosotros éramos unos ángeles.

—Sí, me pregunto si la Comandante Castillo será una buena reina, espero que no sea una dictadora o algo así —comentó un chico —¿os imagináis?

—¿Pero que dices idiota? Los monarcas en España solo son representantes, no son los gobernantes del país —le aclaró otro —Además ni siquiera sabemos si se van a casar, y aunque lo hicieran no tendría por que ser una mala reina. De hecho creo que sería todo lo contrario, una reina sabia y justa, más incluso que el rey.

— Sí, es cierto —afirmó la chica de antes —al fin y al cabo es una comandante experta en política y estrategias militares además de relaciones públicas. Parece que no, pero creo que ha nacido para ser reina, al fin y al cabo tiene una base sobre la que apoyarse, tal vez incluso sepa más de política que cualquier otra chica de buena familia que el rey pudiese elegir.

Dejé de escuchar la conversación por un momento, ¿era cierto que si Abel me llegaba a pedir matrimonio yo sería una buena reina? ¿o sería nefasta y el pueblo me odiaría? Estaba claro que tenía un entrenamiento físico y mental que la gran mayoría de las personas no tenía, ni siquiera la misma realeza pero no estaba segura de ser capaz de formar parte de algo de lo cual no sabía prácticamente nada.

Volví a la conversación, no sé en que momento había cambiado de rumbo pero seguí escuchando.

—La verdad es que la Comandante es muy atractiva —apuntó uno de aquellos muchachos —y el rey también, si tuviesen hijos saldrían unos príncipes muy guapos.

Me marché y dejé de escuchar, me metí en mi habitación y comencé a reírme a carcajadas. Era realmente, entretenido escuchar lo que la gente opina de mí, aunque estaba claro que no debería volver a hacerlo, pues era una falta de respeto mancillar la privacidad de las personas, además de que estaba claro que que muchas de las cosas que la gente pudiese decir no eran buenas, y a veces eso se demostraba en las revistas de cotilleos.

Una militar de la realezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora