Capítulo 8

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Era de noche, no podía dormir así que decidí ir a dar una vuelta con la bici por la playa. Me gustaba salir sola cuando caía la noche, me relajaba.

Llegué a la playa, no llevaba pijama, me había puesto un short, una sudadera amarilla y el pelo recogido en una trenza.

Dejé mi bici cerca y me quedé mirando la playa. Un rato después me tiré en la arena y me quedé mirando las estrellas.

No se cuanto tiempo pasó hasta que noté que alguien se recostaba a mi lado.

Era Abelino, me pareció muy extraño que estuviese en la playa sin protección.

—Me gusta mirar las estrellas por la noche. Desde aquí son preciosas —dijo él mirando al cielo —pero no se lo digas a nadie, piensan que estoy durmiendo. Me gusta venir a la playa y ver las estrellas.

—A mí también -dije yo son muy interesantes, me relajan.

—Sí, ¿ves esa constelación? —me preguntó señalando a un grupo de estrellas —es Orión y esa otra es Canis Major.

—¿Sabe mucho de constelaciones?

—Me interesan, la gente no lo sabe pero soy un fan de la astrología.

—Mi madre decía que las estrellas cuentan una historia, que solo es cuestión de fijarse bien en lo que ves.

—¿Tu madre?

—Murió cuando yo tenía 23 años

—Lo siento.

—No, da igual. Fue hace mucho tiempo.

—¿Tanto tiempo? ¿Pero tú cuantos años tienes? —preguntó riendo.

—Yo solo 26 pero no sé, supongo que ese recuerdo me parece muy lejano.

El no dijo nada con respecto a eso y sola asintió mientras se sentaba.

—Por cierto, solo por curiosidad, no te vi muy contenta cuando dije lo del baile, ¿por qué?

En ese momento mi cara me comenzó a arder de la vergüenza, se había dado cuenta de que no quería ir a un baile con él. Yo solo esperaba que no se sintiese ofendido.

Me senté a su lado y esquivando su mirada dije:

—No me gustan las ceremonias muy elegantes, ni los bailes, ni tampoco soy fan de los vestidos, ni de tratar a la gente de usted. Al único baile que he ido en mi vida fue al de graduación porque mi mejor amiga insistió y lo único que hice ahí fue comer.

—¿Así que no te va lo de tratar a la gente de usted y solo me tratas así porque es tu obligación?

Yo le miré perpleja no quería que pensase mal de todo aquel asunto.

—No es eso, es solo que...

—Da igual —me interrumpió él —tutéame por favor, a mí tampoco me gustan ese tipo de nimiedades. Además me gustaría tener a alguien con la suficiente confianza como para decirme las cosas de una manera mas normal, no solo de usted.

—Eso tiene sentido, pero es que usted... digo tú eres una persona importante para la sociedad y se te trata con respeto.

—Por favor que tontería, no soy mejor que nadie por ser el futuro rey, a veces me gustaría ser una persona normal y no tener que huir de mis guardias todo el rato. Si ni me dejaron hablar con tus amigas en la playa.  

—¿Mis amigas? —pregunté extrañada.

—Sí, las dos chicas esas con las que hablabas. Tengo una lista con la gente que puedo hablar en público.

—Deberías cambiar eso cuando seas rey... Y lamento informarte de que Tania y Elizabeth no son precisamente mis amigas.

Me resultó graciosa la idea de que pensase que unas personas tan diferentes se pueden llevar bien.

—Estuvimos juntas en el colegio pero nada más, Tania no es la persona más dulce del mundo y le interesan principalmente las cámaras.

El levantó las cejas y dijo.

—Bueno siempre le queda acercarse a mí para que nos hagan fotos juntos y creen rumores.

—En ese caso y si mi teléfono está en peligro no me pienso acercar a ti.

—¿Tu teléfono?

—Sí, hoy en el centro comercial una masa de fotógrafos se me acercó corriendo y pasaron a mi lado haciendo que se me cayera el teléfono y se rompiese.

—No me sorprende, el teléfono se te cae todo el rato, ya era hora de que le ocurriese algo.

—¡¿Perdona?! —exclamé yo a modo de broma y los dos nos echamos a reír.

Una militar de la realezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora