—¡Qué bien que te haya dicho que sí! —le dije a Jonathan.
Estábamos haciendo una videollamada Jonathan Matías y yo cuando alguien llamó a la puerta.
Como mi hermano estaba trabajando, Zach durmiendo y mi padre leyendo me tocó abrir a mí la puerta.
Era Dahna, me pareció extraño verla allí porque me dijo que iba de compras pero igual la invité a que pasase.
—Chicos saludad a Dahna —dije yo y vi como Matías se ponía nervioso.
Matias siempre se había sentido atraído por mi amiga desde que se la presenté en mi cumpleaños numero 21. El problema era que mi compañero de trabajo y amigo nunca se había atrevido a confesarle nada a pesar que era de lo más evidente aunque él lo quisiese disimular, de hecho creo que incluso Dahna se daba cuenta.
Pero mi amiga Dahna Vidal no estaba interesada en ningún chico por ahora más que en el príncipe Abelino Bailey a pesar de que ella misma sabía que ese amor era demasiado platónico y no había posibilidad alguna de que Dahna saliese con él.
—Sky acompáñame a comprar ropa —me dijo Dahna.
—No, ni en broma, sabes perfectamente que no me gusta comprar ropa y que aunque la comprase no la voy a usar.
—Lo sé —me respondió ella —no hace falta que compres nada, solo que me acompañes.
—¿Vosotros que decís, la acompaño? —pregunté a los chicos olvidados de detrás de la pantalla.
Los dos asintieron solo para fastidiarme, sabían que no me gusta ir de compras y mucho menos acompañar a mi amiga para solo ver como se probaba decenas de vestidos y luego elegía el primero que se probó.
Pero como yo hago caso a mis amigos y para contentar a Dahna la cual a veces hacía cosas como ir a ver películas de superhérores al cine conmigo a pesar de que no le gustasen decidí ir con ella.
Llegamos al centro comercial en el coche de Dahna sobre las 3 de la tarde.
Íbamos subiendo por las escaleras mecánicas y charlando tranquilamente cuando un joven pelirrojo con una cámara vino corriendo y nos empujó a un lado de manera que Dahna casi se cae.
—Esta gente está como loca, debería pedir permiso. Seguro que nos hubiera tenido más respeto si me hubiera visto con el uniforme —exclamé yo indignada.
—¿Pero no lo has visto?
—¿El qué? —pregunté extrañada.
—El chico es de la prensa, creo que de la prensa rosa, eso significa que por aquí anda algún famoso o...
—No lo digas —dije yo fastidiada.
—El príncipe —¡No! Estaba harta de oir hablar del príncipe, ¿nadie tenía algo mejor que comentar, como la futura boda de Jonathan o cualquier otra cosa más interesante?
De pronto y sin darme cuenta a reaccionar Dahna se fue corriendo por el mismo lugar que habíamos visto desaparecer al chico hacía unos segundos.
Yo la seguí lentamente, mirando mi teléfono, ignorando que detrás de mí se hallaba un grupo de paparazzi dispuestos a empujar a cualquier persona que se les cruzase en el camino.
Caminando tranquilamente me iba acercando a una joyería en la que se había metido mi amiga cundo empecé a oír unos pasos y a gente hablando pero no les presté atención.
Hasta que un gran grupo de personas apareció detrás mío, pasaron junto a mí de un modo tan brusco que hicieron que se me cayese el teléfono y se rompiese al punto de que cuando lo encendía media pantalla estaba negra.
Momentos después las personas que habían entrado en la tienda habían salido disparadas hacia otra tienda al ver a mi amiga que gritaba:
—El príncipe se ha ido por ahí, a entrado es esa tienda.
Todos se fueron menos el pelirrojo que se había quedado escondido detrás de una planta.
Me acerqué sigilosamente al fotógrafo y le pregunté susurrando:
—¿Qué haces?
El chico se asustó tanto oír mi voz su espalda que estuvo a punto de pegar un grito.
—No te importa —me respondió secamente y siguió tomando fotos.
—Si que me importa —insistí —dime y me iré para no molestare.
El chico suspiró enfadado.
—Intento descubrir algo jugoso sobre el príncipe, como si tiene novia, o para quien es esa gargantilla.
Me fijé mejor en la gargantilla que el príncipe llevaba en la mano, era fina, dorada y tenía colgando una pequeña pluma y una llave.
—¿Y no se lo puedes preguntar?
—¿Qué? No, ¿tú eres tonta o qué?
—Eh, sin insultos, no soy tonta, solo es que no entiendo por que te importa tanto.
—Me importa porque a la gente le importa.
—Si tú lo dices —dije yo antes de irme.
Entré en la joyería y busqué a mi amiga que estaba viendo un collar de rubíes en un exhibidor.
—No te lo puedes permitir —le dije yo —eres dueña de una pastelería pero esto se te sale de las manos.
—Lo sé, pero ese de ahí sí — afirmó señalando a Abelino que en ese momento estaba pagando en la caja —y en cambio ha preferido comprar una gargantilla super simplona y que para una chica especial —dijo haciendo énfasis en las dos últimas palabras.
—¿Y? ¿Te enfada que no te haya comprado algo? Porque en este caso el tendría todo el derecho del mundo, no te conoce.
—Lo sé y ese es el problema, la chica especial seguro que es una de esas ricachonas que quieren ser princesas y gracias a su posición económica le conocen mucho mejor.
—Venga, vayámonos, antes de que se dé cuenta de que estoy aquí y de que hay un paparazzi detrás de la planta.
No marchamos rápidamente antes que Abelino se diera cuenta.
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Una militar de la realeza
RomanceSky Castillo es una Comandante del ejército, vive bien y tiene su vida completa. Hasta que un día acude al castillo para conocer al futuro rey y para prever estrategias militares. Ese día su vida cambiará al punto de enamorarse del príncipe que en...