Capítulo 34

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Estaba nerviosa, al final resultó que yo sería una de las damas de honor de la boda de Jonathan y Aitana. No me había dado cuenta en la invitación al recibirla, además de que no me habían comentado nada hasta el día que tuve que ir a elegir los vestidos de las damas de honor. Ya faltaban un par de días para la boda, y lo bueno de la tienda era que los vestidos no eran por encargo.

Entramos en la tienda, yo no tenía experiencia en comprar ropa, además de que era la única dama de honor que no iba vestida con ropa de diario. Tenía el día libre pero no pensaba salir de la base, por lo que cuando me avisó Jonathan de que me estaban esperando en la tienda no tuve tiempo de cambiarme de ropa.

Al entrar todas las chicas de allí presentes se nos quedaron mirando.

—Jonathan, ¿se puede saber que haces aquí? —le preguntó Aitana a su prometido que se encontraba detrás de mí.

—Antes que nada, hola y... ya me iba, solo venía a traer a Sky —respondió él.

—Ah, hola Sky, te estaba esperando, cada chica escogió un vestido y me gustaría que escogieras tu uno también para que luego los comparásemos y escogiésemos uno de los elegidos entre todas.

—Bueno, yo ya me voy, tengo que ir a recoger los trajes —dijo mi amigo de apellido Franklin —Sky, llámame cuando necesites que te lleve a la base. Adiós a todas.

Jonathan cerró la puerta tras de sí y me quedé junto las demás.

—Bueno ve a elegir un vestido —me apremió Aitana.

—En realidad cualquiera está bien... es decir, no digo que cualquiera esté bien, es tu boda, digo... quiero decir que el que tú elijas estará bien. Además yo no tengo experiencia en vestidos —respondí intentando encontrar las palabras correctas.

—Bueno, como quieras —dijo y se sentó en el sofá.

*****

Llegó el día de la boda, al final el vestido era largo y de un color turquesa claro, era ceñido de cintura para arriba y holgado en la falda. La verdad me sentía extraña a usar un vestido con tacones, la última vez que había usado uno parecido había sido en la boda de mi hermana mayor.

Llegué con Abelino en su coche, me parecía extraño que condujese él, pero al parecer prefería ir a los sitios sin chofer. Lo único que me incomodaba un poco era que en el asiento trasero fuese un guardaespaldas.

—Estás muy guapa hoy, bueno, preciosa como todos los días en realidad —dijo mi amor haciendo que se me derritiera el corazón.

—Gracias, tú estás muy guapo con ese traje, aunque la verdad no me sorprende verte así, lo raro sería verte en vaqueros.

—Ya me has visto en vaqueros, creo que me has visto de cualquier forma —respondió él.

—Creo que sí —dije yo leyéndole la mente.

—Me parece que deberías verme así más a menudo —dijo con una sonrisa pícara.

—Cállate, idiota que hay gente delante —dije intentado aguantarme la risa.

Al darme cuenta de que me miraba confundido hice un gesto con la cabeza al asiento de atrás.

—Siento que no hayamos podido venir sin guardaespaldas pero últimamente mi madre está paranoica y como se nos va a ver juntos piensa que un tsunami de periodistas nos va a intentar matar a fotos o algo así. No se lo tengas en cuenta. —se disculpó.

—Sí, lo sé, me lo has dicho como siete veces en lo que llevamos de trayecto, y solo llevamos diez minutos de viaje. Pienso que tu madre no debería preocuparse por eso, ya llevamos más de un año de relación y seguimos vivos, con rumores y revistas a nuestras espaldas pero vivos al fin y al cabo.

—Supongo que tienes razón, hablando de eso, ¿viste la prensa? —preguntó manteniendo la vista en la carretera.

—No, sabes que no veo esas cosas —respondí yo como siempre que me preguntaba eso.

—Bueno, pues tienen unas teorías sobre que cuando entraste a la tienda de vestidos de damas de honor era porque estabas empezando a planificar nuestra boda. De verdad... —hizo una pausa para continuar, se le notaba nervioso. A ver, es verdad que todos esperan que nos casemos, y que tengo pensado...

—Señor —le interrumpió el guardaespaldas antes de que pudiera acabar la frase —hemos llegado. ¿Quiere que entre con ustedes o que me quede en la entrada?

—En la entrada por favor —le respondió Abel —será lo mejor, así se asegurará de que no entre nadie que no esté invitado y no te incomodará tanto —dijo dirigiéndose a mí.

—Cómo quieras —acepté bajándome del coche.

Al bajarme noté que Abelino y el hombre se quedaron hablando en el vehículo unos segundos más antes de salir. Pero no me pareció raro ni sospechoso.

*****

La boda fue genial, y la comida exquisita. Fue un gran día en su totalidad y siempre lo recuerdo como uno de los mejores y más emocionantes de mi vida.

Abelino y yo nos encontrábamos caminando de la mano en un pequeño parque prácticamente vacío debido a la hora que era.

Cuando fuimos a cruzar por un pequeño puente de madera Abelino se paró en seco. Nervioso se quitó la chaqueta del traje y me la puso sobre los hombros, lo que me pareció raro porque no tenía frío.

Después se puso a revisar su reloj de muñeca.

—¡Sí!, son las doce —exclamó.

—En realidad las doce y un minuto —le corregí fijándome más en el reloj.

—Quería que esto fuera a las doce en punto —admitió suspirando.

—¿Se puede saber que haces? —pregunté confundida.

—Crear ambiente —dijo sacando mi gargantilla del bolsillo.

—¿De donde la has sacado? —pregunté.

—Tengo cómplices —respondió —¿Te acuerdas que te había dicho que no te podía decir qué representaba la llave? Pues representaba una llave, la llave de mi corazón, llave que te entregué desde que te conocí, que creo que siempre ha sido tuya —acabó la frase antes de arrodillarse antes mí.

Tragué saliva, ¿estaba pasando lo que yo creía?

Sacó una caja cuadrada y la abrió, dentro había un collar plateado con un pequeño corazón con una cerradura.

—Tú tienes la llave de mi corazón, y siempre la tendrás, porque eres la mujer más perfecta  y rara a la vez que he conocido en toda mi vida. Porque tus rarezas y experiencias te hacen única y tu forma de ser me enamora cada día más, por eso y por mucho más que no puedo enumerar porque me tardaría toda la vida, y aun así no sería ni una cuarta parte de lo que eres, te quiero preguntar ¿Quieres hacerme la persona más feliz del universo y casarte conmigo? —dijo dejándome sin habla.

Después de unos segundos de estupefacción sin pensármelo dos veces me atreví a responder.

—Sí, claro que sí.

A partir de ese día mi vida cambiaría para siempre, pero no fue un mal cambio, fue para bien, para simplemente hacerme más feliz de lo que ya era.

Una militar de la realezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora