Capítulo 22

3.1K 180 11
                                    

Llegamos a departamento y nos dispusimos a comer. Después de un rato mi hermana Helena llegó y se unió a nosotros. Al parecer la reunión había acabado antes así que había aprovechado para almorzar antes de irse de nuevo a su oficina para diseñar.

—He traído napolitanas de doble chocolate para el postre —exclamó mi hermana —pero solo si un niñito muy bonito se come las verduras.

Me fijé en mi sobrino que tenía cara de asco y no pude evitar sentir un poco de pena por aquel chiquillo al cual le obligaban a comer aquello que no le gustaba. Por suerte yo de pequeña nunca había sido una persona quisquillosa con la comida y no me quejaba por tener que comer ensalada al contrario que mis hermanos.

Tan sumida estaba en mis pensamientos que no me percaté de que mi hermana se alejaba para abrir la puerta de la casa.

—¿Esperabas a alguien? —me preguntó Helena desde la puerta de la casa.

—No, ¿por qué?

—Porque parece ser que una copia barata de Abraham Lincoln te espera con pizzas.

Las palabras de mi hermana me parecieron incongruentes por lo que fui a ver de quien se trataba.

Al verlo allí parado en la puerta no pude evitar soltar una carcajada monumental.

Abelino estaba plantado en la puerta con un esmoquin, un sombrero de copa, una barba postiza y unas gafas de pasta más grandes que su cara. Llevaba unas cajas de pizza en las manos y una mochila en los hombros.

Le invitamos a pasar y a que sentara. Aunque intenté mantener la compostura me fue imposible y me tuve que sentar para no caerme al suelo de la risa.

—No quiero ofenderte, pero... ¿qué haces aquí vestido como si fueses a una fiesta de disfraces?

—Como tenía el día libre y hace tiempo que no nos veíamos. Y quería pedirte perdón, porque no me parece bien que porque yo quisiese ser algo más que tu amigo y tú no, cometiese el absurdo error de perder tu amistad.

Estaba perpleja, acababa de decir que le hubiera gustado se más que mi amigo y que por eso no me había llamado. Así que él si estaba dispuesto a poner etiquetas a la relación.

—Mejor os dejo solos —afirmó Helena haciendo que me percatase de su presencia.

Estaba tan enfrascada en la conversación, como si todo lo que nos rodeaba ya no existiera ¿Por qué eso solo me ocurría cuando estaba con Abelino? ¿Por qué cuando estaba con Adam no me ocurría algo así?

Después de quedarnos solos yo me levanté incómoda y le ofrecí algo para tomar pero cuando me dirigía a buscar algo para beber el rey fue más rápido y se puso delante de mí.

—No me has respondido.

 —¿A qué? —pregunté con nerviosismo. Podía notar como nuestras respiraciones se unían y es que estábamos tan cerca el uno del otro que no podía evitar sentirme incómoda.

Era algo que nunca me había pasado, normalmente no me molestaba estar tan cerca de alguien pero con él sentía que mi corazón daba un vuelco. No sabía que me pasaba.

Tan cerca estábamos que llegue a pensar que nuestros labios se rozarían, pero por suerte sobrino entró en la estancia para buscar un juguete haciendo que automáticamente nos separásemos.

—¿Tía Es, has visto mi tanque de juguete? Ya he terminado de comer y mi mamá dice que puedo jugar con él un rato antes de hacer los deberes, pero no lo encuentro.

—Tanque... ¿no será este de aquí verdad? —preguntó Abel sacando  el juguete de debajo de un cojín.

—Sí es ese. —respondió Esteban abrazándole a modo de agradecimiento. Ese niño era tan dulce cuando se lo proponía... aunque no hay que dejarse engañar, a veces podía se un diablillo.

—¿Te gustan los militares?

—Sí, me encantan, de mayor quiero ser un comandante del ejército como mi tía Es. Me parece tan cool lo  de luchar y defender la nación.

—Pero sabes que tienes que entrenar muy duro para serlo —no era una pregunta, era una afirmación proveniente de los labios de mi ama... amigo.

—Perdonad la intromisión —dijo mi hermana entrando a la estancia, pero yo me tengo que ir así que Sky, no hagas nada raro y que no coma muchas chucherías.

—¿Puede comer pizza? —le preguntó Abelino.

— í, pero poca. Chao chicos, y a usted, no le rompa el corazón a mi hermana o habrá consecuencias, no me importa que sea el rey.

Casi mato a Helena ¿Iba en serio? ¿Como se le ocurría decir semejante cosa?

Miré a Abelino por el rabillo del ojo, se le notaba asustado y la verdad hay que reconocer que mi hermana a veces puede dar bastante miedo. Detrás de esos ojos gigantes y verdes que le hacían verse como una gatita adorable se encontraba toda una pantera.

*****

Después de comer un poco de pizza en el salón Esteban se quedó dormido en el sofá. No me acordaba que dormía la siesta así que intenté despertarle para que se fuese a su cama y allí se acostase pero mis esfuerzos fueron en vano.

Al darse cuenta de lo que intentaba Abelino me hizo una señal para que parara y se levantó para después coger a Esti en brazos y llevarlo hasta la habitación que le indiqué. La verdad es que aquel hombre tenía bastante más fuerza de la que pensaba y estaba muy fornido.

Al volver en vez de sentarse en su sitio lo hizo a mi lado, puesto que antes ocupaba mi sobrino.

—Gracias.

—No ha sido nada, además no pesa tanto, si tuviera que cargar con un adulto no llegaría ni a levantarme.

—Pues pareces fuerte, la verdad más de lo que pensaba en un principio — le confesé.

—No te creas, no estoy tan fuerte como tú ni por asomo.

—Eso es obvio —dije con arrogancia fingida —jamás serás tan fuerte como yo.

Él soltó una pequeña carcajada antes de añadir.

—Pero sí más listo.

Yo no pude evitar reír antes de intentar poner mi mejor cara de indignada.

—Sabes creo que te llevarías bien con mi madre.

—¿A sí?

—Sí —afirmó —ella tiene una personalidad muy divertida, se la pasa contando chistes malos, el problema es que al ser de la realeza eso de los chistes y monólogos no va mucho en el palacio. La verdad —confesó —no sé como aguantó el cambio.

—¿Qué cambio? —pregunté intrigada.

—¿No lo sabes?

Negué con la cabeza.

—Mi madre era doctora, pero al volverse reina tuvo que dejarlo. Para ella fue una pena porque le apasionaba su trabajo.

Me puse en su lugar, no sabía que la reina había sido una chica corriente. La verdad me pareció un poco cruel que tuviese que dejar lo que le apasionaba, pero supongo que a veces la vida es injusta.

—¿Pero sabes con quien no te llevarías tan bien? —preguntó sacándome de mis pensamientos.

Negué con la cabeza una vez más, ese día no era el día de saber cosas.

—Con Aurora, es bastante pesada con la moda, el protocolo, y todo lo que conlleve la belleza femenina o como ella lo llama《su mundo》. Conociéndote mínimamente y conociéndola a ella de sobra sois como las dos caras de una misma moneda. Cuando le dije que la chica del beso habías sido tú casi le da un infarto.

No dije nada, no me había incomodado el comentario, más bien lo que ello conllevaba . Su familia sabía quien era yo y seguramente todo lo que había pasado entre nosotros.

—Con respecto al beso...—empezó a hablar pero le interrumpí, ya estaba harta de pensarlo tanto, había pasado poco desde la muerte de Adam pero estaba decidida. Así que poniendo su cara entre mis manos le besé.

Al principio se quedó impactado pero después el beso fue correspondido. No se qué me pasaba con Abelino pero tenía un aura, una forma de ser que hacían que me sintiese cómoda y a la vez incómoda. Hacía que mi mundo se descontrolase.

Una militar de la realezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora