Capítulo 26

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Ahí, plantado frente a mí había un establo de caballos. Sabía que había varios jardines en el palacio, y que todos eran diferentes pero no tenía ni idea de que allí habría caballos tan majestuosos.

Nos adentramos e los establos sin decir ni una palabra. Pronto nos paramos frente a un caballo negro. Abelino abrió la puerta del caballo sin miedo, se notaba que solía pasar tiempo ahí.

—Este es Manchas, un majestuoso pura sangre.

—Un nombre interesante para un caballo que no tiene manchas ¿no crees? —bromeé.

—Supongo que es cierto —afirmó él riendo —¿Quieres acariciarle?

Yo le miré asustada, me gustaban los animales pero nunca había estado tan cerca de un caballo. Me daba miedo que me diese una coz.

—Tranquila —dijo y se puso detrás de mí colocando las manos en mi cintura para que al soltar una de las muletas no me cayese en ese suelo lleno de paja —acércate lentamente, has movimientos suaves.

Yo hice lo que me indicó un poco asustada, aunque al final Manchas se dejó acariciar.

—Parece que le has caído bien —dijo entregándome una manzana para que se la diese al caballo.

—Sí, supongo que sí.

—Siento que no puedas montar, pero como compensación puedes venir cuando tu pierna esté curada y podemos cabalgar un rato.

—¿Es una excusa para pedirme una cita?

—Tal vez —dijo y me miró sonriendo con esos grandes ojos azules —pero tienes que admitir que es una manera interesante de pedir una cita, además de que funciona.

Me le quedé mirando un rato y al final acepté.

—¿Se dignará la bella dama a darme un beso? —preguntó Abelino cuando salimos del establo.

—No porque es incómodo.

—¿Incómodo? Pero si no hay...

—Me refiero a los guardias —le interrumpí  —nos miran y es incómodo.

Hizo un gesto de fastidio y fue a añadir más cuando mi hermana me llamó por teléfono.

Atendí por si era importante pero he de decir que la verdad no tenía ganas de hablar con ella.

—¿Hola? —se oyó al otro lado de la línea.

—Hola Erika, ¿qué necesitas? Estaba con algo importante.

Al decir estas palabras Abelino sacó una hoja de su bolsillo junto con una boli y escribió en ella la palabra "importante". Después de supo a bailar y a correr por todo el jardín como un loco sacándome unas cuantas carcajadas.

—¿De qué te ríes Es?

—De nada —dije conteniendo la risa.

—Me gustaría que me acompañases a una cita.

—Ni en broma, no pienso hacer de sujeta velas, ¿acaso yo te pido que vengas a mis citas y hagas de farolillo? No, pues ya está.

—Por favor —suplicó ella —es que este chico me gusta de verdad pero me da miedo quedarme a solas con él y fastidiarlo todo. Además de que ya le dije que uno de mis hermanos se apuntaría.

—Pues pídeselo a otro de tus hermanos.

— A ver, ya sabía que te negarías y por eso le pedí a Eikko pero tiene una operación y Helena tampoco puede.

—Si me dejas de molestar iré.

—Bien, te espero en dos horas en mi departamento —aseguró trancando sin darme tiempo a objetar nada.

Ahora tendría que fastidiarme e irme antes de mi quedada porque no se me ocurrió preguntar el día de la cita de mi hermana menor.

*****

Llegué al edificio de Erika fastidiada, sin gana alguna de conocer al pretendiente de mi hermana el cual seguramente tendría tantas ganas de que fuese como yo.

Después de esperar un rato sentada en un banco cerca del portal Erika salió del edificio con una falda azul y una blusa blanca de hombros descubiertos. 

La saludé sin ánimo a Erika y nos dirigimos a una cafetería cercana, nos sentamos en una mesa y nos pusimos a esperar.

Al rato entró un chico alto, guapo, de ojos claros... el problema: que ese chico era Ulises.

¿De verdad mi vida era tan cruel?¿Por que la persona que le interesaba a mi hermana tenía que ser él? ¿De verdad había acabado su turno y había quedado con mi hermana?

Clavé mi mirada de reproche en Erika la cual agachó los hombros. Estaba segura de que iba a ser un día muy largo.

Una militar de la realezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora