Capítulo 21

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Me levanté gracias al despertador. Cogí mis muletas y me dirigí a la cocina. Llevaba una semana viviendo en casa de Helena y George y ya estaba casi acostumbrada, aunque la verdad deseaba que llegase el día en que me sacasen la escayola y pudiese volver a mi vida como militar.

Al llegar a la cocina me encontré con mi hermano Eikko. Tenía cara de dormido y el pelo revuelto.

—Buenos días —dije alegremente.

—Hola, no se como te puedes levantar tan temprano. No tienes que trabajar como yo.

Mi hermano era cardiólogo y al trabajar en un hospital tenía que despertarse antes que todos.

—Estoy acostumbrada —dije antes de empezar a sacar ingredientes para hacer panquecas —pero tú parece que no has dormido muy bien.

—Los lloriqueos de Adam se oyen por toda la casa, estoy deseando que esté arreglado lo del alquiler del piso para irme.

—Y yo me voy contigo, me gusta estar en familia, y me la paso genial con el pequeño Esteban pero ellos tienen su vida además de unas costumbres que no tenemos los solteros.

—¿Los solteros? Pues tú no parecías muy soltera cuando recibiste aquellas flores de parte de Abelino.

—No seas bobo, la tarjeta solo ponía "que te mejores, P.D: lo siento". No somos pareja. Un beso no significa nada.

—Pues yo me acuerdo de la primera vez que te besó Adam, me llamaste como un loca para contármelo y pensabas que te ibas a morir. Así que ahora no me vengas con cuentos sobre que un beso no significa nada —me reclamó Eikko.

Yo no dije nada. Claramente sabía que un beso significaba mucho, de hecho significaba demasiado, pero no se lo iba a decir.

Abelino y yo hablábamos de vez en cuando, y nos contábamos cosas sobre nuestra vida diaria, pero no teníamos definida nuestra relación. Prefería que en este caso no hubiera etiquetas pues me daba miedo pensar en que, si las hubiese, fuésemos catalogados como algo más que amigos.

Hice las tortitas y las dejé en un plato para que quien quisiese agarrase.

De repente a mi hermano le empezó a sonar el teléfono. Y se marchó de la cocina.

*****

—Eran los del alquiler, ya está todo arreglado, mañana puedo ir a buscar las llaves para la mudanza —dijo Eikko al volver un rato más tarde.

—¡Llévame contigo! —exclamé exageradamente.

—¡Siempre hermanita! —me respondió imitando mi tono de sufrimiento.

Mi hermano y yo siempre habíamos sido muy unidos, más incluso que con mis otras hermanas. Tal vez por el tema de ser mellizos pero desde siempre sabíamos que podíamos confiar en el otro por cualquier cosa.

—Buenos días —se oyó desde la puerta.

—¡Que bien, tortitas! —dijo Esteban entrando en la estancia junto a sus padres.

—Sí, muy buenas pero yo me tengo que ir a trabajar —nos informó mi hermano antes de levantarse de la silla y dirigirse al perchero.

—¿Quieres que te preste un poco de maquillaje para quitar las ojeras? —le preguntó mi hermana burlándose.

—Muy graciosa —ironizó mi hermano antes de salir por la puerta.

—Sky ¿nos puedes hacer un favor? Tengo una reunión importante y George una exposición y nos preguntábamos si podrías recoger a Esti del colegio.

—¿Estás segura? —pregunté señalando mi pierna.

—Por supuesto —me respondió acercándose a donde estaba sentada —no creo que te sea tan complicado. Y no te preocupes, Adam tiene guardería hasta más tarde, lo que implica que lo recogeremos uno de los dos.

Yo asentí levemente con la cabeza, por lo menos no tendría que cuidar a un bebé mientras buscaba a otro del colegio y a la vez intentaba no caerme con las muletas. Mis respetos a las madres, no parecía algo fácil, la verdad ni siquiera sé como mi hermana lo aguantaba o mi madre lo hizo con cuatro niños revoltosos.

*****

Estaba nerviosa, tenía que recoger a Esteban del colegio a las 2:30 y no sabía que hacer. Helena me había dicho que su profesora ya estaba avisada de que le recogería pero yo seguía con el corazón a mil por hora. No tenía ni idea de como funcionaba aquel colegio ni como se recogía a los niños.

Había cuidado a mi sobrino otras veces pero nunca le había tenido que buscar después de clases.

Llegué diez minutos antes de la hora y noté como algunos de los padres y madres que allí se encontraban me miraban con curiosidad.

Me apoyé en mis muletas esperando mientras revisaba mi teléfono revisando la foto que me había mandado mi hermana para que reconociese a la profesora de Esteban cuando una mujer unos años mayor se me acercó.

—Hola, perdona, ¿Tu eres la tía de Esteban González?

—Sí, soy yo —respondí sonriente.

—Mucho gusto, yo soy Juana, soy la madre de uno de los amigos de Esteban. Helena me ha dicho que tu le vendrías a recoger y que te guiase si estabas muy perdida.

—Muchas gracias, mi nombre es Sky, sí la verdad es que no sé como es el tema para recoger a los niños.

—Comprendo, es muy fácil, cuando los niños salgan en una fila y su profe nos divise ella les dará permiso para ir adonde nosotros. Pero supongo que deberías acercarte antes de que lleguen más gente para que sea mejor.

—De acuerdo, gracias —dije y me acerqué a la puerta.

En el tiempo que esperé recibí una llamada inesperada de Abelino en la que me invitaba a pasar un día tranquilo en el castillo. Le respondí que sí aunque eso implicase arriesgarme a que alguien me viese.

Al terminar de hablar vi como mi sobrino me señalaba y le contaba algo a una mujer de pelo castaño que supuse que sería la profesora.

Al recibir las palabras del niño la mujer me hizo señas para que me acercase y así lo hice.

—Hola mucho gusto, soy la tía de Esteban, Sky.

—Buenos días, yo soy su profesora y me llamo Ana —la mujer era bastante baja y de hecho yo le sacaba unas dos o tres cabezas, aunque hay que decir que yo no soy una persona con poca estatura precisamente.

—¡Tía! —exclamó Esti dándome un abrazo —ella es mi tía —se dirigió a la mujer —es una comandante del ejército.

Una gran sonrisa se le iluminó en el rostro, no sabía que le gustase hablar sobre mí.

—Esteban no para de hablar de ti, que si eres comandante del ejército, que quiere ser como tú, que de mayor quiere ser militar... está muy orgulloso de tí.

Esta vez fue a mí a quien se me iluminó lo cara, sabía que mi sobrino quería ser militar pero no que se pasase el día alardeando de los logros de su tía.

Ese momento se quedó impregnado en mi alma, era tan sumamente especial para mí que mi sobrino me tuviese en tal alta estima que creo que sería capaz de vivir de solo la alegría que me causaba el pensar en ello.




Una militar de la realezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora