Capítulo 4: Correr.

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El atardecer llegó demasiado pronto para su gusto. La camioneta era vieja, por lo que se habían quedado detenidos a mitad de camino. Leonardo se encontraba revisando el motor, humeante. Era lo uno que les faltaba, su transporte descompuesto y sin un refugio posible a la vista para pasar la noche.

— No es la primera vez que sucede, deberíamos reemplazarlo— Juxta comentó al ver el humo negro salir de vehículo.

— La vieja Betsy aún pueda dar unos kilómetros más— Leo respondió con voz de sureño, para luego reír. Juxta ladeó la cabeza al no entender el chiste o lo gracioso de la situación— Si, muy malo, lo sé— Carraspeó el chico— Solo hay que dejar que el motor se enfríe.

— Pronto anochecerá— El pelinegro observó el lugar— Debemos buscar un refugio para pasar la noche.

Los Acechadores amaban cazar de noche. No estaban seguros si se quedaban ahí, expuestos en plena carretera.

— Comprendo. Ayúdame a empujar la camioneta fuera del camino. Trataré de camuflarla entre esos árboles y arbustos de allá— Apuntó.

— Está bien— Él aceptó.

Cubrieron el viejo vehículo lo mejor que pudieron con ramas y hojas. Eso evitaría que lo saquearan o se lo robaran, aunque eso último dependía de si la camioneta volvía a encender en primer lugar. Una vez hecho, cada uno colgó una mochila en su hombro antes de partir su camino en busca de un refugio viable.

— Si no mal recuerdo, debe haber un pueblo a menos de un kilómetro de aquí. Podemos pasar la noche ahí— Leo propuso.

— Entre más pronto lleguemos será mejor— Juxta apresuró el paso, mientras el sol se ocultaba a sus espaldas.

No tenía un buen presentimiento de todo aquello, y el campamento debería valerse sin sus líderes por aquella noche.

En otra parte. Charlotte aseguró las ventanas, cerró la puerta y colocó la tabla que usaban de seguro. La noche ya había caído. No faltaría mucho para que aquellas criaturas comenzaran a vagar, en busca de sus presas por las calles de aquel pueblo. Era muy probable que pronto debieran buscar otro refugio, dado el aumento de las criaturas en la zona.

Su hermano se encontraba en silencio limpiando su rifle, sentado cerca de la mesa, apenas iluminada por una pequeña vela. Parecía pensativo, aunque como siempre, sus pensamientos se mantenían reservados solo para él.

— ¿Qué quieres de comer? — La chica de cabellos rubios preguntó para romper el silencio.

— ¿Qué nos queda?

— Dos latas de sopa de tomate y un envase abierto de papas fritas.

Ryan hizo una mueca, estaban en números rojos, y eso no era bueno.

— Prefiero la sopa— Dejó el rifle sobre la mesa— Prometo ir mañana a la ciudad por más comida.

Quizás tendría que apelar a la amabilidad de Juxta de nuevo. Al menos podría ver si él había recibido su regalo. Sin embargo, no podía evitar sentirse como un maldito aprovechado ante la situación.

— Últimamente vas mucho a la ciudad ¿No es muy arriesgado?

— Es el único lugar donde aún podemos encontrar algo, el pueblo está seco y lo sabes— Se encogió de hombros, quitándole importancia.

— Lo sé, pero me preocupas de todas formas ¿Qué haré si no vuelves un día? — Ella interrogó inquieta.

— Aplicar todo lo que te he enseñado hasta ahora.

Conectados [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora