Capítulo 11: Vigilancia nocturna.

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Ryan escaló la rudimentaria escalera de madera, que llevaba al puesto de vigilancia. Para darse cuenta, antes de subir por completo, que el chico ya se encontraba ahí, apacible, apoyado con ambos brazos sobre la barandilla, observando como el sol terminaba de esconderse en el horizonte. Parecía estar en su propio mundo. Su cabello oscuro como la noche tenía un leve brillo ante la luz del atardecer, que combinaba a la perfección con su piel clara, aunque Ryan tuvo que admitir que, en su apreciación, su mirada termino desviándose y recorriendo el esbelto cuerpo del muchacho.  

"Es perfecto" no pudo evitar pensar, deslumbrado, ante la imagen mostrada ante sus propios ojos.

Sus pensamientos fueron interrumpidos, por la mirada profunda y confundida del chico, que al darse cuenta de su presencia parecía preguntar el porqué de ella. Tragó saliva antes de siquiera abrir la boca, de alguna forma se sintió nervioso al ser atrapado mirando. Aunque no tenía por qué, él estaba ahí para ayudar después de todo.

— Leonardo me envió a acompañarte, espero no te moleste, chico misterioso— Habló por fin.

Juxta lo observó unos segundos más. Con esa mirada gris analítica y penetrante, que lo instaba a preguntar ¿Qué escondía detrás de ella?

Asintió en respuesta.

Ryan se permitió respirar ¿Desde hace cuánto se había privado de aquella necesidad primaria? Terminó de subir por completo y a la bolsa que cargaba con él.

Juxta miró esta última con curiosidad.

— Son algunos snacks para que pasemos la noche. Me advirtieron del hambre que pasaríamos, así que vine preparado ¿Quieres uno? — Le extendió una barra de cereal, amable.

— Ya comí— Rechazó el pelinegro. Volviendo su mirada al horizonte, ya solo quedaba una difusa línea de lo que había sido el sol. Pronto anochecería.

Bueno, al menos lo intentó, llevó la barra a su boca sin insistir más, mientras se ubicaba al lado del chico de cabellos oscuros.

— Al menos hay buena vista— Sonrió.

Juxta asintió. Y le ofreció su mano. Ryan se sorprendió un poco, este era el primer gesto que podría decirse afectuoso, de parte del chico, desde que había llegado al campamento. Pero, a decir verdad, esos últimos días no habían tenido tiempo de congeniar, cada uno ocupado en sus propias tareas de la comunidad.

Como él se demoró en reaccionar, Juxta alejó su mano, indeciso y confundido ¿Había hecho algo malo? Tal vez no era el momento...

— No, no era...— El rubio tomó su mano rápidamente, corrigiendo su error— Solo me sorprendiste, es todo— Se apresuró a decir.

El pelinegro observó sus manos unidas y asintió, no estaba molesto, pero si algo confundido con sus propias acciones. Era nuevo en esto del romance.

Ambos voltearon, esta vez juntos, a ver el horizonte.

Pasada las tres de la mañana el sueño comenzó a invadirlo, Ryan comenzó a cabecear sentado contra la pared de madera, por lo general, Charlotte lo sustituía a esas horas cuando debían cuidarse solos, estaba perdiendo la costumbre, el campamento de cierta forma los había ablandado, mimándolos con la idea de un techo seguro.

Juxta se dio cuenta de esto y estaba a punto de decirle que fuera a dormir cuando escucharon un ruido proveniente del muro sur.

Ryan se levantó de inmediato cuando el ruido volvió a repetirse, y el chico de cabellos oscuros tomó uno de los rifles con correa, colgados en las perchas de la pared de madera., y buscó con la mirilla de este, la causa de tal bullicio.

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