Advertencia: La historia contiene escenas eróticas para adultos.
Después de que V me abandonase por Rika, y que esta por despecho me expulsara de la RFA, no me veía capaz de continuar con mi vida normal. Seguía enamorada de V, pero gracias a la ayud...
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Una noche de verano.
Tirada en el suelo pude ver como la cálida brisa, que entraba por la ventana de mi habitación, movía los mechones de pelo que estaban esparcidos por el suelo. Deseché la idea de barrerlos, antes de que se escondieran por todos los huecos del dormitorio, porque lo único que me apetecía era seguir escuchando la música que salía por mis auriculares.
Me encantaba ponerme el volumen a tope, cerrar mis ojos y evadirme con las melodías Chill que se reproducían aleatoriamente. La lista musical que estaba escuchando solo me la ponía cuando quería dibujar con la tableta gráfica o, como en esta ocasión, para evadirme de mis pensamientos negativos.
Aunque tenía la música de mi móvil reproduciéndose a un volumen poco recomendable, podía escuchar el tintineo de los Fuurin de cristal que colgaban del techo de mi balcón. La corriente empujaba mis adornos de un lado a otro, como también lo hacía con las cortinas rosadas. Era agradable notar en mis piernas desnudas un poco de aire ya que estaba siendo una noche muy calurosa.
Como pude me levanté del suelo y espolsé los cabellos sueltos que seguían aferrados a mi camiseta de tirantes y a mis braguitas negras. Había cometido una locura, una maldita locura, pero sabía cómo lidiar con mis crisis capilares puesto que no era una novedad que me entrase la vena de peluquera. Sin embargo, era consciente de que en esta ocasión me había pasado muchísimo.
Mi operación crisis amorosa empezó con la idea de cortarme solo el flequillo, usando para ello el espejo de hacerme las cejas y las tijeras de las manualidades. Sabía que tenía que haber frenado en ese momento, pero como el drama me ardía por dentro, terminé cortando mi preciosa melena. A ver, no me había quedado calva porque seguía teniendo el pelo largo, pero me había quitado un buen trozo.
Menos mal que no vivía con mi madre porque me habría gritado a pleno pulmón lo loca que estaba por cometer semejante atrocidad. Seguramente, cuando me vea por videollamada me sacará el tema del peinado, pero procuraré ocultárselo para que no me ataque con millones de preguntas personales. Ella era como una especie de detective, no sabía cómo se lo montaba, pero siempre sabía cuándo estaba viviendo una crisis existencial o amorosa.
La echaba de menos, pensé cuando salí al balcón.
Como vivía en una aldea de las afueras me tuve que mudar a la ciudad para labrar mi futuro, porque la única salida laboral que me deparaba en aquel pequeño lugar era trabajar la tierra como mis vecinos. Para ser sincera, nunca me imaginé viviendo allí puesto que lo que realmente me apasionaba era dibujar y, sabía de sobra, que si no me iba nunca lograría mi sueño.
Es cierto, que era muy feliz viviendo con mi madre, pero ni ella ni yo deseábamos esa vida para mí. Por esa razón, cuando conseguimos el dinero suficiente me mudé a la ciudad para estudiar cursos de dibujo e ilustración ya que no podíamos pagar la matrícula de la universidad. A causa de tener un presupuesto tan bajo, para vivir en una gran ciudad, tuve que buscar desesperadamente un trabajo que me ayudase a vivir más desahogada.
No quiero ni recordar mi experiencia en Mint Eye. Todavía sigo sin entender cómo fui tan estúpida de caer en la trampa de Rika, pero en mi defensa diré que era una novata en el mercado laboral. Como una boba acepté el puesto y firmé el contrato temporal, cómo me iba a negar si me ofrecían: un sueldo muy elevado, alojamiento gratuito, experiencia laboral en mi sector y vivir a gastos pagados en su "paraíso".
A pesar de que Vanderwood, mi exnovio, ya me avisó de que sonaba todo demasiado bonito para ser cierto, no le hice caso. Pero, como desde que pisé la ciudad había actuado demasiado sobreprotector conmigo, pensé que sería otra de sus movidas mentales. Ahora, agradezco al universo que el caso de Mint Eye no haya sido expuesto en los medios de comunicación, porque si llega a salir una simple publicación en cualquier plataforma digital, mi ex se habría enterado y me habría llenado la aplicación de mensajería en línea con miles de mensajes con "te lo dije".
Mi madre era toda una investigadora, pero es que Vanderwood era otro nivel. Se enteraba de todo lo que pasaba desde una pequeña trifulca en un pequeño barrio hasta un caso de corrupción político. En algunas ocasiones daba hasta miedo porque conocía demasiada información de las personas.
Desde que me mudé a la ciudad, me planteé el objetivo de averiguar a qué se dedicaba, sin embargo, nunca conseguí extraerle ni una palabra. Cuando hablábamos del tema, siempre me evitaba o me decía que era peligroso. Sabía que su fin era asustarme para que le dejase en paz, pero sus silencios aumentaban mi curiosidad.
Un silbido, de un borracho que vagaba por la calle, me devolvió a la realidad. Estaba en bragas, apoyada en un balcón que su balaustrado dejaba ver mi cuerpo, delante de un adolescente que tenía una cara como la de Kaonashi, como me recordó tanto a ese personaje no sabía si darle un billete de autobús o sacarle el dedo ofendida.
Con descaro, saqué el móvil y le hice una foto para enviársela a Vanderwood.
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Evidentemente, la loca de la limpieza iba a venir a mi casa porque nunca lanzaba bromas. No podía creer lo tonta que había sido por provocar una situación como esta, puesto que lo único que pretendía era provocarle unas risas con la fotografía del adolescente ebrio.
Cuando entré en mi habitación y vi el caos que tenía: ropa tirada por los suelos, mis mechones esparcidos por los suelos y bolsas de papas, que me había comido después de cenar, sabía que me esperaba una buena bronca de Don Limpio.
Cita bibliográfica
Imagen usada en la portada. [Imagen digital] Calle nocturna extraído de Dribbble. «Conduciendo lejos loop» de S. Saetgareeva (2019). (consultado por última vez el 01/05/2020).