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Al final de la cuesta las luces de un taxi iluminaron la oscuridad que me rodeaba

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Al final de la cuesta las luces de un taxi iluminaron la oscuridad que me rodeaba. Como venía de la ciudad, seguramente, el pobre Saeyoung tuvo que pagar el trayecto por adelantado. Ojalá, cuando sus mocasines oscuros pisen las calles repletas de luces y personas, le pida el dineral que valía el viajecito. Sin embargo, conociendo la bondad del pelirrojo, no creo que le confiese ni el precio.

Como me creía una actriz de Hollywood, antes de que V saliera de mi casa, corrí la cuesta para ponerme al lado del taxi. Evidentemente, el taxista se quedó un poco descuadrado ya que esperaba que fuese su pasajera, pero con grandes movimientos de cabeza negué su suposición. Después de cerrar la puerta que amablemente me abrió, se quedó mirándome a la espera de que hiciese algo. No obstante, me quedé medio escondida detrás del taxi para interpretar una llegada repentina. Sé que era uno de esos planes que en mi mente sonaban genial, pero que cuando los recreaba, por desgracia, solían terminar fatal. Aunque ese conocimiento no me impidió frenar mis ridículos movimientos.

- ¿Va a robarme? -el taxista me miró un poco asustado.

- ¿Qué? No. -negué. – Solo estoy esperando a...

- ¿Qué haces aquí? -el gélido hombre estaba delante del vehículo con la maleta de deporte colgando de su hombro.

Como no, el plan a la basura.

- ¿Y tú? -me acerqué a él. - ¿Qué haces con esa bolsa?

- Voy a la ciudad un par de días... -me tocó la mejilla con su temblorosa mano. – Te iba a avisar cuando llegase porque no quería fastidiarte la fiesta. -mentira.

Esquivando mi cuerpo le dio la maleta al conductor para que la dejase en el maletero. No me moví porque su mentira me había dejado de piedra. ¿Realmente, iba a llevar a cabo su asqueroso plan? Creo que sí, porque todo apuntaba a que iba a visitar a Rika a mis espaldas y, cuando tuviese contenta a su pobre prometida -porque seguro que era mentira que había roto el compromiso. - volvería con la furcia de la aldea.

- ¿Volverás? -no le miré a la cara.

Desde el porche de mi casa mi madre estaba mirándome con ojos de pena. Ella no sabía la cantidad de información que tenía en mi poder, por eso esperaba verme llorar. Pero, no iba hacerlo delante de él porque no quería darle esa satisfacción. Ahora, solo quería investigar hasta dónde era capaz de llevar sus mentiras.

- Sí. -puso su mano en mi hombro. -Nubecita. -aguanté una arcada al escuchar ese mote. -No puedo demorarme por el pobre conductor, así que en llegar te escribo, ¿vale? -sus manos aferraron las mías y trataron de tirar de ellas para abrazarme, pero no lo consiguió porque hice fuerza para impedirlo. -Te juro que, si fuese por mí, no me iría de tu lado... te quiero demasiado. -volvió a intentarlo. -Espérame, por favor...

Antes de que ese cobarde se subiese al taxi, empecé a subir la cuesta para reunirme con mi madre. Puesto que ella era la única capaz de consolar mis lágrimas con un dulce abrazo. Cuando llegué a la puerta principal el taxi se marchó. El mismo escenario que hace unos minutos servía para el dolor más profundo, gracias a la calidez de mi madre, se volvió un resort.

Guardaré tu saborDonde viven las historias. Descúbrelo ahora