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-          ¿Dónde están las herramientas? -indagó V desde el marco de la puerta

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- ¿Dónde están las herramientas? -indagó V desde el marco de la puerta. -Será mejor que me indiques dónde están en persona porque no sé orientarme. -plantó una sonrisa muy fingida en su oscuro rostro.

- ¿Interrumpes para eso? -intervino Vander sin apartarse de mí.

- La inapropiada conversación que mantenías con mi pareja lo requería. -le miré asombrada. -Perdóname nubecita, pero se escuchaba todo desde la cocina. Intenté abrir el grifo al máximo para fregar algunas cosas, sin embargo, seguía escuchándoos. ¿Vienes?

- Claro. -esquivé el cuerpo de Vander. - ¿Vamos a comprobar el tejado?

- Sí, quiero que tu madre se lleve una grata sorpresa. -me sonrió, golpeándome con su dedo índice la punta de mi nariz.

- Eso no me lo pierdo. -carcajeó mi amigo, abriéndose paso entre nosotros. -¿Quién ganará la casa o niño de papá?

- Deja de provocarme porque no pienso participar en tus chiquilladas.

- El único que provoca aquí eres tú. -le señaló con su dedo. -Que apareces en mi familia, reclamando lo que nunca te ha pertenecido. – con una suave patada abrió la mosquitera de la puerta principal.

Una vez teníamos todas herramientas preparadas y la escalera para subir al tejado, me ausenté unos minutos para cambiarme de ropa porque seguía llevando la bata y el pijama. Como mi intención no era dejarles mucho tiempo a solas, me puse lo primero que vi: las Converse transparentes de plataforma, unos vaqueros cortos de talle alto con los bordes deshilachados y una camiseta de manga corta. Lo mismo me pasó con el peinado porque como quería salir disparada de casa, al final, me hice una coleta con la mitad del cabello y anudé sobre ella un pañuelo fino de tejido ligero.

- ¡Te he dicho que era resbaladizo! -gritó Vander. Los gritos de los dos "obreros" discutiendo se escuchaban desde el aseo.

Efectivamente, no había sido buena idea dejarlos sin vigilancia y rodeados de herramientas peligrosas. Por lo que, abandoné mis cuidados femeninos - hacer de vientre- para comprobar que ambos seguían con vida.

- Pero... ¿se puede saber por qué estáis usando mi sillita infantil de Barbie como escalera? -me crucé de brazos indignada. -Tenéis una escalera para adultos. -puse énfasis en "adultos". -allí mismo. -la señalé.

- ¿Por qué te enfadas? Tu culo ya no cabe en esa cosa de plástico. -me soltó Vander.

- ¡Serás! -iba a lanzarle una caja de cartón vacía, pero V me lo impidió, atrapándome la mano. – ¡Súbete las veces que quieras a mi silla! ¡Ábrete la cabeza! Así le diré al cirujano que te ponga el cerebro de un mono porque solo así serás un ser inteligente.

- Barbie es una mujer muy fuerte, ella nunca me tiraría al suelo. No como otras...

- ¿Qué insinúas? -le fulminé con mis pupilas de fuego.

Guardaré tu saborDonde viven las historias. Descúbrelo ahora