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Lentamente, me senté en la cama y le acaricié su cálida mejilla

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Lentamente, me senté en la cama y le acaricié su cálida mejilla. Se le había cansado porque tenía unas ojeras muy pronunciadas y se había acostado sin pijama optando por ponerse solo un bóxer negro y una camiseta de manga corta blanca. A pesar de lo agotado que parecía, dormía tan plácidamente que daban ganas de acurrucarse a su lado y dormir junto a él toda la noche.

Como sus brazos estaban descubiertos pude revelar en ellos nuevas cicatrices y raspaduras que él mismo había tratado de curarse. No sé cómo se hacía todas esas heridas, puesto que nunca me confesaba la verdad, pero siempre que venía a mi casa le descubría en alguna parte de su cuerpo: hematomas, cicatrices profundas, cortaduras, arañazos o raspaduras.

Me preocupaba mucho su salud, porque al no saber a qué se dedicaba no podía comprender si era normal terminar así después de su jornada laboral, aunque tampoco creo que existan muchos empleos con una política de riesgos laborales tan inútil.

Durante un tiempo pensé que Vanderwood podía trabajar de bombero por su cuerpo tan tonificado y sus horarios tan inflexibles, también barajé la posibilidad de que podría ser boxeador, guardaespaldas de algún famoso e incluso empresario, por la cantidad de dinero tan desorbitada que ganaba. Sin embargo, descarté todas las hipótesis porque no consideraba que ninguna de ellas fuera tan peligrosa como para usar un nombre falso y no admitirlo abiertamente.

- Aún recuerdo cuando de pequeños te colabas en mi habitación y dormíamos de la mano porque sabías que me daba miedo la oscuridad. - pensé tras colocarle correctamente una de las gasas que rodeaban su brazo derecho. - ¿Cómo hemos llegado a ser tan desconocidos? - recapacité con cierta pena.

Mi mente no llegaba a comprender cómo había podido cambiar tanto nuestro vínculo. Hace años sabíamos perfectamente la vida del otro y ahora, por desgracia, todo lo que le envolvía era un auténtico misterio para mí. A causa de la dichosa distancia que Vanderwood se empeñaba en mantener, sentía como si todo lo que habíamos compartido en el pasado no había significado nada.

Siempre me han dicho que las personas, con el paso del tiempo, cambian y maduran, pero no esperaba que el cambio de mi mejor amigo fuera tan radical. Toda su pureza y amorosidad se habían borrado para dar lugar a un hombre: distante, sarcástico y muy poco interesado en el cariño o amistad de las personas.

Admito que me costó mucho adaptarme a su nueva personalidad porque de forma intencionada y constante quería alejarme de su vida, pero con el paso del tiempo su actitud se fue relajando. También, me fue complicado acostumbrarme al nombre falso que usaba a causa del trabajo, pero como cada vez que le mencionaba por su nombre real se enfadaba, terminé por usar su horrible mote, apodo que incluso él odiaba.

Otro cambio bastante significativo en Vanderwood fue su aspecto físico. Cuando llegué a la ciudad y nos encontramos en la estación, después de tanto tiempo sin vernos, apenas le reconocí porque la imagen que retenía en mi memoria era la de un lindísimo niño con cara de niña no la de un hombre tan alto, atractivo e impresionantemente fuerte. Aunque, fue una transformación bastante chocante, en esta ocasión, no me costó familiarizarme con su nueva y seductora imagen.

Guardaré tu saborDonde viven las historias. Descúbrelo ahora