Advertencia: La historia contiene escenas eróticas para adultos.
Después de que V me abandonase por Rika, y que esta por despecho me expulsara de la RFA, no me veía capaz de continuar con mi vida normal. Seguía enamorada de V, pero gracias a la ayud...
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Como el restaurante al que quería ir estaba lejos, V decidió usar su coche para trasladarnos. Era un coche muy elegante, pero con una estética bastante clásica tal y como Jaehee predijo. Como me pareció un coche tan costoso me dio miedo ensuciarlo o estropear la puerta al cerrarla porque ni con tres trabajos podría pagar la reparación.
V conducía como un señor de ochenta años porque era extremadamente prudente y dejaba pasar a todo el mundo con una amable sonrisa. Manejaba tan despacito que, sinceramente, creo que habríamos llegado antes andando. Seguramente, Seven se moriría siendo el copiloto de V ya que era un gran amante de la velocidad.
Es cierto que era un conductor que se tomaba su tiempo, pero como la música clásica que resonaba en su reproductor era tan relajante, agradecí la paz que se había creado entre nosotros. Se notaba que ya habíamos perdido la vergüenza del primer reencuentro y que, finalmente, volvíamos a ser los mismos. Obviamente no estábamos como antes, pero por lo menos la tensión muscular y las sonrisas fingidas habían desaparecido.
Como me di cuenta de que V no se concentraba en la carretera cuando conversaba conmigo, porque le incomodaba hablar sin mirarme, opté por guardar silencio y disfrutar de su compañía mientras observaba los coches que iban adelantándonos. Tenía mis ojos clavados en mi ventana, no es que me apasionase ver el paisaje, sino que como su cuerpo se reflejaba en el espejo podía observarle más detenidamente sin ser descubierta.
Mantenía mi ventanilla cerrada porque había puesto el aire acondicionado, por esa razón el aroma de su perfume me llegaba con facilidad. Cerré los ojos y me concentré en disfrutar de cada partícula que se evaporaba de su piel y se difundía por el aire, distribuyéndose en todo el espacio circundante.
No quería llorar. No debía de llorar. Sin embargo, me dio la sensación de que cada minuto que pasaba junto a él aumentaba el dolor que brotaba en mi pecho porque, poco a poco, estaba siendo más consciente de todo lo que había perdido: citas románticas, besos apasionados, caricias furtivas, noches en vela hablando de bobadas, despertar desnudos entre mis sábanas de huevos fritos...
De nuevo estaba soñando despierta y, por mi bienestar, debía de despertar cuanto antes de ese mundo onírico o acabaría rota. Después de perderle sentí como me rompía en mil pedacitos, como el jarrón que destrozas de pequeña en casa de tu abuela, y gracias a la ayuda de Vander había pegado cada pieza, pero como he podido comprobar hoy el pegamento instantáneo que usó no era extrafuerte.
A pesar de que disfrutaba del silencio y tranquilidad que se había creado en el coche, quería romperlo porque necesitaba de forma imperativa escuchar por su boca el amor que sentía por Rika. De ese modo, cuando escuche de su boca sus verdaderos sentimientos por su prometida, me facilitará mucho la tarea de borrarle para siempre de mi corazón.
Me esperé a que aparcase el coche en una callejuela que se encontraba a dos calles del restaurante. V dobló la llave para apagar el motor y, a su vez, silenciar el reproductor. Por esto, el interior del coche se quedó en completo mutismo. Solo se escuchaban nuestras respiraciones descompasadas y el ruido de las llaves golpeando el metálico llavero con forma del símbolo de la paz.