D

594 49 24
                                    

El ruido de las ruedas de una maleta arrastrándose por la carretera me despertó violentamente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El ruido de las ruedas de una maleta arrastrándose por la carretera me despertó violentamente. Era sábado y algunos de los estudiantes, que vivían en los apartamentos, aprovechaban el fin de semana para visitar a sus familiares. Por esa razón, todos los sábados por la mañana se podía escuchar el ensordecedor ruido de sus equipajes.

Como me espabilé de una forma tan brusca no pude seguir durmiendo. Me dio mucha rabia no poder continuar en el mundo de los sueños porque eran como las nueve y diez, y me había acostado hace apenas unas horas.

Necesité un par de minutos acostada para ser persona ya que el mareo me impedía moverme con normalidad. Cuando me incorporé me percaté de que Vanderwood seguía en mi cama, era una autentica sorpresa puesto que nunca habíamos despertado juntos. Siempre desaparecía muy temprano para irse a trabajar, pero al parecer hoy entraría más tarde de lo habitual.

Como dormía tan relajado preferí no molestarle. Por ello, cogí mi móvil, una camisa de manga corta de color rosa pastel con un estampado de fresas diminutas y un pantalón vaquero de tiro alto, y entré sigilosamente en el baño para pegarme una ducha.

Dado que había madrugado, decidí aprovechar el gran acontecimiento para ir a mis tiendas preferidas de artículos de arte, entre ellas Muji, porque tenía que comprar varias cosas como: brochas, láminas en papel reciclado y unos rotuladores Winsor & Newton ProMarker.

Después de ducharme, me vestí y fui a la cocina para preparar el desayuno. Como Vanderwood había amanecido en mi casa quise preparar el mismo desayuno que mi madre nos preparaba los sábados. Personalmente, creo que a mi madre no le gustaba nada usar pan de molde en el desayuno porque prefería prepararnos platillos más caseros, pero como veía que nos gustaba tanto cedía ese día.

En primer lugar, me decanté por preparar una macedonia con las frutas que dejó Vander en la nevera. Corté a pedacitos cada una y las puse en los cuencos con unas sandias dibujadas. Los diseñé en un curso de artesanía que impartían cerca de la aldea, aunque la forma no me quedó del todo bien tenían un valor sentimental muy grande porque fue el primer curso que pude pagar, después de ganar mi primer sueldo recogiendo arroz en las tierras de los vecinos.

Cuando terminé con las macedonias puse a calentar las tostadas. No solía comprar aguacate porque eran carísimos, pero como Vander había traído cinco, me valí de ellos para untar uno en el pan de molde. Para acompañar el plato de las tostadas puse dos tomatitos cherry y una pizca de sésamo blanco y, finalmente, preparé dos zumos de arándano.

Mirando mi obra culinaria me sentía orgullosa porque hacía tiempo que no preparaba un plato al estilo del nivel de Instagram. Al vivir sola no me preocupaba por esas cosas, como caía en el plato me lo comía o, simplemente, me compraba platos preparados que ni tan siquiera sacaba del envase.

- Buenos días. - me saludó Vander desde el marco de la puerta de mi habitación. Había aparecido ante mis ojos solo con el bóxer negro. - Si que has madrugado hoy. - apoyó su mano sobre mi cabeza para darme unos golpecitos. - ¡Qué buena pinta tiene eso!

Guardaré tu saborDonde viven las historias. Descúbrelo ahora