Advertencia: La historia contiene escenas eróticas para adultos.
Después de que V me abandonase por Rika, y que esta por despecho me expulsara de la RFA, no me veía capaz de continuar con mi vida normal. Seguía enamorada de V, pero gracias a la ayud...
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- Mierda... -murmuré.
Cuando abrí los ojos, que extramente se habían cerrado en un sueño muy profundo, descubrí que mi mano derecha estaba apresada en una escosa con una cadena que caía del techo. Traté de forcejearla para liberarme de ella, pero era imposible conseguirlo. Se notaba que la cadena era de las buenas porque mi brazo pesaba una tonelada.
- ¿En qué momento ha entrado? – comenté mientras me reincorporaba.
Se notaba que había penetrado en el cuarto porque la bandeja, que había traído para desayunar, no estaba esparcida por el piso. También había cambiado las sábanas por unas de raso de color negro, llevándose las escarlata. Eso significaba que había entrado en mi pequeño espacio sin darme cuenta y, en verdad, me ponía los pelos de punta. Puesto que, con lo que había hecho en la habitación era evidente que me había tocado para mover mi pesado cuerpo de la cama.
No sabía exactamente qué hora era porque tenía una extraña sensación de que llevaba días allí encerrada, pero si V no había traído la cena solo significaba que todavía era de día. Pensar en la cena, provocó en mi estómago un rugido ensordecedor. Era tan impactante que ni secuestrada perdiese el apetito, que me hacía replantearme muchas cosas entre ellas que me comería una tortilla enorme de esas que vendían en los puestos de la calle. ¿Volveré a comer comida chatarra algún día? ¿Sacará algún disco BTS mientras estoy aquí encerrada? Espera... ahora mismo esa no debería ser mi preocupación, pero...
Como la cadena era corta mis posturas eran limitadas. Era tan corta que cuando intentaba llegar al borde de la cama la esposa, que llevaba en mi muñeca, tiraba de mi brazo para evitar que me levantase. Lo cual, resultaba muy incómodo por dos razones: mi brazo no se podía bajar del todo y no podía disfrutar de una buena postura corporal. Solo podía estar acostada, así que, si ese desgraciado no me cambiaba de posición me saldría en el orto una llaga por presión más grande que la bofetada que le metería cuando saliese de ese repulsivo lugar.
Era humillante que me tratase como si fuese una perra -sorprendente, curvilínea y elocuente-, cuando en todo momento había intentado ser buena persona con los dos dementores. Había perdido mi dignidad, perdonándoles cosas que otras personas jamás les habrían perdonado porque, seguramente, eran mucho más inteligentes.
Difícilmente, esta situación podría arreglarse de forma pacífica porque esos dos no comprendían las consecuencias de sus actos. Podía llegar a comprender que la Innombrable no estaba muy serena como para medir la gravedad de sus actos ya que necesitaba de forma urgente ir a terapia. Sin embargo, no lograba entender el comportamiento de V. Él, aunque no lo parecía, era consciente de todo lo que pasaba a su alrededor y sabía muy bien las repercusiones de sus actos. Pero, su mente parecía nublarse por momentos, perdiendo perezosamente el rumbo de su cordura.
De repente, el sonido de la puerta pausó mis pensamientos para enfocarme en el secuestrador, que se adentraba en la jaula con una brillante sonrisa. Me di cuenta de que se había cambiado de ropa, ahora llevaba un vaquero claro de Levi's y una camisa de color crema abierta hasta el cuarto botón. Quizás, se había cambiado de ropa después de ducharse porque llevaba el pelo mojado. Todavía se podían ver algunas gotitas que caían con rapidez de sus mentolados cabellos. Odiaba admitir que era demasiado guapo para ser tan maligno.