Advertencia: La historia contiene escenas eróticas para adultos.
Después de que V me abandonase por Rika, y que esta por despecho me expulsara de la RFA, no me veía capaz de continuar con mi vida normal. Seguía enamorada de V, pero gracias a la ayud...
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En el plan original estaba decidido que V y yo iríamos a mi restaurante preferido, pero mi maravillosa y encantadora idea solo funcionó en mi mente porque, por culpa de esa inesperada llamada todo había dado un giro inesperado. Pensar en ello me daba mucha rabia e impotencia ya que sentía que Rika había vuelto a salirse con la suya.
No es que fuese una competición entre nosotras por alcanzar el amor de V, porque mi objetivo principal no era conseguir su afecto sino ayudarle a escapar de esa tormentosa relación. Deseaba que fuera libre y se quisiese a sí mismo para que algún día pudiera amar a alguien sin hacerse daño mutuamente.
Tenía claro mi propósito, pero lo que no tenía tan claro era cómo conseguirlo. Como era evidente, hasta ahora nada me había funcionado puesto que cada apresurado paso que daba con V tenía la sensación de que retrocedía más que avanzaba. Mi presión y, seguramente, la de todos los miembros de la RFA para que dejase a su prometida le estaba perjudicando. No me gustaría descifrar la caótica mente de V porque se notaba que no estaba en su mejor momento.
Pasaron solo cuatro minutos cuando el sonriente camarero me trajo lo que había pedido. Decidí sentarme cerca del enorme ventanal que daba a un patio interno porque era la zona que tenía menos tránsito de clientes. Aunque, realmente, no había mucha gente ya que era demasiado tarde para comer y muy pronto para merendar.
De alguna manera extraña toda el hambre que sentía se había esfumado. Delante de mí, en la mesa de roble blanco, me esperaba un delicioso pedacito de tarta y un té frío, pero mi estómago tenía un nudo que me impedía comer.
En ese momento lo único que se me ocurrió hacer fue llamar al camarero y pedirle la cuenta, ya que entendí que retirarme a mi cueva era la mejor opción. Me había apresurado demasiado al entrar porque, después de cavilar detenidamente todo lo que había pasado, comprendí que estaba más dolida de lo que me pensaba.
- ¿Lo desea para llevar? -me preguntó el servicial camarero.
- Por favor. -contesté.
- Perfecto, enseguida le traigo un envase para que pueda llevarse todo. -me sonrió y se marchó hacia la barra.
Antes de que el mesero volviese con la bolsa y los envases para llevar, le envié por mensajería en línea una fotografía de la tarta a Vanderwood. El motivo del mensaje era conseguir que viniese a mi casa porque sería demasiado deprimente estar sola, por esa razón usé el dulce como cebo.
Probablemente, no recibiría una respuesta porque la última vez que estuvo en mi estudio terminé echándole. Sin embargo, debía de intentarlo porque Vander era la única persona en el mundo que conseguía animarme con sus divertidos comentarios. Por ello, sin él desearlo, se había ganado el privilegio de compartir las dramáticas penas de una mujer con menos suerte en el amor que la protagonista de Rubí.
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