Advertencia: La historia contiene escenas eróticas para adultos.
Después de que V me abandonase por Rika, y que esta por despecho me expulsara de la RFA, no me veía capaz de continuar con mi vida normal. Seguía enamorada de V, pero gracias a la ayud...
A causa de la estridente música que emanaba del camión del vendedor de boniatos, abrí mis ojos alterada. Sus aguadas melodías resonaban por toda la calle y, por la claridad con la que se escuchaban los gritos del vendedor podía asegurar que había parado debajo de mi balcón.
- Con el calor que hace en verano... ¿quién compra boniatos asados? -comenté mientras estiraba mis brazos adormilados.
Me levanté de la cama y fui al balcón para cotillear quién era el culpable de mi desagradable despertar. Al asomarme descubrí a un anciano, delante de una Subaru Domingo, gritando como un poseso por un megáfono baratero. Anunciaba a plena voz lo deliciosos que estaban sus boniatos, pero como era de esperar, nadie se acercaba a su venta ambulante.
- ¡Guapa! -gritó el anciano al darse cuenta de mi presencia. - ¿Boniatos asados?
- No... -susurré avergonzada.
- ¡Preciosa, te subo la compra sin gastos de envío! -carcajeó por el megáfono.
- No, gracias. -intenté levantar mi tono de voz. -Mejor, me voy... -señalé el interior de mi casa.
- ¡Espera! -gritó. - ¡Si te llevas dos boniatos, te regalo uno! -tomó aire.
Como el anciano no soltaba el maldito altavoz, todas las personas que pasaban nos miraban curiosas. Seguramente, al escuchar sus piropos todos los universitarios que caminaban por nuestra calle esperaban encontrar en mi balcón a una belleza, pero cuando alzaban sus miradas solo veían a una mujer en bragas con los pelos alborotados y con cara de melón por estar recién levantada.
- ¡Princesa! -gritó el anciano entre carcajadas. - ¿Te pongo dos y te regalo uno?
Detrás de mí escuché unos murmullos que provenían de Vander. Cuando me giré, descubrí que estaba apoyado en el marco de la ventana semidesnudo, llevando solo un bóxer. Por la cara de enfado que tenía juraría que también le había despertado de malas maneras la bocina del vendedor.
- Estaba durmiendo plácidamente... -comentó Vander con el cejo fruncido. -Y... -bufó cansado. - ¡Me ha despertado ese viejo verde! -gritó irritado.
- ¡Chis! ¡Te va a oír! -le reñí entre dientes.
- Eso pretendo. -se cruzó de brazos, marcando todos los músculos de sus extremidades. - ¿Cómo se te ocurre salir así? -su tono cada vez era más serio. - ¡Esta barandilla deja ver todo desde bajo!
- ¡Guapa! -volvió a gritar el anciano. - ¡Mira te he guardado los tres más deliciosos! -movió la bolsa de papel. - ¡Te los subo!
- ¡QUÉ! -grité, asomándome por el balcón aterrada porque no quería los boniatos ni tenía dinero en efectivo para pagarlos. - ¡NO!