Advertencia: La historia contiene escenas eróticas para adultos.
Después de que V me abandonase por Rika, y que esta por despecho me expulsara de la RFA, no me veía capaz de continuar con mi vida normal. Seguía enamorada de V, pero gracias a la ayud...
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Poco a poco me fui despertando de mi breve sueño ya que, como me acosté tan tarde apenas pude dormir las ocho horas reglamentarias que toda gurú de la belleza recomienda. A causa de la falta de sueño mi cuerpo no respondía correctamente y, por ello no me podía levantar de la cama. Mi madre diría que ese fenómeno paranormal era fruto de mi vaguería, pero yo prefiero justificarlo de ese modo.
Al malestar por dormir poco se le sumó el insoportable calor que hacía en mi habitación. El bochorno era tal que sentía como mi piel se iba fundido sobre las ridículas sábanas como si fuera un helado de vainilla. Evidentemente, como buena amante de la comida chatarra, imaginar un delicioso helado me provocó un hambre terrible, por esa razón, decidí despegar las acartonadas sábanas de mi espalda para prepararme un café doble.
Me encantaba prepararme el café en la cafetera italiana porque toda la cocina se impregnaba del maravilloso aroma del café recién hecho. Me senté en la banqueta de la cocina y, como si fuera una muerta viviente, me quedé mirando la nada mientras tragaba mi café. Sé que resultaba terrorífico verme de buena mañana: en bragas, desgreñada, llena de legañas y con la cara de una persona posesa, pero recién levantada era del tipo silencioso. Recuerdo que cada mañana, cuando vivía en la aldea, mi madre se alteraba por verme tan zombi ya que ella era el tipo de ser que se levantaba con la pila cargada de energía.
Cuando me tomé el café dejé de ser una terrible bestia para convertirme en humana. Probablemente, si la Bestia de Disney hubiese descubierto el café antes de secuestrar y traumatizar de por vida a la pobre Bella, se hubiese convertido en príncipe él solito dando un sorbo a esa deliciosa bebida.
Una vez fregué la taza me volví a acostar en mi desecha cama. Aunque, sé que suena a flojera desvergonzada, en mi defensa diré que moví mis piernas creyéndome una atleta de natación sincronizada. No es mucho ejercicio, pero al menos quemé algunas calorías... quizás veinte... no sé, solo intento consolarme a mí misma.
Después de hacer la payasa en la cama, recordé que Vander me mandó un mensaje anunciándome que vendría esa misma mañana a mi casa. No era muy consciente de la hora puesto que no había mirado mi móvil, pero viendo la luz que se colaba por mi balcón aseguraría que era más tarde de la hora en la que Vander solía visitarme. Por lo que, cogí el teléfono para comprobar qué hora era y si tenía algún mensaje suyo.