Advertencia: La historia contiene escenas eróticas para adultos.
Después de que V me abandonase por Rika, y que esta por despecho me expulsara de la RFA, no me veía capaz de continuar con mi vida normal. Seguía enamorada de V, pero gracias a la ayud...
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- Es muy payasa. -comentó Vander entre fingidas carcajadas, mientras me apretaba las mejillas con su mano derecha. – No puedes bromear así, no ves que has asustado a estos caballeros.
- Peroz zi... -intenté defenderme, pero como sus dedos seguían apretando mis mejillas, solo podía hablar como el Pato Donald.
- ¿Quién eres tú? -le preguntó Jumin, activando su mirada de jefe cabreado.
- Su acompañante. -apuntó Vander, liberando mi pobre cara.
- ¿Tiene nombre el señor acompañante? -interrogó, de nuevo.
Si esto fuese una partida de Super Smash Bros, no sabría qué avatar seleccionaría para empezar la batalla porque tanto Jumin como Vander parecían buenos luchadores. Observándoles detenidamente, podría decirse que eran casi idénticos porque: sus miradas tenían la misma intensidad, sus caras exponían la misma frialdad y sus cuerpos mostraban la misma predisposición para la batalla dialéctica.
- Vanderwood. -intervine para evitar que la tensión tan incómoda, que estábamos viviendo, se prolongase por más tiempo.
- Encantado de conocerle, señor Vanderwood. -se adelantó V, ofreciéndole la mano.
- Dudo mucho que esté encantado de conocerme. - estrecharon las manos en señal de saludo.
- Una fiesta encantadora. -interrumpí, alzando la copa que me había ofrecido Jumin. -Sin duda, creo que es el lugar más acertado para este tipo de eventos. -bajé la copa dado que ninguno de los presentes quiso seguir mi brindis.
A pesar de los reiterados esfuerzos realizados por V para mantener su sonrisa de anuncio, su rostro encantador y afable se tiñó con manchas de formalidad. No estaba enfadado porque no se le enfurecía tan fácilmente, no obstante, se podría decir que no desprendía la misma felicidad que cuando descendió por las escaleras con su prometida.
- Cierto es que... -Jumin inició un monólogo acerca de lo apropiado que era el palacete.
Reconozco que, no le presté atención puesto que mis ojos estaban deshaciendo el nudo de la barca para navegar sin rumbo en las tranquilas aguas de color menta. Sus ojos me miraban a la espera de ser surcados y, nuevamente, reme su océano con la advertencia de que la marea estaba movida. Dudo que sean reales las marineras que, aun sabiendo que su aventura terminaría fracasando, se arriesgaban a surcar las aguas saladas. De hecho, espero que no existan personas igual de insensatas y kamikazes.
Verdaderamente, era uno de los hombres más atractivos de la fiesta ya que, debido a su altura y a su complexión, destacaba entre los demás. Además, su buen gusto a la hora de vestir potenciaba su imagen de galán. Esta noche llevaba una chaqueta de esmoquin de corte definido en color blanco, con el detalle de las solapas y los bolsillos en azul marino a juego con el color del pantalón. Para completar el esmoquin, se había decantado por una camisa en tono azul pastel que realzaba el color de sus vistosos ojos.