15-. Bed of roses.

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Rose me ha dejado, se ha alejado de mí porque le ha importado más el pasado, porque después de todo, para ella sí tuvo peso.
Algo en su mirada me decía que estaba indecisa pero yo estaba dispuesto a desaparecer cualquier duda que tuviera, mi amor por ella es más importante que todo.
No voy a abandonarla, esto es amor no un juego.
Quizá debía decirle que la amo en ese mismo instante y ni querer esperar para decírselo cuando ambos estuviéramos vestidos.

Me ha dejado solo, completamente, con una herida en el pecho que duele, como si estuviera en llamas, como si sangrara, porque quema y arde.
Entonces al volver a casa, el vestido y el baby doll están aquí, abriendo la herida que ya es punzante, haciéndome recordarla antes de que se fuera, recordando sus besos, sus manos tocandome, su sonrisa preciosa a cada beso repartido, sus ojos verdes cambiando de color, mientras la hacía mía.

Que pendejo me siento por perderla, por no saber amarla como ella quería, por no hacer a un lado sus dudas, soy consciente de mis faltas y mi manera incorrecta de amarla, pero es que no supe como demostrarle mis sentimientos, no es una justificación, es la culpa palpable que me hace enojar por haberla dejado irse cuando la amo más que a mí mismo.

Si mi jodida vida es suya.

Me siento en el sofá, busco un trozo de papel y comienzo a dibujarla, me cuesta un par de segundos para recordar sus ojos y su sonrisa perfecta para plasmarla en el papel mientras comienzo a llorar.
Mis sentimientos son reales, me enamoré de Rose, como jamás lo hice de nadie, ella me cautivó completo, me tiene a sus pies y cualquier cosa que me pidiera, lo haría con los ojos cerrados.

Y me cuestionó una y otra vez mis errores, y salen a flote cada uno de ellos, doliendome hasta el hueso, y me arrepiento con sinceridad de todos.
Y recuerdo, recuerdo que no solo yo la hice irse sino también el hombre agresivo que dejó plantado en el altar.

Dejo el dibujo incompleto, y tomo las llaves del Lamborghini, antes de salir, mi madre entra por la puerta me sonríe y abraza.

-¿Qué pasa?- toma mi mano, y la restante la pone en mi pecho, conoce los latidos de mi corazón, sabe la rabia que siente mi pecho. Sabe que el cólera me está haciendo perder los estribos.

-Perdí a Rose- le digo, la ira que me consumía se convierte en pena, y ella lo entiende.

-¿Quieres hablar de eso?- me mira a los ojos, niego de inmediato.

-No ahora, tengo algo pendiente- le digo y sonrío de medio lado, ella solo asiente y dejo ahí a mi madre.

Antes de poder hacer cualquier otra cosa, debo presentarme y hacerle saber al pendejo aquel que yo voy a responder por Rose, voy a hacerle saber que mi amor por ella irá más allá de todos y contra todos.

Llego a su compañía después de 40 minutos, en recepción les hago saber que voy con Ian y mi fama de ser un arquitecto y empresario reconocido me da la oportunidad de subir al elevador.
Pero mi obstáculo es su secretaria que antes de dejarme pasar, debe consultarlo a él.

No me alejo de la puerta porque estoy seguro que él no va a recibirme.

-Hazle saber que estoy ocupado- lo escucho decir, pero antes de que la joven me repita sus palabras, detengo la puerta y lo miro a la cara, la sorpresa en su rostro solo me incita a golpearlo, nuevamente el cólera inunda mis sentidos y deseo verlo en el suelo, inconsciente.

-Cobarde- le digo frente a él, tan cerca de mí que siento su respirar. Lo tomo de la camisa, él no se la espera y pone sus brazos sobre mis manos. -¡¿QUÉ LE DIJISTE A ROSE?!- lo estrello contra la pared, escuchando el golpe de su cabeza.

-Nada que no fuera verdad- me dice, quita sus manos de las mías.

-Entonces debiste decirle que la engañabas y que merecías que te dejara plantado- le digo con los dientes apretados, lo estrello nuevamente ahora tomándolo del cuello, pero esta vez sí lo golpeo, mi puño en su rostro da justo al centro.

H.e.r.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora