53-. Same old love.

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Mi esposo cuida de mí como si se tratara de un niño de 2 años, al que le deben quitar los juguetes por si se los mete a la boca, que no baje las escaleras solo porque puede caer, ayudarle a tomar el baño porque no se alcanza los pies, hacerle el desayuno porque despierta tarde, y darle mucho amor y comprensión porque de lo contrario haría un berrinche.

No digo que me moleste, para nada. Yo he estado muy acostumbrada a que Maddox me malcrie, incluso antes de embarazarme. Sin embargo con las hormonas hay días en que de verdad necesito estar 15 minutos sin él y sus preguntas sobre si estoy bien.

Por eso, le he pedido que vaya a la constructora, que se haga cargo de ella y yo me quedaré aquí. Quieta, como se lo prometí.
Son las últimas semanas de embarazo y el parto podría ser cualquier día. Hay días en que me siento completamente asustada y deseosa de poder quedarme a los bebés dentro de mí, donde estén sanos y salvos de todo. Pero en otros, quiero que salgan ya y poder ver sus caritas.
Los bebés han sido muy buenos conmigo, dándome antojos de cosas que ya las hay en existencia sin llegar a la excentricidad, durante los primeros meses fuimos desconocidos y me daban unas náuseas y malestares terriblemente graves, pero con el paso de los meses, aprendimos a compartir el mismo espacio, aprendí a sentirlos, a cantarles y tranquilizarlos después de que su padre los llenara de euforia.
Hoy les agradezco porque están en una posición perfecta que me permite evitar la cesárea y el dolor que causa muchos días después.

Hoy sin Maddox, claro que todo ha sido más complicado, hasta sentarme en la terraza con Bear me ha causado tanto problema, que incluso me ha hecho llorar, pero esto era justo lo que quería.

Cuando subo a la habitación, estoy preparando mi baño, ni siquiera me he dado cuenta de la hora.
Bear baja de inmediato y se qué mi esposo ha llegado.
Claro que iba a volver más temprano, no va a arriesgarse a que su esposa tenga a los bebés en su ausencia.

-Hola mi amor- me dice dándome un beso en los labios y acariciando mi vientre con ternura. -¿Cómo te sientes hoy?-

-Pesada- le respondo acurrucandome en su pecho, él acaricia mi espalda.

-¿Mucho?- asiento.

-Es como traer una sandía aquí, cada que me levanto siento que caeré de cara contra el piso.

-¿Masaje?- cuestiona separándose de mí. Niego.

-No ahora, voy a tomar un baño- le digo y voy directo al baño. Maddox no tiene la culpa de mis cambios de humor, ni siquiera sé porqué me comporté así.

Acaricio mi vientre observando lo grande que se ha puesto en estas 36 semanas.
Sonrío para mí al descubrirme en esta etapa, que me costó aceptar, yo que me negaba rotundamente a ser madre, que huía de toda posibilidad, hoy, estoy aquí en la bañera de mi hogar, con casi 9 meses de embarazo. Y DE GEMELOS.

-Ustedes serán los niños más amados del mundo- digo cerrando los ojos, una vez más, imaginadome el rostro de cada uno.

Al salir, veo a mi esposo esperando por mí con sus brazos a sus costados y una sandía enrollada a su vientre, lo que me hace sonreír.

-¿Es así como te sientes?- me cuestiona, hago pucheros y asiento. -Disculpanos a los tres por hacerte sufrir- me da un beso en la frente.

-Sufrimiento es lo que nunca me han dado, los amo a los tres, Mad- trata de besarme, abrazando mi cintura. Suelto una carcajada porque no ha funcionado, hay una enorme distancia que nos separa entre la sandía y mi vientre.

-Te amo- me dice despegandose de mí y yendo a mi costado, así podemos besarnos.

-Mad, hay algo que quiero hablar contigo- le pido y él asiente. Me ayuda a sentar en la cama y él toma una de las sillas y se sienta frente a mí. Se ha quitado esa enorme sandía.

H.e.r.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora