La casa finalmente era habitada. La alegría era palpable en el aire. Luces prendidas en cada una de las habitaciones, de la cocina emanaba un delicioso aroma a pastel de regaliz, cortesía de Molly. Aún si las cosas habían estado en un momento tensas, se disiparon con rapidez, dando paso a la atención puesta en Harry y su casi expulsión.
La orden del fénix no podía estar del todo tranquila, con lo recientemente sucedido en el torneo de los tres magos. Pero supieron ocultar su preocupación frente a los adolescentes por lo menos por un tiempo. Quizá lo más incómodo era encontrarse a Severus saliendo de las reuniones secretas. Ganándose la incertidumbre de sus alumnos.
No se atrevían a tocar el tema, con Harry habían compartido información mínima, sólo lo necesario para que pudiera estar al tanto de todo y de todos ese año. Bien sabían que cualquier información que llegara a los oídos de Harry, tarde o temprano estaría en boca de Ron, haciendo una cadena de revelación hasta llenar la casa.
-Es una pena que no puedas acompañarnos- sus manos, aún ásperas, recorrieron el delicado contorno de sus labios. Mientras ella terminaba de arreglarle el saco, pasando la yema de sus dedos con suavidad sobre el tatuaje de su pecho. Recordando tristemente sus días separados. Intentó alejar esos pensamientos para no preocuparlo. No más.
-Sería raro que vieran un león en la estación- ambos rieron, escuchando únicamente la melodía del otro. Aura pasó sus manos más veces de las necesarias para alizar la tela que a este punto, no contenía ni una arruga –Ten cuidado- a Sirius le preocupaba tocar el tema de Voldemort, por las pesadillas que podría traer consigo.
Admiraba la fuerza y valentía que su esposa poseía, incluso llegaba a envidiarla. Pues su sensatez desaparecía casi al instante en que Severus soltaba un cometario poco agradable del que alguna vez fue su mejor amigo. Aura, por su parte, apretaba sus muñecas reprimiendo las ganas de discutir con el maestro, pues eso no le devolvería a su hermano.
Ella agradecía que Sirius no tocara el tema, era una pérdida que se había encargado de superar y cargar sobre su hombro, sola y sin ayuda. Era su manera de despedirse, cada día le costaba menos hacerlo. Tantos días encerrada en cuatro paredes había sido la clave para que ahora abriera álbumes familiares y en vez de lágrimas salieran risas.
De vez en cuando se encontraba en una encrucijada, más que nada por la mañana. La primera vez en el día en que ve a Harry, falsamente cree haber visto a su hermano, con su cabello intensamente alborotado y sus gafas de diario. Bata con que le de los buenos días para volver a la realidad y golpear el duro muro de realidad.
-Le has dado el espejo, ¿Cierto?- probablemente esta sería la cuarta vez que lo preguntaba, pero quería asegurarse de que habría por lo menos una manera de comunicarse sin el miedo a ser rastreados. Sirius asintió con la cabeza, tomando las manos de Aura. Su desesperación era obvia gracias a que no podía controlar sus movimientos.
-También estoy asustado, pero todo va a salir bien- quería creerlo, realmente quería creer que las cosas finalmente mejorarían, pero la corriente parecía estar de nuevo contra ellos.
-Ya es hora- la cabeza de Arthur se asomó por la puerta de madera. Su inigualable sonrisa fue lo primero que notaron, aunque ésta se deshizo al pensar que había arruinado un delicado momento entre la pareja –Eh, los esperamos abajo- cerró la puerta tan rápido como la abrió.
Aura regresó su vista al hombre frente a ella. Observó con cuidado el bigote que tanto tiempo se había dejado crecer. Cuando le dio la noticia de que algún día lo vería con bello sobre los labios, creyó que se trataba de una broma, puesto que en sus años escolares, jamás vio un solo bello salir de su rostro que no fueran cejas.
Cuando lo vio, no pudo evitar morderse el labio, dudosa de como fuera a sentirse el bigote contra sus labios. La primera vez le causó cosquillas arruinando el mágico momento que con trabajo Sirius había construido, aunque terminó por ganarle la risa.
-¿Por qué no puedes venir con nosotros? Podrías usar la capa- Harry abrazaba por la cintura a la figura más cercana que tenía de sus padres. No tenía ganas de soltarla, pues en su mundo perfecto, ella seguiría relatándole los mejores momentos que vivió con su madre o las mejores bromas que jugó con su padre.
Pero Remus insistía en que debían irse si no querían perder el expresso.
-La capa ya no me cubre como antes- acarició una vez más su cabello, antes de que obligara al Potter separarse de ella. Lo miró acomodando, o por lo menos intentando, su alocada melena –Y creo que un tigre soltaría muchas sospechas-.
Harry sucumbió a su comentario, soltando una risa desganada. Sujetó con fuerza su varita. Se despidió otra vez de su tía y salió por la puerta.
[...]
Las velas se estaban apagando. Aura había terminado de recoger la mesa y dejar en el lavadero los trastes, que gracias a un hechizo empezaban a lavarse por sí solos. Se quedó unos minutos en el marco de la puerta, admirando y sintiendo pena por su esposo. Con ligeros y callados pasos se acercó a él.
Sirius, como todas las noches. Se encontraba sentado frente a la chimenea, en su típico sillón de cuero tinto. Con un espejo en manos. Aura llegó por detrás, pasando sus manos por su pecho hasta que le dio un cálido abrazo. No quería decir la verdad en voz alta, pues arruinaría las esperanzas de su amor.
-Ya es tarde, seguro que se ha ido a la cama- sus rutinas por la noche se habían limitado a que Sirius esperara hasta pasada la medianoche que Harry lo contactara por el espejo, mientras Aura sostenía su mano sin cansancio. Aunque ella ya no esperaba. Pues sabía que esa conversación no llegaría, aun así, no tenía las agallas de decirle a Sirius que Harry había olvidado su conexión.
-Nos va a hablar, sé que lo hará- el corazón le dolió. Como si alguien lo hubiera sacado de su cuerpo y sin remordimiento lo apretara cada vez más, al punto en que sintiera quemar.
-Podemos esperar en la habitación- sin muchas ganas de discutir, Sirius se levantó. En una mano el espejo, y en la otra, la mano de Aura. Caminaron a la habitación, con objetivos claramente diferentes.
[...]
De fondo sonaba una movida canción de la banda que por tanto tiempo tuvo a Aura hipnotizada, Queen, y si de agradecer se trataba, entonces lanzaría un beso hasta el cielo con destino a la mejilla de Lily Evans. No solía decirlo en voz alta por las personas que la rodeaban, pero era su pelirroja favorita.
Sirius intentaba llevarle el ritmo, creyendo que esa canción en específico no era la mejor para los movimientos de baile que estaban haciendo en medio de la sala. Aunque no quiso ser quien contradijera a la bella mujer que con parecía estar disfrutando con ganas el momento.
Se acercó a ella tomándola de la cintura cuando la música cambió, dejando Crazy Little Thing Called Love atrás y dando paso a Love Of My Life. Tomó el control de los movimientos, comenzando con pasos cortos y rítmicos.
-¿Te he dicho lo guapo que estás?- palabras perfectas para el agrandado ego que aún no abandonaba el cuerpo del último Black. Los días más deprimentes en que creía haber perdido su característico atractivo, se veían alumbrados con los constantes cumplidos de Aura.
-No las veces suficientes- hizo una mueca demasiado extraña, ganando una risa de su pareja de baile. La cual se encargó de callar al instante con un profundo beso.
El cuerpo entero de ella se estremeció, sintiendo un cosquilleo en su columna, regresando a la primera vez que sus labios hicieron contacto. Le fascinaba la manera en que Sirius la hacía sentir una adolescente que recién aprendió la definición del amor.
Su chimenea soltó un sonido que los hizo separarse y por poco tropezar. El rostro de Severus apareció. Y eso, sólo significaba una cosa. Malas noticias.
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James, amo a tu hermana. •Sirius Black•
FanfictionPara Fleamont y Euphemia Potter fue una gran sorpresa descubrir que dentro de 9 meses, un par de mellizos podrían correr por su jardín. Y así fue, dos pequeños recién nacidos, uno de ellos con problemas de la vista. Sin embargo, eran bastante pareci...