12. Huyendo de casa.

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-¡No te estoy preguntando, yo quiero ir!- Aura golpeó a James en el pecho, justo después de que Remus llegara con una mochila con cosas para pasar la noche.

El señor y la señora Potter habían salido a cenar, esta sería para ellos su segunda noche de miel, aunque esta no sería igual de romántica que la primera. Se fueron con la seguridad de que Clementina cuidaría bien de los chicos, además confiaban en que Remus y Aura mantendrían bajo control a James y Sirius.

-Entiende, no puedes ir- James tomó los brazos de su hermana para que no pueda seguir golpeándolo, que más que hacerle daño, estaba retrasándolos en su misión de rescate. Tenían que ir por las cosas de Sirius, pero su mayor problema sería Walburga. La "dulce" madre de Sirius.

-James tiene razón, será más rápido si vamos nosotros tres, además son pocas cosas. Ya nos la arreglaremos- Remus abrazó a Aura. Aunque de principio parecía algo reconfortante, fue para darle tiempo al par de amigos para que salieran de la casa sin que volviera a retenerlos –Lo lamento.

Aura entró en razón de la treta que habían hecho, buscando que lanzar, agarró un cojín del sillón lanzándolo contra la puerta principal –Son unos idiotas.

[...]

Impaciente, golpeaba el suelo con la suela de sus zapatos. Después de que los chicos llegaron se quedó en el jardín a esperarlos, a ver una señal de una escoba voladora o de una motocicleta. Pasados unos minutos, entró nuevamente a la casa, para de perdida usar un pijama. Y volver a salir al patio. Esta vez, con la compañía de Clementina. Y un par de tazas de café.

Más tarde, empezó a escuchar las risas por los cielos. Y un destello de luz encandiló tanto a la bruja como a la elfina.

Los chicos aterrizaron en el patio trasero, con cofres y bolsas llenos de artilugios y ropa. Sirius estaba mojado de pies a cabeza, mientras que Remus tenía una gran mancha azul en su camisa. Aura se dijo a sí misma que era mejor no preguntar que era esa mancha. En su lugar corrió a ver como se encontraban, yendo primero al chico mojado. Tomó su cara entre sus manos viendo si tenía una herida de guerra. Cuando se dio cuenta de que llevaba un largo tiempo mirándolo, fue hacía su amigo Remus, evitando tocar la mancha viscosa en su camisa.

Pasó de largo a su hermano, teniéndole un leve resentimiento por no dejarla ir con ellos.

Sirius se quedó mirando el andar de Aura, últimamente era costumbre verla en pijama, con su típico cabello desordenado y una taza de café en la mano. Incluso había comenzado a notar que cambiaba de aretes, a veces llevaba unos plateados u otros dorados.

El chico podía escuchar a sus amigos riendo detrás de él. Pero en ningún momento se giró hacía ellos nuevamente.

¿Conoces esa sensación, de que alguien dejo su caricia impregnada en tu piel? Sus yemas, recorriendo una parte de tu cuerpo, tan inocente como perversa. Incluso sintiendo el aroma del otro, sintiendo su presencia, aunque no esté ahí.

Pues eso sentía Sirius. Para él, aún tenía las manos de Aura tomándole la barbilla. Sus delicados dedos contra sus mejillas. Sus preocupados ojos mirándolo fijamente, pudiendo notar así un brillo especial en ellos. Aún podía sentir su olor a café, café amargo, tal como le gustaba a Aura.

-Vamos Canuto, tenemos que celebrar- los pensamientos del chico se vieron interrumpidos. No, esfumados sería una palabra más apropiada. Ya no recordaba absolutamente nada, ni siquiera el olor de un café cualquiera. Y todo gracias a su amigo Cornamenta.

Disimulando su descontento, caminó detrás de sus amigos. Pasando su propia mano por su mandíbula, para probar si una sensación regresaba sobre su piel. Vaya decepción cuando esto no sucedió.

James, amo a tu hermana. •Sirius Black•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora